Sócrates, un teatro sin emoción

Ayer, en uno de los más miserables espacios escénicos de Madrid, las Naves del Matadero, asistí a una representación que trataba sobre La muerte de Sócrates y el proceso que le condujo a la misma.
Don José María Pou fue el encargado de interpretar al filósofo, y debo reconocer que es un actor que conoce su oficio, y pocas veces decepciona.
Cierto que a veces cae en el divismo, como por ejemplo cuando se queja por adelantado y recuerda al público que ni móviles encendidos, ni consultar guasapos de esos, y desde luego que ni se nos ocurra toser.
De alguna forma lleva razón, la cantidad de gilipollas esféricos que pueblan el planeta, con el móvil a cuestas, solo es comparable a la inmensidad de los océanos, y en tiempos de frío en el destartalado matadero, que te entre una tosecilla es de esperar, así que, en su segunda prevención quizás debiera haber sido algo más condescendiente.
Fue pues que Don José María nos abroncó en modo preventivo, poniendo en boca de Sócrates la diatriba. Parcialmente de acuerdo con él, pero solo parcialmente. La primera porque no todos somos pecadores, la segunda por la ocurrencia de ponerse intransigente, con minúsculas, desde luego, en boca de Sócrates, y la tercera es que un actor de categoría debería estar más acostumbrado al público que tanto le quiere y al que tanto le debe, que diría Lola Flores.
Pasada la anécdota, el texto me pareció mediocre, y eso que me reconozco admirador de Mario Gas. Creo que se limitó a repetir anécdotas muy conocidas por todos, muy estereotipadas, y a un público de segundo de E.G.B. quizás, hasta les pareciese interesante.
Desgraciadamente la política actual nos tiene a todos con la mente abstraída en tantas y tantas porquerías mediocres, que al final se filtran hasta las tablas de los teatros. Y siento mucho discrepar con el concepto de esta representación, que aunque tenía la muy apreciable virtud de hablar del gran pensador griego, al final parece que lo importante es que éste se rebelase contra la corrupción en su tiempo, y eso le costase la vida.
Pero creo que el legado de Sócrates es infinitamente más amplio y de mayor trascendencia que el proceso que culmina con su condena a muerte, y me parece que la obra se centra demasiado en ese aspecto, y no profundiza en su pensamiento.
Como digo, me ha parecido un acercamiento ligero al personaje, que se reduce a su defensa en el juicio, enfrentándose a quienes consideraban que estaba socavando las normas de la sociedad en la que vivía, (cosa por otra parte cierta), y al comentario de cuatro anécdotas de esas que han llegado a todos nosotros a través, en parte, gracias a los escritos de su discípulo Platón, y en parte debido a, posiblemente, la leyenda que se trazó siglo a siglo.
En el texto de la obra, y cuando Don Mario Gas, nos describe la muerte del filósofo, se reconoce de forma casi literal, la descripción que Platón, nos deja en su Fedón de la muerte del filósofo..
Seguro que la intención de este autor no era la de dejarme la sensación del “corta y pega” de Wilkipedia, pero no lo consiguió.
Me gustó mucho volver a ver a Doña Amparo Pamplona en escena después de tanto tiempo, y su interpretación de Xantipa, sin emocionar, fue correcta, a pesar del texto que tuvo que declamarnos, ya que fue utilizada por el autor para demostrar como Sócrates utilizó la mayéutica, para quitarle a su hijo un cabreo doméstico con su madre, la insistencia de la mujer de que el filósofo era un buen hombre, y sanseacabó. Bueno, no vamos a pelearnos por eso.
Ya veis, como tantas veces, salgo de un espectáculo sin emocionarme, con la sensación de que me he enfrentado a una estética huera, y que he perdido la oportunidad de profundizar en un tema interesante.
