Sudán del Sur. La guerra de los pobres

Todas las guerras son contra los más desfavorecidos, pero hasta en esta categoría de desfavorecidos hay clases, que no es lo mismo ser desfavorecido en Siria que en Sudán.
El domingo cayó en mis manos un artículo de “El Mundo”, en el que se hablaba de esta guerra interminable de Sudán del Sur, la de los seres humanos más míseros del planeta. Me dio por mirar un poco más allá de las consideraciones del periodista, y me encontré con un espectáculo dantesco, que aún hoy no he podido digerir, ni creo que pueda.
Pocos de nosotros somos capaces de recordar desde cuando hay un conflicto armado en esa parte del mundo, y mucho menos las razones por las que se inicia.
No voy a recordar que la pata inglesa anduvo por allí, ni siquiera que la zona está poblada por diferentes etnias nilóticas, como los dinka o los nuer, ni siquiera pienso recordar que los otomanos creyeron dominar la zona, y tampoco recordaré que el Islam nada pudo hacer por intervenir con su fe en la parte del mundo, donde las creencias animistas estaban fuertemente ancladas.
Ni siquiera voy a considerar que una cosa son los deseos de los gobiernos occidentales en definir estructuras de estado en áreas del mundo en las que se vive de otra manera, con valores que al no ser comprendidos, simplemente se intentan destruir por la fuerza. Que no nos entra en la cabeza, que el mundo no es todo como Washington Square, Oxford Circus, o la Place Concorde, ni quiere serlo.
Este deseo imbécil fue lo que condujo a la creación en 1956 de una República del Sudán, se calmó así a los miembros de los clubs británicos de Chelsea, por supuesto. “Ya tenemos otro país como nosotros”, debieron pensar, y siguieron tomando el té.
Pero esas decisiones de trazar fronteras con lápiz en servilletas del “country club”, con una buena pinta delante, tienen sobre el terreno consecuencias terribles, ya que, al final se intenta meter zorros y gallinas en el mismo corral, y eso normalmente produce sangre.
Como la que a poco de esa decisión empieza a producirse, en la primera guerra ¿civil? Sudanesa que se extiende desde 1955 hasta 1972, produciendo más de medio millón de muertos, a vueltas con la secesión del hoy reconocido territorio de Sudán del Sur. Pongo el signo de interrogación porque civil se aplica a un país, y en Sudán eso no existe, son etnias diferentes las que luchan entre si, hoy, ayer, siempre.
Esa guerra se retoma en 1983 hasta 2005 momento en que se reconoce un derecho de autonomía a los territorios del sur.
Eso sí, habiendo terminado con la vida de casi dos millones de personas, y cuatro millones de desplazados, en el conflicto armado más sangriento tras la segunda guerra mundial.
En 2011 se celebra un referéndum de secesión que con más del 90% de los votos a favor de la creación de un nuevo estado, culmina en la creación del país más moderno del mundo.
Pero la cosa no se tranquiliza, ya que en 2013, comienza otra guerra en Sudán del Sur, esta vez con tintes étnicos entre dinkas y nuers, pero realmente oliendo a petróleo, a materias primas, y a tribu.
El artículo de “El Mundo” al que hago referencia se publica el 14/05/2017, por Alberto Rojas y fotos de Albert González Ferrán, y se encabeza con el titular escalofriante de
“EL INFIERNO DE SUDAN DEL SUR: MATAD A LAS MADRES. A LOS NIÑOS. QUEMADLO TODO”
http://www.elmundo.es/internacional/2017/05/14/58ee72d4e5fdea3f558b45f7.html
Las descripciones del articulista no soy yo quien para reproducirlas, pero sugiero que alguien les eche un vistazo, porque a más de una sensibilidad hará que se le salten las lágrimas.
En esa guerra olvidada, endémica, que tiene más de un siglo, casi se mata a pedradas, quiero decir, que el armamento es obsoleto, que nadie tiene dinero para comprar armas modernas, y hay que usar lo que se tiene, machetes, viejos rifles, odio, y más odio, ya que lo que se busca es el genocidio de una de las etnias, la nuer, por la de los dinkas gubernamentales, aunque en cualquier momento puede cambiar, y revertir, ya que los frentes no se mueven.
Pero el país utiliza los peores elementos de guerra, que es el ataque contra mujeres, con violaciones masivas, ya que el saqueo y las violaciones son la paga de la soldadesca.
Hasta aquí los horrores del genocidio que posiblemente esté en marcha, sin que los cascos azules de la ONU en el territorio puedan o quieran terminar.
Seguro que hay razones legales para la no intervención de esa fuerza de contención, y como no mueren yanquies, pues no pasa nada, no se invierte dinero en arreglar ese problema endémico que es la muerte de los más desfavorecidos.
En mi telediario no dicen nada de esto nunca, es una zona a la que no se atreven a trabajar ni las ONG más valientes, que en esta última fase, a machetazos, ya ha había provocado más de millón y medio de desplazados, y decenas de miles de muertos, uno a uno, a sangre. Mi telediario, ya sabéis, se ocupa de temas importantes, de esos que provoca la política nacional y la propaganda de los partidos, en todas las cadenas, en todas las emisoras.
Y es que son cosas que no venden, que ya se sabe como son por ahí, gente descreída, que viene bien para derivar unos miles de millones de la ayuda humanitaria a reparar en una mínima parte los dramas cotidianos, que por no tener no tienen ya ni petróleo, que se redujo su producción a la mitad, y el precio también.
Así no hay quien sostenga una guerra, y menos que pueda acabarla, ya que los recursos mineros y el petróleo producen unos 25 mil millones de dólares al año, de los que el 40% está en manos chinas….y el resto de los beneficios en cuentas particulares en paraísos fiscales de todo el mundo, o en cuentas de la City, de Suiza, de….
Se defiende buenamente la producción del enemigo, y el dinero se saca fuera, lo antes posible, perdón, el dinero no entra nunca, se queda fuera.
Lo siento, lo siento en el alma, pero es lo que hay, el dinero mandándolo todo, matando a la gente, petróleo, minerales de sangre, de sangre de la tribu rival, de sangre de mujeres violadas, de niños asesinados, de venganza de unos contra otros tras la última matanza, de ONG’s, de UNICEF, de Cascos Azules, de a ver con qué nuevo recurso nos hacemos, de a ver si entramos por allí de alguna manera, y abrazan mi fe, que necesito fanáticos.
Porque niños soldados ya tengo, más de diez mil, y niñas productoras de soldados también, que para desfogar a las tropas, están las mujeres de los enemigos.
Lo que más me duele es mi falta de coraje para lanzarme a poner mis esfuerzos en luchar contra esto, que tras esta entrada imprecisa, con datos cogidos de aquí y de allí, lo que ocurrirá es que abra mi botella de cerveza, o de vino. Quizás beba un vaso de agua limpia y fresca de mi nevera, o mire algo por Internet, o me dé cuenta que pertenezco a una especie que puede tratar mejor a sus mascotas que a sus congéneres.
Con su pan se lo coman