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La India moderna

Esa India que sobrepasará en población a China a la vuelta de menos de una década, se enfrenta hoy a retos en los que se juega su futuro como posible potencia mundial.

El crecimiento sostenido entorno al 7% de su PIB parece insuficiente para poder generar los recursos necesarios que permitan una renta per cápita que supere los menos de mil cien dólares que muestra actualmente.

El país que al día de hoy carece de una clase media con unas dimensiones que puedan resultar significativas, sigue arrastrando las secuelas del colonialismo que sufrió a manos de Gran Bretaña, y que sumió al territorio en una situación de la que posiblemente le cueste salir varias décadas más.

Narendra Mori, su actual primer ministro, intenta llevar parte de la producción occidental hacia su tierra, con el bonito slogan de “Hazlo en India” (Make in India, en vez del Made in India), pero para conseguir que eso ocurra y que sea significativo en las cuentas del país se deben abordar inversiones muy altas para que las infraestructuras del sub continente no destrocen el ahorro que ofrecen los salarios de miseria que puedan percibir los ciudadanos, en general poco formados siempre hablando en términos porcentuales.

Y es que no hay que olvidar el continuo flujo de indios con formación universitaria que abandonan el país, cosa que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo, o bien que son enviados por sus familias a estudiar en universidades extranjeras, y si vuelven es de vacaciones y las tasas de emprendimiento que se producen no indican un giro importante de la situación.

Por otra parte, este deseo loable de progreso se hace con un panorama en los próximos diez años de conseguir que alrededor de un veinte por ciento de la población, es decir alrededor de doscientos millones de personas alcancen unas rentas entre cuatro y veintidós mil dólares al año.

Lo más probable, es que en el eje económico Delhi-Mumbay si pueda alcanzarse unas metas de ese nivel, pero tengo muy serias dudas que sea extrapolable al resto del país que muestra tasas de analfabetismo y pobreza cercanas al sesenta por ciento de la población, y con el terrible dato de que el uno por ciento de la población ostenta el treinta por ciento de la riqueza.

Es cierto que en algunos sectores se están produciendo avances significativos, que multitud de compañías occidentales están confiando sus centrales de datos a la India, con resultados muy positivos, y que la industria cinematográfica, el famoso “Bolliwood” tiene una importancia interesante en la población urbana local, por supuesto, ya que fuera del país su impacto es puramente anecdótico.

No tiene la India un potencial en materias primas suficiente para que su explotación pueda ser considerada como una fuente de futuro sostenible, y por otra parte cuenta con el aspecto negativo de poseer unos índices de deterioro ambiental terroríficos, contando sus grandes urbes los records de ciudades más contaminadas del mundo, estando Delhi a la cabeza mundial, y contando en el ranking de la WHO con seis ciudades entre las más contaminadas del mundo, contando solamente con la calidad del aire.

  1. Nueva Delhi

2) Patna

3) Gwailor

4) Raipur

9) Ahmeddabad

10) Lucknow

No quiero pasar de largo sin considerar, que dejando a un lado la contaminación por partículas atmosféricas a la que se refiere el ranking de la WHO, la suciedad por otros motivos que se vive en las ciudades indias, especialmente en las más pobladas, y lo que significa para la calidad de sus ríos el poco o nulo cuidado que una población analfabeta en su mayoría, y carente de recursos económicos tiene de su entorno.

La religiosidad, que desde mi punto de vista va unida siempre a la pobreza, y que me perdonen los religiosos por la generalización, es otro de los elementos que los gobernantes indios tendrán que considerar muy seriamente a la hora de impulsar el progreso del país. Y es que varios millones de ciudadanos están continuamente en peregrinación, con lo que el perjuicio que puede causarse a la productividad sería notable, si de contabilizar esos recursos se tratase.

Pero es mucho más importante para el progreso de una India moderna, las tensiones que entre diferentes comunidades religiosas existen, ya que hacen que la tarea de los legisladores sea tremendamente ardua, ya que las costumbres de unos grupos religiosos son normalmente opuestos a los de otros, y siempre todos están enfrentados a legislaciones modernas, que en definitiva sustraerían un poder en manos de los religiosos, en favor del poder civil.

La democracia, existe en la India, pero es muy difícil hablar de democracia en una tierra con los niveles de analfabetismo que ostentan al día de hoy. Teniendo en cuenta que en las zonas rurales en las que se asienta una mayoría de la población, los regímenes locales cercanos al feudalismo, hacen que el clientelismo político, y consecuentemente la corrupción colocan a la India en el lugar setenta y nueve de ciento setenta y seis (datos de Transparencia Internacional).

Siempre he dicho que solo hay una cosa peor que adentrarse en una carretera india, y es coger el tren. Las dos son formas fáciles de morir. El país carece de infraestructuras al nivel que se requieren para conseguir que la población alcance las cotas de renta per cápita marcadas, más como sueño que como objetivo realista, desde mi punto de vista.

Nunca he dudado de la importancia de la espiritualidad de la India, pero si he dudado de que sea algo general. Creo que el fenómeno de los gurús fue potenciado en la segunda mitad del siglo pasado por el hecho de que gente famosa, como los Beatles, por ejemplo, buscasen, y quizás encontrasen enseñanzas útiles para reconducir sus vidas, pero ni los Beatles son todo el mundo, ni los gurus están por todas partes.

Hablaré con más detenimiento en próximas entregas, pero en pocos países del mundo de los que he visitado (alrededor de cien), he encontrado no en donde la vida humana tenga menor valor, en donde por nacimiento se te incluye en una casta que habrá de marcar de forma indeleble el resto de tu existencia, y con ello vengo a referirme al conflicto en el Hampshire entre dos reputados técnicos indios de diferentes castas.

