Los esclavos de Singapore

A la que me descuido, encuentro una noticia que me habla de esclavitud, y en paralelo de una sociedad opulenta.
Y hoy, revisando El Confidencial, me aparece una noticia sobre el servicio doméstico en esa sociedad, que si no nos paramos a analizarla detalladamente, nos parece que estamos, poco menos que en la famosa Tierra Prometida.
Dice el artículo, que el salario medio de un habitante de esa isla, viene a ser de unos 6500 euros al mes, ¡quién los pillara!, aunque parece que tener un apartamento en alquiler se lleva también un buen pico.
Pero a nadie le importa, que tienen un barrio chino de lujo, hoteles que para sí quisieran las ciudades más desarrolladas del mundo, un nudo de comunicaciones marítimas que acarrea un tráfico de contenedores que hace palidecer cualquier cifra a la que se pretenda comparar.
Limpia como pocas, que no puedes mascar chicle, es decir, ni siquiera puedes importarlo, que si escupes en la calle o se te cae la ceniza al suelo del cigarrillo que te estás fumando, te montan un cristo de mil demonios.
He paseado varias veces por esa ciudad, y a fe que es espectacular. Los centros comerciales de Orchard road, son un alarde del lujo más increíble que a disposición pueda estar de alguien en el planeta. Todo limpio, todo lujo, todo en su sitio, todos circulando por la izquierda, sin molestarse los unos a los otros, pero todo claro, con sus cloacas.
Y por las cloacas, el artículo del Confidencial, nos habla de algo que creemos que ya no existe, y es la esclavitud del servicio doméstico.
http://www.elconfidencial.com/mundo/2017-07-24/singapur-abusos-empleadas-domesticas-olvidadas-sistema-perfecto_1418871/
Bueno, no estoy tan seguro de que nos creamos que no existe, ya que ciertamente los salarios que perciben estas profesionales, junto a las condiciones laborales que deben soportar las hacen estar en la proximidad de lo que por esclavitud se entiende.
En Singapur, según el cronista además se une el maltrato físico, el desprecio a la persona, y la exigencia de realizar tareas humillantes o peligrosas, lo que junto a la falta de comida, conduce a algunas de estas mujeres al suicido.
Todo un panorama, que en ese mundo de opulencia, con leyes laborales de lo más avanzadas, el mundo del servicio doméstico, ha sido olvidado de forma consciente por el estado, más preocupado por el chicle mancha calles, que por la dignidad de personas que residen en su tierra.
Y, sí, es cierto también que esas personas que provienen de las zonas más deprimidas de Asia en sus zonas de origen, Camboya, Filipinas, recibirían salarios del orden del 10% de los que reciben en Singapur, y además deben enviar dinero constantemente a sus familias. Pero hablamos de 400 o 500 euros por jornadas de catorce o quince horas, con la comida restringida, y además malos tratos, que no sé si generalizados, en una tierra donde el salario medio es de 6.500 euros, repito.
Es lo que hay, como lo que en su momento se denunció a consecuencia de las obras en Qatar para el malhadado mundial de fútbol, que aparentemente ha llenado de forma obscena los bolsillos de dirigentes corruptos de un juego que en su élite huele podrido cada vez que alguien se acerca a él.
Y la consecuencia es el incremento de suicidios, de muerte por no respetarse los más mínimos derechos de las personas, que al final son esclavos, y a nadie le importa lo que sea de sus vidas.
Miento, le importa a sus familias, a esas que están esperando los dólares de Singapur, y que son la razón de que puedan malvivir en sus tierras de origen.
Porque también hay que recordar que estas gentes, como las que nos llegan a Europa, no han sido raptadas, han sido empujados por la miseria de sus lugares de origen, por los desmanes de los sátrapas que en general rapiñan sus países hasta que no queda nada que robar.
Desgraciadamente, estas gentes que sufren la explotación cercana a la esclavitud, están consideradas en sus lugares de origen como triunfadores, porque de vez en cuando ven una foto con el escaparate de Louis Vuitton tras ellas y no pueden explicar la sangre que les cuesta el envío de esos trescientos o cuatrocientos euros, dólares singapurianos, o la mierda de divisa de país rico de la que se trate.
Y encima de toda esta porquería, se encuentran con que cada vez que hacen una remesa a su país se encuentran con esas comisiones brutales que los pollos de Western Union y similares les cargan. Es aprovechar más y más a la gente más pobre y sufrida del planeta.
Cada vez que se me plantan delante estas historias, debo reconocer que las tripas se me revuelven de mala manera, ya que nuestras sociedades occidentales, tan acostumbradas ellas a las leyes del mercado, no son capaces de entender que tras un salario de esclavo hay una persona que se está dejando la vida, y el argumento es que hay demanda para salarios de 400 euros, doce horas de trabajo, abuso físico y moral, se casa con la oferta, y el periodista tiene su artículo, y yo lleno mi página de hoy.
Creo sinceramente que desde algún sitio se deberían revisar ciertos comportamientos desde el punto de vista de una moral que considere siempre al ser humano como tal, y que impida la aplicación de ciertas leyes de mercado a las personas, especialmente cuando han tenido que dejar sus lugares de origen por la desidia o el interés doloso de ciegos morales.
En cualquier caso, y quien quiera oírlo, lo haga, en nuestras sociedades occidentales los perros no se atan con longanizas, y la tentación de obtener beneficio de los más débiles es algo que parece anclado en nuestro genoma, así que seguiremos viendo este tipo de noticias, que seguramente vendrán de España, de California, de Alemania, de Australia, de Singapore, de Canadá, ¿qué importa?.
Nos quejaremos, nosotros seres inmaculados del trato que nos dan en nuestro trabajo pagado a la occidental, y no sabremos, o no querremos ver que con la otra mano estamos esclavizando a alguien por razón de etnia, sexo, origen social, o cualquier otra cosa de la que no tiene culpa, pero que nos viene muy bien, que luego no hay quien pague la paella del chiringuito.
¡Ah!, y yo el primero, que no estoy libre de pecado, ni mucho menos.
Con su mopa se lo limpien.

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