El peor viaje de este mundo.

Cuando me pongo a considerar lo que realmente es un mal viaje, se me vienen a la cabeza varios ejemplos, que aunque de alguna forma se rodearon de cierta aura romántica, no dejaron de ser chapuzas mal diseñadas por personas que en su desmedido orgullo y arrogancia, consiguieron resultados baldíos, y lo que es peor daños a terceros.
Las expediciones españolas en el continente americano, fueron, en general, duras, pero de alguna forma la mayoría consiguieron aportes importantes al tesoro de la corona, a su interacción con otras culturas, a descubrimientos geográficos, y a la apertura de vías comerciales que justificaron las penalidades que sus protagonistas padecieron.
Ahí están los éxitos de Cristóbal Colón, o Juan Sebastián Elcano, sin ir más lejos, que las pasaron canutas, pero que fueron decisivas para el posterior esfuerzo de la corona española en su expansión por el mundo.
En estas epopeyas, algunas fueron como menciono en el primer párrafo, monumentales fiascos de sangre y pérdidas para todos, como la famosa expedición por el Amazonas del loco Lope de Aguirre. En este punto recomiendo releer “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre” de Ramón J. Sénder, y ver la película, “Aguirre, la cólera de Dios”, un tanto histriónica y con exceso de leyenda negra antiespañola de la creada por el calvinismo centroeuropeo, dirigida por Wener Herzog, con un Klaus Kinski algo pasado de rosca.
El tal Lope un oriundo del valle de Oñate, que cegado por el oro marcha a Perú, y más cegado aún, quizás por “la caló” o las leyendas locales, se hace a sangre y fuego con una expedición por la Amazonia, se empeña en buscar El Dorado, se rebela contra la corona española, y claro, lo acaban apiolando en Barquisimeto, mayormente para que dejase de dar la lata, pero una vez hubo destruido todo lo estaba a su alcance. Todos perdieron.
Sir Richard Burton, escribió un libro “Viaje a las fuentes del Nilo”, donde narra su expedición al lago Tanganika y al lago Victoria, llegando a ser el primer blanco que lo avistó y lo contó.
Curiosamente nunca se habla de quién fue el primer africano que meó en el Thames river, a la altura del Parliament, pero eso es harina de otro costal.
A Burton no le venían bien las normas, así que después de un comportamiento inadecuado, dio portazo al Trinity College de Oxford, aunque hay que reconocerle su cultura amplísima debido a sus viajes, (creo que hablaba más de 20 idiomas), sus libros, sus traducciones de Os Lusiadas, o de las Mil y una Noche.
No le iban nada las normas, así que se coló en La Meca, convenientemente disfrazado, o mantuvo opiniones atrevidas para la época victoriana en temas como el de las relaciones sexuales.
Quiero decir con esto que fue un ilustrado provocador, ya que eso de revolucionario, tampoco le iba demasiado.
Su gran viaje, la búsqueda de las fuentes del Nilo, fue un fiasco, entre otras cosas porque el objetivo del viaje era analizar las posibilidades de comercio en el centro de Africa, para el Imperio Británico.
Los errores de planificación, junto con la inadecuada selección del teniente Speke como compañero de viaje, hicieron que la expedición fuera de alguna forma un fracaso.
No fueron capaces tras infinitas penalidades de cartografiar adecuadamente el lago, y no les quedó claro si habían llegado a las fuentes del Nilo o no. Disputas posteriores por acaparar la fama, una vez en Inglaterra, con traiciones entre ellos, hicieron que ni se encontraran vías de comercio ni las fuentes del Nilo.
Así que las afirmaciones de Speke, de que el lago Victoria era el origen del gran río, no pudo demostrarlas, y ni siquiera Livingstone lo consiguió, que se equivocó de río y se metió en la cuenca del Congo. Finalmente Stanley, el de “Dr. Livingstone, I presume”, más o menos pudo decir algo coherente y demostrable.
Hace unos años, ya en este siglo, una expedición neozelandesa, llegó a un manantialillo ugandés que parece ser la verdadera fuente.
Lo importante para mí en ese momento, es la cantidad de vidas que Burton y Speke se llevaron por delante, gastando una fortuna, para presentar, a sabiendas una mentira a la gran Real Sociedad Geográfica Británica.
Viaje a ninguna parte, vamos. Pero eso sí, quedó un precioso libro de aventuras y penalidades
Robert Falcon Scott, dio origen con su expedición a la Antártida a un libro premiado en 2001 por la National Geographic Adventure, y escrito por Apsley Cherry-Garrad, compañero de expedición de Scott, y uno de los que encontró su cadáver, a pocas millas del depósito de alimentos que hubiera sido su salvación. “El peor viaje del mundo”.
Se trataba de llegar al Polo Austral antes que nadie, y Scott un oficial británico que desarrolló su carrera militar presionado por problemas económicos familiares, unidos a las pocas posibilidades de promoción en la armada victoriana, cometió en una especie de huida hacia adelante, un error tras otro, que culminaron en el fracaso del objetivo marcado que no era otro que llegar el primero al Polo Sur, y volver para contarlo.
De nuevo la arrogancia fue un motor importante en la expedición del Discovery, arrogancia al no utilizar perros en la expedición, y hacerlo con ponys, que pronto se demostraron inútiles para la conquista del Polo. Las disputas con Shackleton por los derechos de expedición, en vez de unir esfuerzos para la empresa, no hizo más que dificultar la consecución de los objetivos.
Así que el noruego Amundsen llegó unas semanas antes, con sus perros bien entrenados, y volvió para contarlo, ya que tenía experiencia, planificación correcta, y el único impulso de conseguir la hazaña.
La consecuencia fue que murieron los que siguieron a Scott, que acabaron como mártires valientes, y poco preparados, claro, siguiendo a un medio iluminado ambicioso. El premio de la Real Sociedad Geográfica Británica fue rechazado por Amundsen, ya que fue medio acusado de escaso “fair play”, y tuvo que escuchar que quién realmente fueron los conseguidores de la gesta fueron sus perros. El orgullo y la arrogancia británica en todo su esplendor.
Los ingleses, que no ganaban para disgustos, permitieron a Shckleton, realizar una expedición que consistía en cruzar el continente antártico, y que por razones similares, acabó también en fracaso. El barco se quedó atascado en una bancada de hielo, y acabó hecho astillas.
La épica británica consideró, lo que no fue más que un tremendo error de planificación, un caso de mala suerte, como en el tema de Scott. Menos mal que Shackleton se jugó la vida y consiguió ayuda para que ninguno de los expedicionarios perdiera la suya.
Y el penúltimo de todos estos viajes de iluminados locos, lo están haciendo en mi tierra, gente de la calaña de los Aguirre, Burton, Speke, Scott, Shackleton…que envueltos en una locura infame, y solo mirando su propio beneficio, intentan arrastrar a gentes que creen en ellos a ese viaje a ninguna parte que producirá, de concluirse daños irreparables a los “istas”/masa, a inmolaciones en nombre de una iluminación interesada, o de un interés espúreo, con riña incluída.
El viaje de los políticos independentistas catalanes, tiene incluso menos de hermoso que estas aventuras fallidas, ya que lo único que persiguen es poder y dinero sin que nadie les controle, así que esperaremos su regreso de tierras ignotas.
Buenas noches, y buena suerte

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