Unos zapatos para caminar

Llevo toda mi vida quejándome de que si los políticos esto, que si la información lo otro, que el no se qué lo de más allá, y hoy me da en los hocicos una de esas frases lapidarias digna del mejor caralibro que me ha puesto a pensar, y bastante.
Encima el Callejo, va y cuenta un cuento de un chileno de cuyo nombre no puedo acordarme, en la misma línea de la frasecita.
Así que empezaré por el cuento resumiéndolo buenamente:
Érase que se era un sabio que estaba estudiando en su gabinete, cuando de pronto su hijo pequeño, entró con cara de querer ayudar a padre.
El padre para quitárselo de encima le propuso un juego, cogió un planisferio de una revista, lo recortó en muchos trozos, y le propuso al niño que lo recompusiera, con la esperanza que o bien no pudiera, o al menos le llevase mucho tiempo.
Aunque el niño nunca había visto un planisferio, al rato le dijo a su padre que ya lo había arreglado, enseñándoselo, efectivamente bien concluido.
El padre le preguntó, que como lo había hecho ya que evidentemente no conocía el planisferio.
La respuesta del niño hizo pensar al sabio, ya que la solución la encontró al darse cuenta de que en el dorso había un dibujo de un hombre, así que recompuso al hombre y dejó arreglado el mundo.
La frasecita, es consecuencia de este cuento, y es que es más sencillo encontrar unos zapatos cómodos que alfombrar toda la tierra. Total nada.
Y al final va a ser que es cierto, que a lo mejor debemos dejar ese antropocentrismo, que cuando se individualiza puede dar en egoísmo, que a los humanos nos encanta decir aquello de qué mal está todo, que poco me gusta lo que me rodea, que no viene nadie a resolverme los problemas, que quién fuera San Isidro labrador que venían los ángeles a labrarle la tierra, que no hay forma de pillar la Primitiva. Todo antes que una buena autocrítica, o una auditoría honesta que te diga por dónde andas descarrilado, un asesor que te sugiera un camino, y desde dentro ponerse a currar y procurar adaptarse con unos buenos zapatos al camino que tienes delante, que eso de alfombrarlo es mucho más complicado.
Cuando uno piensa que el problema es el entorno, algo desgraciadamente muy corriente, y que en demasiadas ocasiones es lo que primero se nos descuelga al coleto, intenta soluciones relacionadas con intentar modificarlo, es decir alfombrar la tierra.
Me acuerdo de uno de esos ministros prepotentes que dio el PSOE, (los del PP también dieron los suyos, que no es eso), Don Carlos Solchaga, asombrábase de que los españoles no se hubieran dado cuenta de lo fácil que era dar un pelotazo. Que él veía a muchos de los suyos y de los otros subidos al carro de la fortuna, y no sé cuántas zarandajas sinvergonzonas. Y eso es intentar modificar el entorno, con la consecuencia de que aquello que te llega con facilidad, sin la debida preparación, sin el esfuerzo adecuado, se transforma en una herramienta que normalmente no se sabe manejar correctamente, y las consecuencias no son buenas a medio y largo plazo.
Los zapatos que hay que ponerse son, como todos sabemos, los del esfuerzo y los del conocimiento obtenido solamente con esa herramienta, que la ciencia infusa produce monstruos.
Es entonces cuando el entorno será amigable contigo, cuando dominarás tu mundo, sin cambiarlo.
Nuestro entorno ha cambiado este siglo de forma importante, y los humanos occidentales aún no hemos sido capaces de adaptarnos a los nuevos condicionamientos que os está exigiendo. Ha cambiado la velocidad a la que se desarrollan las cosas, ha cambiado la forma de comunicación entre nosotros, ha cambiado hasta la forma en que nos llega la información.
Y cometemos el error de quejarnos, cuando quizás lo que debamos hacer de forma individual, que la colectiva llega por añadidura, es esforzarnos en entender dónde estamos, y desde ahí intentar buscar esos zapatos que nos permitan andar el camino por los nuevos parajes de este milenio.
Desde luego, yo no soy quien tiene las soluciones, que estas no son globales, que se deben aplicar de forma individual, en función del camino que desee cada uno seguir.
Pero si soy quien para darme cuenta que las líneas marcadas para el más de los ciudadanos son las del poco esfuerzo en el aprendizaje, y en la exigencia de que sea todo inmediato que mientras más se insista en la negación del camino que hay que seguir para obtener aquello que se desea o se necesita para la realización personal.
Y esto ahora es tremendamente importante, ya que los cambios en el entorno que nos está trayendo este milenio, son tremendos, de forma que en la elección de zapatos para caminar esos nuevos caminos estará la clave de la supervivencia, ya que no en la queja y en la llantina.
Ya seguiremos hablando de estas cosas, pero deberemos prepararnos a la irrupción de pérdidas de libertad por la desaparición del dinero contante, de forma que todas, absolutamente todas nuestras acciones relacionadas con transacciones comerciales estarán controladas, ¡buenas noticias para Don Montoro!, pero malas para nuestra intimidad.
Como mala para nuestra intimidad es la violabilidad de nuestra correspondencia, que antes era sagrada, o la desaparición de muchas de las profesiones que habrán de llevarse por delante cosas como la eclosión de la inteligencia artificial, el desarrollo de la robótica, y tantas y tantas otras cosas que tenemos en el alero.
Las formas de vida de las nuevas generaciones deberán pasar por conocimientos que estando hoy disponibles, posiblemente no entren dentro de los considerandos de sacrificio que exigirán a los individuos la adaptación necesaria para caminar la nueva tierra.
La pena es que en este nuevo siglo tenemos una ausencia de líderes morales en occidente, los caminos del pensamiento están hueros de moral constructiva, que a veces pienso que es solo el becerro de oro lo único que nos queda.
Pero seguro que me equivoco, y el Hombre está en algún punto empezando a recomponerse, porque realmente lo necesitamos si queremos reconstruir este mundo que hemos destrozado durante el último siglo y medio.
Buenas noches, y buena suerte

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