Como venía diciendo, este espectáculo, se limita a transmitirnos la idea socrática de la libertad, hace del personaje un transmisor del mantra “la verdad es lo que yo transmito”, qué malos los atenienses que se dejan embaucar por los corruptos y me condenan, que buenos mis amigos, que poco soy y que poco (o nada sé), que cascarrabias mi mujer, que, eso si, a toro pasado, reconoce que yo era un buen hombre, y poco más.
La reflexión de que la verdad está con Sócrates, en su boca, me parece un detalle poco…fino, diría yo. Lo mismo es cierto, y ya está, pero no creo que un pensador de su talla llegara tan lejos, ya que la verdad no la tiene nadie, todos tenemos trozos de verdad, y hasta bienintencionados, pero de ahí a la mayúscula, hay un buen trecho, y ayer en la obra lo reducían enormemente.
Lo más probable es que yo no captara el matiz, que una cosa es sentarse en una butaca una hora y media, y otra muy distinta es elaborar una obra durante meses posiblemente, someterla a discusiones, interpretarla, y posiblemente mejorarla cada día, pero es mi opinión, de asno, posiblemente, pero de asno que no da coces, faltó profundidad, sobraron estereotipos, faltó análisis, se hizo hincapié en aspectos que pudieran traer al público hacia la situación actual de nuestra sociedad trufada de corruptos.
Haré, sin embargo unos ejercicios de oratoria, para mejorar un poco mi dicción, e intentaré la próxima vez que me enfrente con una pregunta, contestarla con otras preguntas que lleven a mi interlocutor a encontrar el camino de la solución de su duda, demostrando que ayer, en clase, en el aula del matadero, estuve, cuanto menos, un rato atento.
Por fin se me permitirá, que apostille el título de la obra, “Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano”, con el matiz de que no se juzgó a un ciudadano, se juzgaron ideas, se juzgaron amenazas al poder establecido, se juzgó a la corrupción de la ciudad, la necesidad de libertad de pensamiento y de expresión social y religiosa.
Fue en las costillas de un ciudadano, pero no fue contra él el juicio, fue contra su mensaje, que además tenía la particularidad de que no se vendía.
Sé perfectamente que este juicio lo hacemos cada día, y en España, a cada momento condenado a muerte todas y cada una de las ideas que no son nuestras, que nuestro sentimiento tribal es muy fuerte, y somos capaces de dar la vida, si se tercia, por defender nuestra cabezonería a la que llegamos a llamar verdad si se tercia.
Así que quizás Don Mario, y Don José María, quisieron darnos esa lección de segundo de E.G.B. que parece muchos no han digerido aún, y yo no estoy agradeciéndolo, pero si lo hago, que sé que lo necesitamos, que perfectamente reconozco nuestras dificultades a la hora de entender, aceptar e incluso poner en práctica puntos de vista y soluciones que nos son ajenas.
Debemos pasear más por el ágora con algún maestro, y en esto le doy la razón a los autores del espectáculo.
En este punto, es donde noto la falta de independencia de nuestro teatro, (si es el caso), creo que sin el dinero oficial*que ha soportado la producción, la obra hubiese ido por otros derroteros, hubiese tocado puntos más sensibles del pensamiento socrático, habría dado más posibilidad de discusión a los personajes, y hasta quizás hubiese tenido una mayor duración….no lo sé pero tenía un tufillo la cosa de oficina de burócratas de esos de “cultureta populachera”.
La lástima es que llegará a pocas personas, a pesar de que se haya hecho a golpe de dinero público, que esto no es una teleserie, ni siquiera un “computer game”, y requiere un mínimo de atención para captar algún mensaje. La cosa se reducirá a los pocos miles de españoles que decidamos ir al espectáculo, siendo así que el mensaje seguirá siendo de minorías que posiblemente ya lo conozcan y apliquen.
Buenas noches, y buena suerte
*Coproducción según el programa de mano del Teatro Romea, Festival Internacional de teatro clásico de Mérida, Grec 2015 Festival de Barcelona, y Teatre-Auditori de San Cugat

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