Bradbury, Huxley y Orwell


Los pongo por orden alfabético, para que no se diga, pero al enfrentarme a sus obras más representativas para lo que quiero desarrollar, tanto monta monta tanto.

Y esas obras a las que me refiero, son, como ya se pueden ustedes imaginar, Farenheit 451, Un mundo feliz, y 1984. Obras que no solo nos describen mundos que allá por la primera mitad del siglo XX, suenan mucho a futuro incierto, sino que me plantean hoy la reflexión de lo que de proféticas tienen.

La base común es la existencia de sociedades regidas por regímenes autoritarios, élites, o directamente dictatoriales en forma de castas que intentan neutralizar la libertad del ser humano, su creatividad y su posibilidad de desarrollarse fuera de unos cauces estrictamente marcados por el poder.

Bradbury y Orwell buscan el camino de la represión, cambian la historia por las bravas, y obligan a los ciudadanos a actuar de una forma, en demasiadas ocasiones, contraria a su deseo, o a su necesidad. En ambos casos lo que consiguen es rebeldía, y esa rebeldía, al final supone un riesgo para el mantenimiento del orden social preestablecido.

La caída del régimen soviético, en donde la represión intelectual, acaba volviéndose contra el régimen es un ejemplo palmario y acaba con él, si hablamos de algo más cercano, nuestro régimen franquista sufre el mismo final, por las mismas causas. El legado de Franco, se diluye en poco tiempo, y las sociedades que ocupan el espacio liberado inician caminos nuevos.

Hasta ahora no hemos hablado de libertad, ni cuál es es estado de Rusia ahora, o de España. En el primer caso, sigue el mismo patrón de reprimir el desarrollo de la creatividad humana por la fuerza, y aparentemente siguen sus ciudadanos intentando reaccionar contra la tal situación. Posiblemente lo consigan, o quizás no.

El asunto no es tanto si se consigue un hálito de libertad o no, el asunto es si la fuerza y el terror son eficaces para mantener una estructura de poder sobre la gente, y yo creo que no, contra eso el ser humano reacciona, ya saben ustedes, la violencia genera violencia.

Prefiero la posición de Huxley, que directamente elimina la variedad humana, define las castas que se producen de alfa a epsilon según las necesidades sociales, las integra en una cadena de producción , a lo Henry Ford, y a sacar Ford T, o Mustang según convenga. 

De hecho, y Orwell también lo hace, intenta que la gran masa de seres humanos, estén idiotizados, el SOMA de Huxley y el mensaje que Truffaut sitúa en el metro «No piense, diviértase» es todo un paradigma. Las castas de Orwell son más bravas, pero al final se trata de que los beneficios de las sociedades, caigan sobre una élite, y el resto sobrevivan en el convencimiento de que eso es lo mejor a lo que pueden aspirar, Orwell acaba con la ¿libertad?, usando la tortura.

Las novelas, que supongo conocéis, y tenéis en vuestra mesilla de noche, junto con «El príncipe» y el «Arte de la guerra», van por su camino, y siempre aparece, como en La Fundación, un «Mulo», que lo revienta todo. 

Hay un dolor común en las tres, y es que el marxismo aún duele. A Huxley porque lo tiene encima, (A british distance, of course) a Orwell y a Bradbury porque ya saben qué significa, aunque en su aura romántica se sienten demasiado cerca de lo de protección a las clases desfavorecidas que conlleva ser de izquierdas moderadas.

Me hace mucha gracia que Bradbury nos comente, que eso de quemar libros le viene de Mcarthy, al que veía con cara de hacer una pira como la de la Humboldt, y lo tenía de los nervios, que la tal caza de brujas con la que convivió era apechuscante como poco.

Pero sigamos con estos mundos distópicos, y con una característica que hay, creo yo, que tener en cuenta, y es el lenguaje. Para eso Orwell se inventa el Ministerio de la verdad, todo un laboratorio de manejo del lenguaje, para influir en lo que las personas (permitan ustedes que use ese término hablando de manipulación del lenguaje, que no es lo mismo decir súbdito, ciudadano, el pueblo…) ya que nos crean en el cerebro imágenes y conceptos diferentes, de forma que su utilización derivan el entendimiento del concepto hacia donde el manipulador desea. Cada vez que oigo que en España tenemos un Ministerio de Igualdad, se me viene el mundo distópico de Orwell encima desbordándose.

