Más generaciones

Nosotros, los humanos, generación tras generación, vamos poniendo las cosas un poco más difíciles a los que nos han de tomar el testigo, o al menos esa es la apariencia que tienen las cosas.
Yo no sé si estoy muy seguro de eso, ya que cuando juzgamos las condiciones que dejamos a nuestras generaciones, tendemos a analizar las cosas desde nuestro punto de vista, demasiado condicionado por las experiencias que hemos tenido durante nuestra vida, sin tener en cuenta que los que nos siguen encuentran un entorno totalmente diferente al que encontramos nosotros cuando recibimos el testigo.
Digo esto, antes de leer al Zafón, claro, que aún me acuerdo de mi Barcelona de niño y de adolescente, y lo que recuerdo era estupendo, o quizás no tanto para aquella época, y desde luego inaceptable para las expectativas de la sociedad del siglo XXI.
Ciertamente, parece que le estamos dando caña al planeta, aunque realmente no lo sé, ya que lea lo que lea, estudie lo que estudie, la realidad de las cosas está enormemente lejos de aquello que realmente está sucediendo, ya que siempre, y digo siempre, la información que nos llega está mediatizada bien por grupos de poder, bien por las creencias del redactor o del medio, que con el sesgo que se le da intentan colocar su pensamiento.
Lo que sí sé, porque lo he vivido, porque lo veo cada vez que me acerco a las playas de Barcelona, es que ya no está la cloaca del Bogatell vertiendo directamente a la playa toda la porquería de la ciudad. Veo que se han conseguido varios kilómetros de playas entre los ríos Llobregat y Besós, donde la gente se baña, y aparentemente no salen con unas tifoideas, ni el cuerpo lleno de petróleo, como el que me quitaba mi madre, cuando volvíamos de las playas del Maresme, que hasta Premiá no le parecía a la mujer que el agua estaba lo suficientemente limpia como para dejar que nos bañásemos mi hermano y yo.
Ciertamente las cosas han cambiado, y en muchos aspectos a mejor, en otros, la verdad, no lo sé, y en lo relativo al humanismo y a la consideración del ser humano de forma diferente a un valor dentro de una hoja de cálculo, mi sensación es de retroceso…..aunque ya no se fusila, que todo tiene su compensación.
Se habla estos días de la precariedad en el trabajo de los jóvenes, y de los no tan jóvenes. Cierto, el mercado ha cambiado, el esclavismo ahora es diferente, y como todos hemos decidido a pagar solo por el servicio que necesitamos, cuando lo necesitamos, al trabajo le pasa lo mismo, entra en esa espiral de precariedad que a los de mi generación y posteriores nos parece inaceptable, bajo nuestros esquemas que se circunscribían a los elementos diferenciadores del momento en que se producían.
Y hoy las personas que llegan a ese mundo, deberán adaptarse a unas condiciones diferentes, que no me atrevo a calificar, ya que los resultados para los individuos estarán en función directa de su capacidad de mimetizar con el ecosistema en que les va a tocar desenvolverse.
Un trabajo para toda la vida, ya no se lo cree nadie, ni siquiera que la formación que recibes en tus primeros años, si es en materias específicas, tendrá validez siquiera en el inmediato futuro, que lo de la zarzuela de que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad está más vigente que nunca.
El nuevo entorno es el de la mutación constante, ya que el ritmo de cambio es demasiado alto para quedarse en el quiste primigenio.
Así que diré que las cosas las dejamos diferentes, simplemente diferentes, y podremos definir la bondad de esa diferencia, en función de cómo nos vaya en la feria.
Y la feria, cada vez está más en nosotros mismos, que si recordamos aquella vieja batalla que llegó a derrocar al Zar de todas las Rusias, proclamaba entre otras muchas cosas que el capital, que los medios de producción debían pasar al proletariado. Y seguramente era de justicia en aquel entorno una proposición de ese tipo, pero hoy, creo que es obsoleta en un muy alto porcentaje.
Hoy, y mañana más, lo que se valora es el cerebro del individuo que tenga la posibilidad de innovar, de crear de la casi nada el casi todo, sin mover apenas un dedo, pero diseñando nuevos algoritmos que hagan que las máquinas se comporten a nuestro capricho. Quizás sea ese el triunfo del marxismo, que el capital está ahora en el cerebro.
Pero eso no lo sé, aunque si estimo que estamos viviendo en un momento de la curva en el que las progresiones han dejado de ser lineales, y debemos acostumbrarnos a que no moriremos por desgaste a los sesenta años, a que nuestros niveles de creatividad han de mantenerse a ritmos de crecimiento cada vez más exigentes y que a nuestras generaciones futuras debemos intentar, no ya entrenarlas, si no insinuar que su desarrollo personal depende de sus ideas, de su cerebro.
Pero como casi siempre pasa, los que opinamos para más gente somos los grandullones de la clase, que a la juventud se le hace relativamente poco caso, aunque estén trasteando con un viejo ordenador en la trastera del garaje. Esas opiniones no las escuchamos, quizás porque ni siquiera ellos mismos las publican, que como todos ellos saben, hablar con mayores, es meterse en un terreno peligroso lleno de críticas referidas a su comportamiento.
Así, que lo que creo que debería hacer, es intentar volver a ser joven, y quitar tanta esclerosis de mi cabeza cuando me pongo a meditar sobre el entorno que nos rodea, y en el que ya no puedo salir a la calle a jugar al fútbol con mis amigos, ni meterme en el guateque que organizaba el mosén de turno en la trasera de la parroquia para entretener a los chavales, y que no se dedicaran a robar locas (así llamábamos al Seat 1430, por lo que corría), y acabar con un tiro en el pecho de los que tiraba la policía o el de la panda de turno del barrio de al lado.
Hasta ese entorno ha cambiado, todo es diferente, aunque en la base las cosas siguen estando donde han debido estar siempre, es decir, con el corazón en el deseo de ser más que tu vecino, mear más lejos, quedarte con la chica guapa del grupo, o con el niño más atractivo. Todo igual, que debemos transmitir nuestros genes, es nuestro cometido principal, lo demás es accesorio.
Así que yo escucharé más e intentaré jugar más deprisa que nadie con los programas de realidad virtual, que si la que hay no me gusta, la cambio por esa que me acabo de inventar.
Con su pan se lo coman