R.A.F. de Gordon’s

Para que te sirvan uno sin errores hay que tener algunos años, y saber algo de los pijos tuseteros Esos que dieron luego cosas tan nefastas como el Arturet, o divas inalcanzables como Teresa Gimpera que aunque era de otra generación nos tenía a todos con la boca llena de suspiros.
Y no era que estuviera buenorra, que diría uno del Bogatell, no era eso, era una dama y olía a Paris, de las buenorras ya estaban la Bardot, la Cardinale, o la Loren. Buena generación..que nos dejó algunos mitos como “Et Dieu crea la femme”, “Il Gattopardo”, o “La Ciociara”.
Los amiguetes nos sentábamos en el Anahuac, y con un R.A.F. de Gordon’s, soñábamos con ser el “Hombre de Río”, que hacía aquel simpático Belmondo, pinta mitad “flick” mitad “mâcro” marsellés, o el Tritignan, que achuchaba en la playa a Anouk Aimeé. Creíamos ser parte de la gauche divine, pero don Franquito estaba en el poder, y Cohn Bendit no nos esperaba en las barricadas, ni la Central de Barcelona era la Sorbona, aunque el edificio fuera neogótico.
Todo esto me ha venido a la cabeza mientras me zampaba sin ningún remordimiento un buen bacalao a pil-pil, con la salsa bien ligada, pero mirando al carrito de los licores que habían dejado casi a mi alcance.
No sé las botellas de ginebra que había, y pensé que hoy quien no es un experto en gintonic, no es nadie, y si no conoces los puntitos que se le añaden al espirituoso, o el detalle exótico de la tónica, creo que hasta el origen del agua con que se ha hecho el hielo, que es objeto de discusión para los “connaisseurs”, ni vales, ni valdrás.
Eso del R.A.F., según me contó algún barman de mi pueblo, no es otra cosa que las Royal Air Forces, la fuerza aérea británica, vamos, y como desde los tiempos gloriosos de la Marina Inglesa a los marineros se les daba el famoso Plymouth Gin Kit, una cajita de madera con dos botellas de esa ginebra destilada cerca de Plymouth, en una destilería que en su origen fue un Monasterio de los Dominicos.
Estos fabricantes destilaban una variedad “Navy strength” de 57º que era lo que en caso de entrar en combate les ponía las pilas, y a base de Plymouth gin, creen que forjaron un Imperio. Por cierto una de las anécdotas que he leído es que los fabricantes intentaron timar a los oficiales de la Navy rebajando el contenido alcohólico de la ginebra, y estos para garantizar que el contenido era el correcto, la mezclaban con pólvora, y si estallaba era correcto, si no se devolvía.
La ginebra tenía también ciertas otras connotaciones, que al calvinismo le venían muy bien. De esa forma había una cantidad reglamentada a bordo que se usaba con fines medicinales de prevención de malaria con seltz y quinina, o para emborrachar nativos, que “pimplaos” te decían donde estaban las minas de oro.
Y seguimos con eso del RAF que decía mi barman. La historia aparece cuando en la Segunda Guerra Mundial, y después del ataque japonés a Pearl Harbor, Franklin Delano Roosvelt, desde su silla de ruedas declara la guerra a la Alemania nazi.
Era por 1941, y al Reino Unido llegaron pilotos americanos a unirse a la Royal Air Force para bombardear Europa.
Los británicos antes de meterse en las carlingas de sus Taringas o de sus Spitfires, claro se sacudían su ración de Plymouth Gin, “Navy strength”, y a morir como valientes.
Los yanquies, que en eso del alcohol nunca han sido tan recios como los británicos, a pesar de los Whiskies de Tennesee, pensaron dar al destilado de Plymouth, un toque americano, y lo mezclaron con Coca-Cola….et voilà, el R.A.F. inventado, y a matar nazis.
Por estos pagos, y en aquellos tiempos en los que ciertas cosas que afectaban a la grandeza nasssiooná, no estaban muy estudiadas, o al menos muy comunicadas, a eso le llamábamos cubalibre, así de un tirón. Pero es que no estábamos ni leídos ni viajados, éramos del Reader’s Digest, y cualquiera pensaba o discutía. (Los de Tuset un poquito más), que con eso de la gauche divine, ya había gente que había leído a la Bouvoir, o al Sagan, tenía el poster del Ché, y meditaban sobre los análisis profundos de las tiras de Charlie Brown.
Pero el cubalibre, no era el R.A.F. de Gordon’s, (lo de Gordon’s era el aporte nacional, que se destilaba en Málaga porque la Plymouth ni estaba ni se la esperaba) que le ponían desde que se inventó, Ron Bacardí, y tiene también su historia.
Y fue, allá por 1901, y posiblemente en “La Bodeguita de en medio”, cuando un capitán americano puso Ron Bacardí oro en un vaso y cola en otro, los mezcló y puso cara de qué rico está esto. Así que el avispado muchacho de la barra, sirvió la pócima al resto de la tropa del local. Se brindó a voz en grito por la nueva ¡Cuba Libre!, y hasta ahora.
Recomiendo leer un artículo de Manolo Vázquez Montalbán, publicado en 1971, en Triunfo, que se llama algo así como “Informe subnormal sobre un fenómeno cultural”. Triunfo y Cuadernos para el diálogo, eran de obligado consumo para la peña de la gauche divine, aunque a Manolo le cabreara un montón, que él siempre se consideró de la gauche satanique, como mantiene a quién quiere leerle, y que por cierto siendo más descarnada siempre fue más honesta ideológicamente.
Pepe Carvalho haciéndose una escudella con el último Gironella, en su pensión del Raval, siempre me ha parecido más honesto que esperar a que alguien te invite a un coctail en el President, o a una cena en Reno. Lo de tener una novia puta, pero honrá siempre ha sido un signo de distinción alejado de los veraneos en Sa Tuna, y de las pistas de esquí de la Cerdanya.

