Un bel di vedremo

Levarsi un fil di fumo sull’ estremo confin del mare. E poi la nave appare. E poi la nave bianca.
Cio Cio San, desde su casa de la colina de Nagasaki, canta una de las más bellas arias que nunca se escribieron para los teatros de los ricos del mundo. Puccini, hace más de 112 años, con más pena que gloria, y con mucho de chapuza improvisada, mucho cambio, muchas versiones, consiguió, por fin legarnos uno de los mayores tesoros de la ópera.

El cuento de Pierre Loti, en el que se basó parcialmente la obra, Madame Chrisantemo, al parecer recogía unos hechos realmente acaecidos, pero para mí es una imagen de lo que significa el encuentro de civilizaciones, sobre todo cuando una es más poderosa que otra.

Si se me permite una pequeña digresión, diré aquello de que las muertes en escena de las heroínas que nos trae la ópera, me emocionan siempre, o casi siempre, a no ser que el cafre del director de turno me las saque de milicianas a punto de entrar en Brunete, pongo por caso.

El lagrimón se me cae siempre con Mimí, de la Bohème, un poco menos con Violeta, la dama de las Camelias, casi nada con Carmen, que al final da poca pena, y la de Isolda que a la pobre le cuesta una agonía de casi una hora me lleva a la conmiseración…..pero Cio-Cio-San, es otra cosa.

El cabrón de Benjamin Pinkerton, de ninguna manera es capaz de percibir el mundo de delicadeza que la sociedad que estaba visitando pone a sus pies. Una sociedad en la que la mujer tiene un papel determinado trazado desde tiempos inmemoriales, con esa paciencia que lleva la realización de las cosas en Japón, en donde es cuestión de honor la perfección, y el deshonor se paga con la vida.

No es capaz de entender que Cio-Cio-San no le ofrece amor únicamente, quizás no sea eso siquiera lo que le ofrece, le ofrece una forma de vida, la de su cultura, en la que si quieres estar debes comprender, aceptar y posteriormente ejecutar unos usos muy determinados en los que recibirás ciertos beneficios, pero deberás pagar también unos peajes determinados.

Cierto que la hormona juvenil tiene su aquello en la historia, sobre todo para Pinkerton, porque para ella es el inicio de una nueva vida, con absolutamente todo lo que ello conlleva, y no puede imaginar, que Benjamin, se someta a unos ritos nupciales a los que en un solo día deshonraría.

Ese es el reflejo de lo que representa el choque de culturas, que, aunque nos empeñemos en otra cosa acaba siempre con el sufrimiento y la destrucción de la más débil, aunque sea la más sofisticada.
Podemos pensar un poco en los casos que jalonan la historia, y en los que el hecho de ese encuentro ha supuesto la destrucción de tantas y tanta civilizaciones, pero como ando yo ahora preocupado con esas cosas de la China, y Cio-Cio-San, es también amarillita, y los occidentales nos parecemos demasiado a Mr. Pinkerton, que al fin y al cabo sale de nuestra cultura.

Hasta la era Meiji, a Japón no le venía mucho en su libro de estilo, eso de dejar entrara los extranjeros, que para ellos éramos diablos, y los chinos no le anduvieron a la zaga, que hasta que se digirió la era de Mao, digamos que nuestra presencia no era muy bien recibida.

La adolescencia que China está viviendo, les está sirviendo para tener una economía muy alejada de aquella campesina de a dólar diario, y uniforme cuasi carcelario. El romance con Pinkerton parece que aún dura, quedan pocas horas para la amanecida de la noche de bodas, pero la semilla está ya implantada.
Y la semilla es que la China en aras de su modernización, ha hecho de sus ciudades monstruos
irrespirables, están llenando de porquería sus ríos, despoblando sus campos, creando ciudades fantasma, y envejeciendo su población.

Esa modernización sucia, está sirviendo los intereses de Pinkerton, a quien le hacen sus cacharritos, destrozando su ambiente. No sé yo si en Occidente nos cansaremos de sus fábricas o buscaremos otra Cio-Cio-San en la India, o donde sea, llevándonos al niño a que lo peinen en otro sitio.

Si las cosas son así, que nunca se sabe, a lo mejor a la vuelta de unas décadas, no muchas, volvemos a ver los esqueletos fabriles que dejó el comunismo en toda su órbita, como resultado de sus famosos planes quinquenales.

El resultado de la revolución leninista, acabó con desiertos industriales en Rusia, en su cinturón europeo, y en repúblicas como Uzbekistan, Kirguistan, Kazaguistan…con la tierra destrozada, el mar de Aral seco, el Volga con todos los elementos de la tabla periódica flotando en sus aguas….parece lo que está ocurriendo en China, quizás no, pero lo parece.

Los planificadores económicos chinos, quieren ahora que su sociedad transforme la economía desde un sistema productivo, a un sistema económico de servicios, pero a lo mejor ya se han hecho el suppoku, y no se han dado cuenta.

Las cifras que se publican por ahí, indican que casi la mitad del superávit chino de su balanza comercial lo gastan en la balanza de intercambios de servicios, y no es buen negocio, venden coches y teléfonos destrozando su medio ambiente, y compran inteligencia.

Pronto veremos los primeros signos del desenlace, si la caída de la producción industrial china sigue incrementándose, y el posible incremento de las ventas de servicios e inteligencia no cubre la diferencia tendremos que ver movimientos más importantes del lado chino, que devaluar el yen, o hacer caer las bolsas chinas, y por extensión las del resto del mundo, no es suficiente a largo plazo. Los mercados aún no son suyos.

No creo que las tendencias, sean cuales sean tarden en manifestarse claramente más de dos años, Pinkerton tardó tres en volver en su barco de guerra, (Presidente Lincoln se llamaba), y el niño estará lo suficientemente crecido para ver de quién es hijo.

Mi resumen, sin embargo, es que quizás la civilización china, al final sea más fuerte que la occidental en este descubrimiento mutuo, con lo que el suppoku a lo mejor nos lo tenemos que hacer en este lado del Pecos.

Lo que si es cierto es que enfrentamos años extremadamente retadores, donde muchas de las cosas que hemos dado siempre como inalterables van a cambiar, y no sé si estamos preparados para lo que se nos avecina.

A todo esto nuestra doña Carmena, sigue jugando con los chinos locales, a ver quién mea más lejos, y digo yo que alguien tirará la toalla en la Plaza de España, y al chino lo veo muy tranquilo.

Buenas noches, y buena suerte

Un comentario sobre “Un bel di vedremo”

  1. Que bonito.. lo digo ppr el principio… lp que escribes de la ópera… no olvidaré nunca como se murió esa Cio Cio San china que nos cantó en el Liceo….
    El resto… parce que no aprendemos… China al final nos guste o no va a arrastranso a qué sabe qué…. en fin.. pensaré en la Bohemé que nos toca en verano!!!!

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