El reparto de la Tierra

Los personajes nunca son de un solo color, y si no, pensemos un poco en el comentario del ahora caído en desgracia por posible corrupción ex presidente brasileiro Señor Lula da Silva.
Izquierdoso él, procedente de un partido de trabajadores, en un contexto del que ahora no dispongo pero que no me importa, soltó algo así como que la justicia social no exige acabar con los ricos, exige acabar con la pobreza.
No puedo estar más de acuerdo, porque también pienso que no hay mejor negocio que acabar con la pobreza en el más amplio sentido de esa palabra.
Yo he tenido la ocasión de visitar muchos de los países de este mundo, y he visto sitios en los que el ser humano que trabajaba duramente más horas de las que incluso un japonés de la posguerra consideraba razonable, no podía comer con el resultado de su esfuerzo, y en eso estoy de acuerdo con el señor Lula da Silva, el que haya ricos o no en la zona, no es relevante, lo que debe solucionarse es la pobreza.
En un estudio publicado hace nada por uno de esos organismos dependientes en alguna medida de Naciones Unidas, la famosa O.I.T. el montante económico necesario para erradicar la pobreza en el mundo, es perfectamente finito, y lo que es más llamativo está al alcance de las sociedades desarrolladas, había que invertir, que no gastar, unos seiscientos mil millones de dólares al año, durante quince años quiero recordar.
El estudio además, recordaba que pocas inversiones son más rentables que aquellas en las que están involucrados los microcréditos, o en las que se dirigen a que los niveles de las comunicaciones bien a través de telefonía móvil o de internet empiezen a ser asequibles.
Desgraciadamente hay demasiados países en los que las guerras, la dejadez, los conceptos religiosos ligados al fanatismo, han dejado el sustrato a nivel de la Edad de Piedra, y que los seres humanos andan, como aquel que dice aún subidos por los árboles.
Pero el mundo moderno está en posición de ofrecer ascensores de última generación para que puedan bajar de ellos, para que puedan acceder a la formación necesaria que les permita, de alguna forma mejorar sus estructuras productivas, algo muy fácil por otra parte, dado el nivel del que proceden. Porque no estamos hablando de hacerles pasar de la arborescencia a la Inteligencia Artificial en un segundo, sino que simplemente sean capaces de producir más de lo que necesiten, y comerciar con los excedentes, siendo, por supuesto, exitosos en ambos objetivos.
Soluciones de este tipo se están desarrollando actualmente en la India y en China, con resultados sorprendentemente positivos, con errores, corrupción mezclada, intransigencias, todo lo que se quiera, pero los niveles de pobreza se van reduciendo, ¡ah! y los de riqueza aumentando, que no creo que sea importante que el rico pase del Mercedes al Bentley, siempre que el pobre deje de vivir en la miseria, que recobre la dignidad de ser humano, y pueda tener esperanzas en el desarrollo personal y familiar, marcando él mismo, por supuesto sus objetivos vitales, que no todos quieren ser Rockefeller, yo mismo sin ir más lejos.
Las formas de llevar a cabo estas tareas, están relacionadas con demasiados factores entre los que se encuentran no solo aquellos relacionados con los sistemas organizativos de los países, sino con creencias religiosas, posibilidades de la tierra, e incluso situación geográfica.
En China, los niveles de desarrollo en los territorios uigures, no tienen parangón en el este, pero tampoco lo tienen la historia de ambos territorios, las concepciones religiosas, las tradiciones o las formas de producción y comercio, y de lo que se trata es que el ciudadano de Kashgar o el de Shangai puedan en ambos casos, y cada uno a su nivel ser parte de una sociedad en la que la pobreza esté erradicada, y las oportunidades de desarrollo individual sean lo más amplias posibles.
En otras latitudes, los incrementos en la productividad de las poblaciones que han supuesto el poder disponer de una bicicleta para sus traslados, o de una infraestructura aceptable de telefonía móvil, suponen saltos importantísimos en la calidad de vida y en la creación de excedentes de producción que pueden invertirse en mejoras de los sistemas educativos, al, por ejemplo, no ser necesario el aporte productivo de los niños a la familia, o la mejora de los aspectos sanitarios que pueden aportar inversiones en la obtención de agua potable lo más cerca posible de las viviendas.
El tener que utilizar parte del aparato productivo en el acarreo de agua, o las pérdidas que suponen para la economía del grupo altas tasas de mortalidad infantil o el impacto de la presencia de enfermedades infecciosas fácilmente erradicables, supone en términos de crecimiento porcentual, cifras posiblemente cercanas a los dos dígitos, como hemos visto en India y en China en los últimos lustros.
Cierto que hay zonas en las que el crecimiento no admite esos niveles de doble dígito, a nivel de país cierto, pero sí a nivel de ciudad, región, o incluso barrio.
¿Son imposibles los planes de recuperación productiva de regiones actualmente deprimidas con niveles de pobreza altos?
Pienso en qué debería hacer el gobierno mexicano, o el español, para recuperar zonas como Chiapas, o áreas de Extremadura o de Andalucía.
Ciertamente estos casos no son comparables entre sí, pero si son exponentes de las diferencias que pueden aparecer dentro incluso de un mismo estado, y seguro que cuando se analizan los niveles de inversión en esas zonas, y se comparan con las llevadas a cabo por el mismo estado en otras zonas, posiblemente esté la explicación en ello de la diferencia, y de eso se trata, de buscar áreas de inversión que aporten la posibilidad de que los niveles productivos de la población puedan ser competitivos.
Cierto que sin datos en las manos, intuyo que el desarrollo, por ejemplo de la provincia de Almería, al convertirse en una suerte de huerta de Europa, hubiese sido aún mejor si les hubiesen llegado más inversiones en comunicaciones que impulsaran el comercio en mejores condiciones.
Pero volviendo al Señor Lula da Silva, convendremos que lo importante es reducir la pobreza a los niveles más bajos posibles, y que las inversiones necesarias, tal y como dice ese estudio de Naciones Unidas son perfectamente asumibles por la economía mundial.
Por último, no quiero pasar de largo por el hecho de que las sociedades occidentales desarrolladas, ya tienen más “smartphones” de los que pueden atender, que los niveles de obesidad debido al sobreconsumo recursos alimenticios empiezan a ser inasumibles, que incluso, y debido a las consecuencias del envejecimiento de la población las necesidades de consumo se van reduciendo poco a poco. Y eso solo representa entre el veinte y el treinta por ciento de la población mundial.
El resto es en términos económicos, un mercado sin crear, y obviamente sin explotar. Así que la inversión para crear nuevos “clientes” del mercado de consumo, puede ser bueno tanto para los nuevos clientes como para los dueños de los mercados.
Es esta, en definitiva una corriente de pensamiento que comparto parcialmente, y a pesar de que intuyo muchas ventajas en su posible desarrollo, nunca se me olvida aquello de que “El hombre feliz, no tenía camisa”, claro que no se comían las moscas delante de sus ojos a su hijo. A saber….
Buenas noches, y buena suerte