Mi amigo Abe está que se sale, que empezó el hombre con el asunto de los Abenomics, que se le están haciendo los japos más viejos de lo que él se podía imaginar, con lo que ello acarrea.
Y es que en cuanto cumplimos años, nos damos cuenta de que la tele que tenemos en el salón es de toda la vida, es de casa, que no la vamos a cambiar por una Mark 3 estratosférica, que para lo que se ve por la lámina tonta ya vale nuestra vieja amiga, y claro no hay demanda de teles, ni de coches, que por mucho que ahora digan que el viejo diésel contamina, nos hemos aprendido la lección, y el nuevo híbrido con retroalimentación crepuscular, pues va a ser de quien la mar no teme airada.
Encima, los chavales con tanto móvil, con tanta electrónica, andan todos enamoriscados de una imagen en tres D, suministrada hábilmente a través de sus maravillosas gafas de realidad virtual, y a Chuchita me la tienen abandonada.
Claro que Chuchita tampoco ayuda, que los japos desde lo de Manchuria tienen fama de rijosos, y eso no añade incentivos a la hembra local, que parece se nos queda con cualquier héroe del manga que le gusta lo mismo y no le mancha la entrepierna.
Así que no hay nuevos japonesitos suficientes para que los amigos de Sony coloquen teles nuevas en los hogares de los jóvenes llenos de esperanza en el futuro, y la inflación, pues nada, que lleva yendo hacia atrás demasiadas décadas, vaya desde que la bolsa llegó a los cuarenta mil y pico, y hoy por los veintipocos mil.
Don Abe ya no sabe que hacer, que las soluciones imaginativas no parece que le consigan cuadrar el balance. Es más, que se le va todo el humo en pensiones, que encima los viejecitos, con tanto comer algas, sushi y sashimi, resulta que no los matan ni a tiros, que no me los suben a lomos de hijo a las cumbres del Muruyama, para qe acaben sus días con la sonrisa del deber cumplido.
Y piensa el hombre, que a lo mejor la cosa es que con eso de la globalización se nos ha ido la mano a la hora de compensar el trabajo por cuenta ajena, y como un añadido más a la vejez, a la falta de interés en la reproducción de la juventud, se une el salario de miseria que dice el señor de Sony, o de Nissan, que me da lo mismo, hay que pagar para dar algún beneficio, y no nos metan por donde amargan los pepinos una OPA hostil, y se queda el señor Consejero Delegado sin pasta para el amarre del treinta metros en Osaka.
Por lo menos piensa el hombre como muchos dirigentes occidentales en eso de que se les ha ido la mano a la hora de permitir que tanto y tanto dinero y esfuerzo haya cambiado a zonas donde se trabaja en régimen de semiesclavitud, y desde luego lejos de las condiciones que los movimientos obreros han conseguido en Occidente.
Así que se ha conseguido quitar el dinero a los clientes, y nos empezamos a quejar de que no compran el último cacharro, el último coche, el último trapo, y es que han conseguido crear una clase de indigentes con trabajo, a la que se le ha venido en llamar de la forma que ustedes quieran, pero que en USA, en Alemania, en España, y pronto en Francia, por no hacer exhaustiva la lista, hay millones de personas, entre el veinte y el veinticinco por ciento de la población, estén en riesgo de pobreza, teniendo trabajo.
Con salarios de 8 euros hora, es muy difícil, siendo además el trabajo precario pagar en Alemania una habitación de cuatrocientos euros al mes, y el caso afecta a diecisiete millones de trabajadores, no lo olvide nadie, y las cifras son similares en todo Occidente.
Así que al bueno de Abe, que ve además como le vuelan los misiles norcoreanos, tiene que gastarse una pasta en el ejército que le desmanteló Eisenhower, y que empieza a necesitar, y el consumo no tira, sus multinacionales hacen más trampas de las que pueden soportar sin sonrojarse, más o menos como todas las multinacionales, que con tanta regulación para proteger al consumidor, no hay quien haga un duro de beneficio a fin de mes, y encima los chinos al lado copiándole hasta el color de los trenes.
Solo se le ocurre, pedir a sus grandes empresas que suban los salarios a sus empleados, por favor, a cambio, claro de una bajada en el impuesto de sociedades. Y es que a lo mejor el señor Abe, y no voy a discutirle demasiado, que de estas cosas no entiendo, persigue dos objetivos para que compren sus conciudadanos el nuevo televisor curvo de Sony, con función masturbatoria incluida.
El primero podría ser el devolver parte de los impuestos a la sociedad laboral, y mira que curran estos japos, que se mosquean con ellos mismos cuando se van de vacaciones, ya que consideran que sus compañeros harán su trabajo y les parece injusto. Bueno, pero es una forma de reconocer por parte del estado que el nivel de depredación fiscal ha llegado al punto de que no es útil para nadie, que la gente se adapta al entorno más rápido que las instituciones, y las cuentas no salen a la hora de montar los escudos antimisiles que quiere venderle Tito Trump.
Y la segunda, quizás esté relacionada con el hecho de que en los paraísos fiscales se vive muy bien, y con impuestos bajos, a lo mejor montan un país “low cost”, y se le montan las multinacionales en Kioto o en Osaka, que siempre acaban dejando unas perrillas, y no te digo si nos hacemos opacos del todo, y empezamos a recoger el dinerito de los tráficos legales, de los sobornos, de las mordidas, y de todas esas cosas tan productivas y tan lejanas al currito de ocho euros la hora, menos de cuarenta horas a la semana, y con menos de un mes de duración de contrato.
Él verá, pero que se ande con cuidado, que anda el comisario europeo Moscovici, alardeando de que va a preparar una lista negra de países a considerar como paraísos fiscales, no sea que lo incluyan, y entonces no sé yo.
Claro, que me he enterado que en esa lista no está Luxemburgo, ni Suiza, ni El Vaticano, ni las Islas de Canal, con Jersey a la cabeza, así, que por favor dejen todos ustedes de tocar las pelotas, que no está ya muy mayor para estos farolillos.
Con su pan se lo coman, (menos el 40% de I.R.P.F., claro)