Lisístrata

Un interesante artículo que me ha llegado casi de rebote, se me ha hecho, de pronto, muy útil ahora que enfrentamos la famosa jornada de la reivindicación del feminismo el próximo ocho de marzo.

Sé que el que un hombre se meta en esos jardines, tan llenos de razón como de posiciones extremistas, es una locura, que lo más probable es que a uno le pelen por la derecha, por la izquierda, por el centro, y además sufra del síndrome de Lisístrata, que a ciertas edades puede ser una gaita, que no a la mía, así, que con poco que perder, me lanzo al jardín encharcado.

Menciona el artículo, el papel del hombre en la sociedad keniata, en un momento en el que la mujer, en un país muy conservador va asumiendo roles que de alguna forma invaden el territorio de lo que el hombre ha considerado como su área de responsabilidad.

El papel que aún se reserva al hombre en la sociedad keniata, (válido para otras regiones africanas o del tercer mundo y parte del puñetero occidente, que aquí las fronteras son muy difusas) es el de protector/suministrador, y de esa forma, se ha ido la sociedad construyendo.

No estoy para juzgar si es bueno o es malo, no es mi objetivo, solo quiero hacer constar, que desde mi punto de vista, se había llegado a un mal equilibrio, ya que la fuerza la ostentaba el hombre, y al ser el responsable de los suministros, creaba una dependencia terrible de la mujer en esa estructura, ya que sin la protección podían ser violentada por cualquiera, y sin el suministro se le condenaba a la miseria.

El hombre, a cambio de dar esos servicios, se garantizaba que la transmisión de los genes le quedaba bastante asegurada, lo que no deja de ser un principio básico en cualquier sociedad del mundo zoológico que se precie.

Cuando la sociedad basada en la estructura básica que he mencionado, piensa incluso que la garantía de la transmisión genética no es suficiente, pasa a mayores, es decir entra en el mundo de la mutilación genital femenina, para que el hecho de mantener relaciones sexuales sea un verdadero tormento para la mujer, y transforme cada acto en una violación por parte de la pareja.

Que el hecho de que tus suministros y tu protección dependan de un hombre a quien has sido entregada convenientemente mutilada, te van a forzar a una situación de esclavitud doméstica de por vida.

Los keniatas, en su legislación tienen prohibidas las prácticas de mutilación sexual femenina, lo que por otra parte tampoco es algo que se persiga, pero algo es algo, y los resultados, poco controlados, desde luego, si muestran progresos en cuanto a la reducción de ese estigma social.

El hecho de que la mujer keniata vaya cada vez más alcanzando áreas profesionales que antes les estaban vedadas, conduce a la eliminación del rol suministrador que el hombre ha mantenido de forma tradicional, siendo la pérdida de poder que conlleva, algo difícil de aceptar en una sociedad conservadora.

El reto es ahora, no solo en Kenia si no en otras partes del mundo del Sur (estoy cansado de llamarle Tercer Mundo), conseguir que la cultura, la formación, las oportunidades profesionales lleguen con fuerza a esa mitad de la población sujeta a la esclavitud por necesidad, por cultura, y por fuerza física y moral a la que están sometidas.

Son muchas las cosas que los hombres, y no solo ellos, si no la sociedad entera deben cambiar, en el caso de que la cultura y la formación superior vaya extendiéndose a la mujer del sur.

No es el hombre quien debe proteger a la mujer, no estamos en una manada en la que el macho dominante controla que no se le cuele ningún jovencito y les reviente el harén. Es la sociedad quien debe proteger a sus miembros, independientemente del sexo que ostenten de cualquier intento de violencia por parte de quien sea, que sin esa premisa fundamental, el Estado deja de ser útil, pierde de hecho su razón de ser.

No es el hombre quien tiene que proveer a la mujer o al clan, es el clan, convertido en algo más que una sociedad familiar quien debe garantizar que los medios de subsistencia están al alcance de sus miembros en función de los méritos y las aportaciones de cada uno de ellos.

Parece ser que la llegada, tímida aún, de nuevas vías para que la cultura profesional se vaya acercando a las mujeres en Kenia, y ojalá sea en todo el Sur, está provocando ciertas incomodidades en los hombres, que empiezan a no entender el papel que las nuevas corrientes le reservan, y que no es más que el de igual, que tan ser humano se es siendo mujer que siendo hombre, claro con la pequeña diferencia de que el hombre pare fatal.

Comprar una niña es fácil, cuando se tiene el dinero que la familia exige, que la preparen a tu gusto, es fácil, si lo pagas, y que se transforme en tu esclava sexual, en tu esclava doméstica, y en garante de que serán tus genes los que se transmitan, no tiene mayor problema en la sociedad del Sur, de muchas de las sociedades del Sur.

Además en el momento en que la mujer deja de ser útil para la transmisión de tus genes, enferma, y además no tiene que criar a tus hijos, como esclava que es, puedes dejarla abandonada sin protección y sin suministros.

Tú, gran hombre del Sur, puedes repetir el proceso tantas veces como quieras, que la situación es cómoda y conveniente.

El hecho de que el Estado, que en el Sur es algo muy poco consistente, considerase que la mujer, ha adquirido derechos por la situación que ha vivido, a lo mejor atenuaba el escenario, pero no es así, que uno de los pocos caminos que quedan es la toma del poder que corresponde a cada individuo por su formación y sus méritos, y el de la mujer posiblemente se encuentre en la formación superior.

Espero que los caminos de las sociedades del Sur fuercen al hombre a ganarse la compañía de una mujer, de forma que no sea necesaria su protección, que para eso ya está la sociedad, y que su sustento no dependa del trabajo masculino, sino de la aportación a la sociedad familiar realizada en libertad y con igualdad de recursos por ambos miembros de la pareja, que por otra parte puedan sobrevivir económicamente en soledad, si así lo consideran oportuno.

El reto es complejo y largo en el tiempo, las barreras culturales, basadas en tradiciones que copian las sociedades animales, en ritos que se han entremezclado con creencias religiosas, deben ser eliminadas a la mayor brevedad posible, sea vía legislación (difícil en el Sur), o vía formación adecuada de la mujer, más difícil aún pero absolutamente necesaria.

Confío en la llegada de nuevas profesionales al poder político y económico en el Sur, y que sean capaces de forma sólida de introducir los cambios que conduzcan a la libertad de sus ciudadanos, de todos sus ciudadanos, independientemente de su sexo.

Con su pan se lo coman