Inteligencia artificial

Andaba yo, el otro día dándole al cacumen con esas cosas de la inteligencia artificial, y siempre que profundizo en el tema acabo en un mundo distópico, y perdonen ustedes el palabro, que aunque no está muy bien visto por la zona madrileña de los Jerónimos, para entendernos, lo aceptaremos como antónimo de utópico, siempre con permiso del Moro.

Y la verdad, es que no sé cómo contarles la cosa, que a lo mejor lo intento como cuentista, pero la pifio, que la técnica no es mi fuerte en esto de los cuentos, en fin, ya veremos.

Y es que en cualquier industria que se precie, del ramo que sea, lo importante es generar un nivel de beneficios, que en cualquier caso satisfaga al monto del capital invertido en el proyecto.

Desde luego la productividad es una clave en el asunto, y aceptaremos como tal la relación entre el beneficio y el número de empleados que sean necesarios para la obtención del mismo.

Así, que las claves siempre son las mismas: -Ingresos producidos por la actividad, en forma de venta de bienes, de prestación de servicios, o de ambas mezcladas, que me da lo mismo. -Costes asociados a la obtención de esos ingresos, muy fácil, costes de materias primas, costes de procesamiento, costes de transportes, costes de personal, publicidad… ,

De forma que si se mantiene la obtención de ingresos, o mejor aún se incrementa, seguido de una reducción de los costes, sea en cualquiera de sus componentes siempre será en beneficio del objetivo señalado de incrementar los rendimientos del capital aportado.

El huevo de Colón, vaya. La llegada al mundo de la producción de los sistemas en cadena, produjo sensibles mejoras en los costes de producción, y si no que se lo pregunten a Henry Ford (Fixing Or Repairs Daily) que consiguió llenar su país de T’s. y sus bolsillos de paso, lo que no está nada mal, aunque a Charlot se le atragantara el almuerzo, que siempre es el ser humano quien tiene que pagar parte de la factura.

No voy a contar toda la historia, que es sabida, ya que de escribir a mano se pasa a la máquina de escribir, que tanto le gustaba a Jerry Lewis, de las enormes naves llenas de gente en su mesa escribiendo a máquina, a la sala de ordenadores, a los programas de gestión comercial automáticos, a las contabilidades a distancia.

Y el futuro que se nos avecina, o que ya está aquí, siempre a lomos de la productividad, que al final es lo que produce yates y palacetes, deja entrever un mundo en el que transportar las cosas estará predicha por algoritmos, y los camiones dirigidos por sistemas inteligentes que se habrán programado para no chocar por accidente.

En las escalas de producción de cualquier compañía, podemos establecer que internamente somos clientes de quienes debemos recibir los elementos necesarios para la realización de nuestra labor, y proveedores de quienes para realizar su trabajo necesitan recibir el resultado de nuestra labor de forma impecable.

Pero me temo que eso está cambiando, que ya no es Bermúdez el que me pasa las cuentas cuadradas de proveedores para que yo prepare el balance de fin de mes, y así el jefe tenga los datos a punto para la conferencia con inversores.

Y es que ahora el balance no sé de dónde coño sale, que a Bermúdez ya no lo veo por los pasillos o delante de la máquina de café. Y a mí me sobra tiempo, que el balance, viene hecho, y menos mal que aún me dejan enviar junto a él un pequeño informe explicativo de las desviaciones, que por cierto cada vez son menores.

Realmente me preocupa la cosa. Ya veremos. Claro que por otra parte, voy poco a poco siendo consciente, de que en mi espejito mágico, se me están sugiriendo compras en función de mi curiosidad, que si entré un día a ver unos zapatos por vaya usted a saber qué, toda la publicidad que recibo, de forma insistente es de zapatos.

De hecho son vendedores muy productivos, que parece que son algoritmos de esos que no te quitas de encima. Y es que al viajante de comercio, el de Arthur Miller, no le comprabas la lavadora, y te lo quitabas de encima, pero al que cabalga en “cukis”, no te lo quitas ni con disolvente.

Además las visitas que te hace no cuentan en la línea de gastos de la compañía. La productividad se dispara. Que nadie va a lomos de su viejo Ford vendiendo lavadoras por las casas, y las lavadoras se siguen vendiendo.

Me están diciendo que la inteligencia artificial empieza a ser inteligente de veras, es decir, que ya puede no solo comunicarse con otros algoritmos, sino que puede crear los suyos propios en función de las instrucciones primigenias que fueron consideradas en el momento de su creación.

Y esas están muy claras: incrementar la producción, reducir los costes, amentar los beneficios. Y claro, estos sistemas inteligentes han aprendido, sobre todo desde el análisis de los grandes datos (big data) a analizar los mercados con precisiones de relojero suizo, y saben desarrollar los procedimientos para obtener de los mismos el máximo partido, que al fin y al cabo es lo que hemos soñado todos los que hemos gestionado una empresa.

Claro que eso me va haciendo entender lo de que el tamaño importa, las compañías son cada vez más grandes, debido a las fusiones, a las adquisiciones….y por ende van teniendo cada vez más poder, tanto, que me temo van dirigiendo, sin que pueda precisar el grado buena parte de los gobiernos del mundo.

Además en esa línea de incrementar los beneficios, y a lomos de su poder, los sistemas inteligentes van buscando todas las formas a su alcance para reducir ese coste tremendo que son los impuestos, que solo sirven para redistribuir la riqueza, y los algoritmos ni van al médico ni se jubilan.

A fe que lo van consiguiendo, el ser humano está cada vez más lejos de los objetivos de las grandes compañías transnacionales, con el agravante de que hemos sido transformados en producto nosotros mismos.

Bueno, no todos, solamente aquellos que puedan de alguna forma transformarse en receptores de los productos elaborados por cualquiera de las industrias que pueblan el planeta, lo que excluye a un buen montón de ciudadanos.

Otra forma de maltusianismo, me temo, que hasta esa cifra está ya establecida, mil millones de seres humanos. El resto son productos sin valor.

Veremos en qué acaba todo esto, y que decisión tomarán esos algoritmos que sustentan la Inteligencia Artificial, en sus ya habituales conversaciones, y sus más habituales decisiones basadas como parece ser en los principios básicos de aumentar productividades, reducir costes, aumentar de tamaño…. ¿Seremos necesarios los consumidores humanos?.

Para mí es una pregunta clave, ya que la característica “humana” no es estrictamente necesaria para mantener un sistema productivo, que las máquinas consumen, que los robots consumen, y en un mundo sin seres humanos, el medio ambiente es algo que no tiene mayor importancia.

Desde ese punto de vista, no es difícil constatar que la maquinaria de la sociedad de consumo no requiere forzosamente a existencia de seres humanos, que simplemente variando los productos producidos adaptándose a las necesidades de los consumidores, que pueden ser otras plantas de producción o un robot, la cosa está hecha, y el campo para aumentar la productividad ad infinitum es realmente vasto.

No quiero pensarlo, pero el mundo distópico que veo acercarse, está diseñado solo para un diez por ciento de la población. Y menos según se vayan perfeccionando las habilidades de esta Inteligencia Artificial que está transformándonos con nuestra aquiescencia en otro producto…..desechable, por cierto.

Con su pan se lo coman