¿Cómo nos defendemos hoy los individuos (no súbditos, no ciudadanos, no parte del pueblo) de todo esto que alguien (en singular o en plural reducido) ha diseñado para poder dirigir según sus intereses a la sociedad (nunca nuestros intereses)?. Mala respuesta tiene la tal preguntita, y a poco que nos demos cuenta, caeremos en que hay una lista casi infinita de simplificación del lenguaje, que evita la puesta en marcha de los mecanismos de discernimiento basados en los estímulos que las palabras y los matices crean en  nosotros. Esa es la base de la discusión, del entendimiento del entorno.

Orwell lo explica muy bien cuando habla de como el Ministerio de la Verdad, va reduciendo el vocabulario…..»No necesita decir que algo es malo, di que es «no bueno» y no digas que es excelente, dí que es bueno+. 

En fin, ya sabéis, «La guerra es la Paz», «La libertad es la esclavitud», «La ignorancia es la fuerza», y sobre todo potenciar la existencia de un enemigo común, externo e inalcanzable, en el que verter los famosos dos minutos diarios de odio. Por cierto hoy es lo que nos toca a los españoles en Sudamérica, que tenemos a políticos acorralados que nos necesitan de enemigos para tapar sus vergüenzas….

Con estas premisas, por lo menos, podremos identificar varias cosas:

El Gran hermano, no está en grandes pantallas públicas, lo llevamos en el bolsillo. Nos ve siempre, nos escucha siempre, nos lee siempre, y además, le decimos lo que pensamos. Es más, si no pensamos como «se debe», hay mecanismos para redireccionarnos a las áreas que seamos útiles al «poder». Los famosos algoritmos, nos pueden redirigir hacia donde convenga. Lo saben todo de nosotros. Lo tienen fácil. 

El Soma de Huxley, también está en esas pantallitas. El juego que nos hace más felices está a nuestro alcance de forma automática, y dedicaremos horas y horas a poner la bolita en su sitio, o en matar al malo, en vez de analizar nuestro entorno, para poder tomar libremente nuestras decisiones. 

¿Y la neolengua?, pues sí, estamos perdiendo palabras en las redes sociales, de forma que en aras de la inmediatez, quitamos letras, reducimos vocabulario, y con ello reducimos nuestra comprensión del entorno, de forma que lo que nos queda es el «No pienses, diviértete».

Y lo siento, Mr. Bradbury, ya no es necesario quemar los libros. ¿Para qué?, ya no leemos, hay cosas que nos entretienen más con mucho menos esfuerzo, y por cierto, no cesan de crecer en número.

Yo puedo acordarme de las películas que ví, desde que tenía uso de razón hasta que las plataformas audiovisuales hicieron su aparición, que ahora no sé siquiera qué mierda de serie, o de película de la Marvel estoy viendo. Y eso son horas que le robo a mi comprensión del entorno.

Permítanme ustedes que les recuerde algunos malditos eufemismos que suenan a orwelianos, y que hoy, con cierta perspectiva, pueden darnos la dimensión de lo que sucede.

«Esta guerra es para llevar la democracia a Irak»..George Bush.

«Estamos sufriendo un crecimiento negativo» Cualquier político durante la depresión de 2008.

«La crisis sub prime» Para definir la depresión del 2008

«No es un despido, le estamos dando la posibilidad de que descubra nuevas vías de desarrollo personal» Paradigma de ¿Quién ha robado mi queso?.

«Hay que ir a la moderación salarial», ¡como si los salarios en algún momento se hubieran desmadrado!

«La flexibilización del mercado de trabajo es la solución», A nadie le gusta un esquema rígido, aunque sea el que mantenga los derechos de los más.

Y así….»ad nauseam»

Podemos seguir con las falsas noticias que se nos aparecen a cada esquina, y de las que cada día tenemos menos posibilidades de defendernos, ya que se nos mezclan con una multitud de impactos, en los que hay verdades y mentiras.

En definitiva, parece que se ha conseguido, al menos en el mundo occidental la capacidad de análisis y de conocimiento de la realidad de nuestro entorno, se ha reducido, en las dimensiones apuntadas por estos tres escritores, y veo difícil la marcha atrás. 

Y es que a la edad en la que mi generación leía Moby Dick, las aventuras de Tom Sawyer,  las aventuras de Kipling, London, o la picaresca española, por ejemplo, hoy se está navegando en zonas exentas de un lenguaje que facilite el desarrollo del sentido critico, y consecuentemente direccionar a esas generaciones va a estar chupado.

¡Nos están dando por donde amargan los pepinos!