Sir Alexander

Con eso de que me están sacando las muelas, esta mañana he leído un artículo en donde se glosaba el discurso de Alexander Fleming frente a la Academia sueca con motivo de la concesión del Premio Nobel por el descubrimiento de la penicilina.
Professor Fleming dijo en 1945 algo así como:
-“Podría venir un tiempo en que la penicilina pueda ser comprada por cualquier persona en una tienda, entonces existirá el peligro de que la gente ignorante se autoadministre dosis bajas y exponga a las bacterias a dosis no letales del fármaco, y se volverán resistentes”. https://www.nobelprize.org>laureates,
Página 93.
Pues sí, Sir Alexander llevaba más razón que un Santo, que más que por santo la llevaba por científico serio, y hoy al parecer se mueren más de diez millones de personas al año a causa de las infecciones causadas por las bacterias multi-resistentes.
Y no solo es por la automedicación, sino por la prescripción inadecuada, o el hecho de que los tratamientos se interrumpan con el cese de los síntomas.
La reflexión a la que me lleva todo esto, aparte de recomendar la lectura del discurso de Sir Alexander, que es una gozada, sobre todo por la humildad de sus argumentos, es el hecho de que en el momento en que las cosas se extraen de sus cauces y pasan a ser interpretadas o utilizadas de forma parcial, producen más daños a más personas, aunque produzcan muchos beneficios a unas pocas.
Los acontecimientos de cada día nos lo recuerdan de una forma machacona, desde las actuaciones políticas sean las que sean, hasta los supuestos beneficios que podemos encontrar comprando esto o aquello.
La tendencia siempre es la misma, el ignorante o el malintencionado, llevando el ascua a una sardina que le conviene, por la razón que sea, y el que se haga acólito, (seguidor se llama hoy), acabará llevándose los perjuicios.
Qué difícil es ver en un debate, del signo que sea, sobre el tema que sea, que los dirimentes expongan las dos caras de la moneda, que a buen seguro conocen, pero que de hacerlo, a lo mejor podrían creer que el beneficio a obtener por su posicionamiento desaparecería.
Y así andamos, creando por el uso erróneo de las cosas, o lo que es peor, por el uso interesado y parcial, que solo satisface las aspiraciones de unos pocos o unos muchos, que me da lo mismo, daños no deseados.
Pero las cosas son así, ¿qué le vamos a hacer?, y quizás lo que haya que hacer, es dejar de ser el ignorante que proclama Sir Alexander, y antes de actuar asegurarse de que el terreno que se pisa es el correcto.
Porque ciertamente, solo la sabiduría, es decir la correcta comprensión de las cosas es la que nos permite tomar las decisiones acertadas, que son aquellas que favorecen a la mayoría, y a eso se le llama libertad.
Pero bueno, si el indepe quiere contarme una u otra milonga, antes de decidir, antes de creer, deberé estudiar, deberé saber discriminar entre el trigo y la paja, cosa fácil de decir y algo complicada de realizar.
La verdad es que estoy cada vez más cansado de la apropiación indebida de hechos históricos, de símbolos, de ideas atribuidas a este o a aquel, y que una vez extraídas de su contexto pueden servir para cualquier cosa que en general no benefician más que a unos pocos especialistas en vivir de los ignorantes.
Pienso de nuevo en la Penicilina y en Sir Alexander, cuando en su discurso, dice claramente los grupos de bacterias a los que su descubrimiento se circunscribe, que no habla de curas milagrosas, que no nos dice en ningún momento lo de que es el final de la guerra contra los bichejos, que limita el espectro de su descubrimiento como especialista honesto que es, y que no quiere que se le lleve al saco de los ignorantes.
Ya se encargaron los mercaderes del descubrimiento en transformarlo en dinero de la mano de la sociedad de consumo que se desarrolló tras la Segunda Guerra Mundial, y se le vendió a quien pudo pagarlo sin más restricciones que las económicas, se peleó por las modificaciones de las moléculas bactericidas, patente tras patente, y todo ha valido si tu molécula era la que tenía mejor penetración en el mercado de la lucha contra las infecciones.
Y ahora salen todas las consecuencias y es que un arma para la preservación de la vida humana ha perdido eficacia por las malas prácticas de unos y de otros, unos por la difusión de falsedades o de medias verdades, otros simplemente por ignorancia.
No sé las consecuencias que irán apareciendo en el futuro por actitudes en otros campos de nuestras vidas por comportarnos como hemos hecho con la antibioterapia, no sé cómo afectarán al juego de la vida y de la muerte, no sé si acarrearán demasiadas lágrimas, o acabaremos en aquello de que al final todo nos importa un pimiento, y con no comprar la cosa está hecha.
Así que a creer en el Destino, en la Sibila de Delfos o en los chamanes de Delos, y en caso de duda se toma la interpretación que más nos convenga, que al final todos calvos, y el hombre feliz no tenía camisa.
Así que como la hora del aperitivo se va acercando de forma agobiante, y no me dejan ir a la oficina, que los eméritos también nos damos de baja, a lo mejor encuentro una botellita de un buen Chablis para alejar penas y dolores, que esté fresquita y pueda acompañar a unos calamares en su tinta…(pasados por la túrmix) que mi dentista es muy suyo.
Y así, les recomiendo, sin que me importe demasiado que me hagan o no caso, que se pongan la cabeza del Epicuro más ilustrado que se les ocurra, que busquen un buen mástil al que le amarre bien su tripulación para que puedan oír los cantos de las sirenas a gusto, que la actitud de Ulises siempre me pareció la del que se cuela en el cine, aunque ya sabes las sirenas te encantan para devorarte o hacerte esclavo.
Pero que nadie se alarme que lo de los indepes no son cantos de sirena..¿o sí?, ni los de compre barato, ni los de piense usted como yo, ni, bueno, ¿para qué seguir?, que Sir Alexander ya nos advirtió que los bichejos, si les ayudamos se hacen resistentes.
Habrá que subir la dosis de Penicilina.
Con su pan se lo coman