Uni doli treli catoli

Esto de las metas, los records, libro Guiness incluído nunca me ha hecho demasiada gracia, que soy poco competitivo, y con los años mucho menos, y mi grupo está con los de Fray Luis de León, que la vajilla de fino oro labrada sea de quien la mar no teme airada.

Hombre, que diría mi amigo el gallego, como temer a la mar airada, tampoco se la teme mucho, con no acercarse ese día ya vale, que para nadar un poco, te acercas a cualquier calita, de esas tan chulas que tenemos por mi tierra en un día de esos tranquilos, y hasta te lo pasas bien.

Es decir, las cosas en su justo medio, sin exageraciones, que empiezas como esa Anna, ginebrina ahora, y cuando te quieres volver persona, no te reconoce ni el portero de tu finca urbana.

Y a mitad de los mil ando, que esta entradilla en la bitácora es la que me indica el programa de ordenador es la número quinientos en casi tres años. Me lo dicen, y no me lo creo.

Como no había demasiados objetivos previos, de esos medibles, que diría un nuevo ejecutivo de multinacional, todo lo que ha pasado por estas páginas, ha sido subjetivamente válido, que no ha estado nada sometido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, o al control de competidores, vamos a nada de nada, ha estado sometido a lo que me ha dado la real gana, y ni siquiera al juicio de quien me haya leído, que la lectura es voluntaria y gratuita.

Lo que si agradezco sobremanera es la cantidad de comentarios que he recibido de alguno de vosotros, aunque en mayor medida de la que me apetecía, han tenido que compartir espacio con correos no deseados empeñados en venderme cualquier porquería disponible, desde la tal Viagra, a suscripciones a páginas porno, pasando por asesores de estilo, asesores financieros, asesores sentimentales. Lo que quieras.

Y es que estas cosas del mundo virtual tienen su Yang, que casi siempre, o siempre al final de la sucesión matemática, equilibran al Ying. No hay forma humana de utilizar estas herramientas que la tecnología nos ofrece, sin pagar un precio, demasiado alto, me temo, en términos de pérdida de libertad, y de cesión de espacio vital, al menos en cuanto a lo que se refiere al área de la privacidad intelectual.

Cosas de los tiempos, que lo que con una mano nos dan, con la otra nos roban la cartera.

Pero dejando a un lado los aspectos más incómodos de estas quinientas entradas en mi bitácora, puedo decir que hasta hoy me lo he pasado bastante bien, ya que he cumplido el escribir sobre lo que me da la gana, cuando me ha dado la gana, y con los errores que surgen de la espontaneidad, que muchas veces ni siquiera he utilizado el corrector ortográfico en la confianza de que como me hicieron leer de niño a Juan Ramón Jiménez, si se cuela una jota donde debería caminar una ge, el texto se leerá, y todos tan felices, o no.

Sé que a algunos de mis amigos aún les debo la vaga promesa de liarme a escribir un libro, de esos que van acompañando al árbol que debería haber plantado y a los hijos de tu mujer, que parece son las tres cosas importantes de esta vida, y quiero decirles que este curso tampoco va a tocar lo del libro.

Y es que cada vez que me pongo a desarrollar na idea original resulta que no lo es, que siempre hay alguien que me ha tomado la delantera, y uno no tiene la técnica literaria suficiente para el sorpasso al tema del que se trate. Que si crímenes en un tren…puaff, la Christie lo deja cerrado, o los de extraños en un tren del gran Hitchcok, insuperable, que ves que hay inconscientes que te escriben bodrios como la chica del tren, y claro te desanimas.

Por no entrar en la ciencia ficción, en el terror, en lo fantástico, que desde el microorganismo asesino, hasta los espacios cerrados de Stephen King, o los abiertos de Asimov, la cancha que te dejan es muy escasa, es nula.

Si vas por lo sobrenatural, Juan Rulfo y su Pedro Páramo lo hace imposible, si por las fiestas españolas tito Ernst te cierra el camino. Y el Camino, ¡Ay! el Camino.

Si te vas a lo esotérico, a la esencia de la semiótica, te das de cabeza con Eco, si vas a Egipto chocas con Jacq, si a Sudamérica entre Gabo, Asturias, Borges, Paz, y tantos otros te demuestran que tema tras tema, personaje tras personaje, sensibilidad tras sensibilidad, ya han tenido el filtro magistral. Hasta los norteamericanos me han cerrado puertas, en los mundos infantiles de Twain, la novela negra desde Poe a Hammet o Elroy, las aventuras de la mano de London…

Hasta cuando me pongo a ver qué es lo que pasa por mi pueblo, choco desde Somoza al Candel, desde Marsé a Vila y Fabra, desde Pla a Capmany.

Así que no hay peligro, que prefiero soltar desde esta bitácora, pequeña, ramplona, mal escrita, las paridas que se me caigan a las yemas de los dedos, que daño, por el momento no se lo he hecho a nadie, y si ha sido así y no me he enterado, que usted disimule.

Como por el momento sigo vivo, no cejaré en el aquel de seguir por esta senda del bitacoreo, que al final no es más que un pasatiempo, y una forma de dar a conocer desde el mismo centro de mi soberbia, la forma en que reacciono a los estímulos que me lanza el entorno, el ecosistema en el que me muevo, y espero que dentro de tres años pueda decir que he llegado a los mil o a los quinientos uno, que son cosas que nunca se saben, y además las carga el diablo.

Aprovechando que no quedan madrileños en Madrid, me voy a dar un paseo por provincias, que según veo, andan todas, autonomía tras autonomía paseando por la Gran Vía, y siempre me ha gustado el olorcillo a tufarro, sobre todo cuando no me paro a deleitarme, que el horno no está para bollo,.

Nos vemos