Yo le doy la razón a Manolo, y el tiempo también, porque de todos aquellos RAF de Gordon’s, copita de tequila con sal y pimienta, disfrute de la enrevesada prosa del Moix, el meu home de la Feliu, o las sesiones de jazz en “La cova del Drac” hoy no queda casi ni humo, y por lo menos al Carvalho le ha salido un muy buen seguidor en el inspector Mascarell.
Lo que ha quedado es que toda aquella panda de pequeños burgueses con un bagaje cultural disperso, que soñaban con ser hippies, pero sin piojos, que no sabían si ponerse botas y maxifalda o pasarse directamente a la Mary Quant, y sentarse en primera fila en la clase de mates, que apenas sabían de Adenauer, o a los que el pied noir Camus les venía grande, y se perdían en la náusea del existencialismo y del nihilismo de Sartre porque tenía muchas letras, es un cutre grupo de dirigentes desubicados, que no saben qué hacer con y en la sociedad en la que se mueven. Así que se me han lanzado al separatismo como moda a seguir, que no es otra cosa que lo que han hecho siempre, y ya se sabe, el que nace barrigón, ni que de chico lo fajen”.
Yo seguiré escuchando los programas de Jazz del Quico Pi de la Serra en CAT Radio, que no molestan, de vez en cuando volveré a revisitar en mi discoteca alguna canción de Serrat, al que no se le reconocía en la “divine”, que era del Poble Sec, releeré solo si estoy de veraneo en la Costa Brava las últimas tardes con Teresa, del Marsé, siempre y cuando el camarero del restaurante no me hable en francés porque crea que soy un belga cuando le pido un buen Borgoña para cenar.
Por lo demás, aquí no ha pasado nada, las tres franjas de mi Barcelona siguen intactas, entre el mar y las Rondas, entre las Rondas y la Diagonal, y entre la Diagonal y la montaña.
Hoy no sigo los movimientos de mi tierra, aunque no desespero. Pero como soy mayorzote, me lo disculpo. Quizás asistamos a un saludable aire de anarquismo, de ese que se cuece en la Verneda, o por los Santa Colomas de turno al Norte o al Sur, que tanto me da.
Así que ni Marx ni Bakunin, ni Schreiber. Habrá que ver La guerra de las Galaxias de una sentada.
Buenas noche,s y buena suerte

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