Yo espero que las cosas vayan cambiando, que los crecimientos que las estadísticas gubernamentales se cumplan y sobre todo que sean ciertos. Espero que la industria que llegue a la India, con el “Make in India” del presidente Mori, no se circunscriba a las transformaciones agrícolas, o a la industria textil.

Espero que no haya más “Bhopal”(busquen, por favor “desastre de Bhopal”, en caso de que no sepan lo que ocurrió en 1984 en esa localidad), que la India no sea el reservorio de la industria sucia occidental, que puedan tener acceso a energías limpias a precios competitivos.

Pero también espero que el ser mujer en la India no represente el papel degradante que hoy se le ha adjudicado, que cesen los maltratos por contrato, las mutilaciones, las violaciones como forma habitual de comportamiento de parte importante de la población masculina.

Confío en que esa república casi federal de veintinueve estados y siete territorios de la unión que provienen de antiguos sultanatos, transformados en virreinatos durante el dominio colonial inglés, pueda superar sus altos niveles de analfabetismo, de pobreza, de malnutrición, de violaciones constantes de los derechos de las mujeres, de pandemias, de deterioro de su medio ambiente, pueda superar su situación y colocarla, una vez desarrollado su potencial, en el lugar que por su población y su posición geográfica merece.

Como colofón, quisiera remarcar que el brutal colonialismo británico, ha dejado una herencia miserable, ya que consiguió entre otras lindezas, que se rompiese el país al separarse Pakistán (oriental y occidental), formándose el actual Pakistán y Bangla Desh, creando una zona de tensión a escala local, con la guerra soterrada de Cachemira, que ha conducido a dejar en manos nada seguras un arsenal nuclear nada desdeñable, y que confío esté no solo bien protegido, si no que no se use jamás.

Seguiré si se me permite.

Por la India (1)

Hace algunos años, y aún me sorprendo al recordarlo, me contaron que en la fábrica que la empresa en la que trabajaba, hubo un conflicto entre el personal del laboratorio de investigación, que dicho sea de paso era de los más importantes del mundo en su especialidad.

Nada extraordinario que en un centro de este tipo en el corazón del Hampshire inglés, una de las zonas más desarrolladas y ricas del mundo pasasen cosas de esas. Pero lo que ya me pareció más curioso, es que el conflicto, que por cierto se resolvió poniendo a los dos implicados en la calle, estaba motivado por un problema de castas.

El jefe de investigación del área “X”, era de una casta inferior al adjunto que le nombraron, y que debía trabajar a sus órdenes. Ambos por supuesto eran, son, seguro que andan vivos y coleando, felices y llenos de hijos, indios.

No pudieron sobrellevar la situación, plantearon el tema al director de investigación, que por cierto era un hombre cultísimo y con una educación exquisita para ser inglés, y este tuvo que decidir prescindir de ambos.

Bien, vaya por delante la anécdota, para poder hablar de este país que según ciertos estudios habrá sobrepasado a China en habitantes allá por 2024, y muy posiblemente será la tercera potencia económica mundial en términos de PIB, que no en renta per cápita (andan por algo más de 1000 euros, en el pesto 143 de 198).

Y es que hoy ya ha sobrepasado a Canadá y a Italia, sin estar en el G7, y con el tercer ejército en número de personas del mundo, siendo además del club de armas nucleares, no lo tenemos sentado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Visité la India en 2005, y en algún momento seguro contaré desde estas páginas cuales fueron las impresiones que me llevé de aquel subcontinente, del que por cierto solamente paseé la zona del Rajastán, insuficiente para decir que conozco aquella tierra, pero bastante para tener una primera impresión de lo que significa esa amalgama de culturas, religiones, sectas, suciedad, pobreza, riqueza, contrastes, locura, modernidad, restos del colonialismo, misiones, ríos, infraestructuras que estarán funcionando hasta que se caigan, pero lo dicho, ya hablaremos de eso.

Según el informe McKinsey, en 2025 se espera contar con una clase media percibiendo unos ingresos entre 4000 y 22000 dólares de renta anual, y que pueden cifrarse en alrededor de seiscientos millones de personas.

Sin embargo al día de hoy las cuentas no sobrepasan los treinta millones, con lo que el progreso que estima el informe mencionado deberá ser extraordinario.

Pero como contrapeso, una tercera parte de la población, está viviendo con rentas de un dólar o menos al día, de forma que entre los retos de esta tierra, está el de incorporar como mínimo alrededor de diez millones de personas al año al mercado laboral, a riesgo de sufrir el desmoronamiento de todo el sistema.

Las tasas de infra-alimentación son extremadamente altas, más del 45% de la población infantil, que además no tendrá la oportunidad de alcanzar nunca, en el que será antes de una década el país más poblado de la tierra, la más mínima posibilidad de desarrollo personal.

Hace setenta años que se puso fin al colonialismo brutalmente ejercido por el Imperio Británico en la India, y que con el lema de divide e impera, consiguió separar y hacer irreconciliables a los hinduistas de los islamistas, a los sijs de los jainitas, a los budistas de cristianos, judíos, zoroastristas….

Este colonialismo entre otras cosas dejó un país destrozado, dividido, empobrecido, y con tasas de analfabetismo que aún hoy se calcula en tasas del 30-40%, y definiendo como analfabeto a la persona que no sepa escribir su nombre, por encima de eso ya estás fuera de esa estadística.

Las comunidades de este enorme estado federal en el que se hablan veintiuna lenguas reconocidas, más de mil seiscientos dialectos, y en las que que se usa el hindú y el inglés sobre todo en la administración y el estado, se han consolidado de forma bastante débil en una forma de estado federado, reconocido como una democracia liberal que dejó atrás sus coqueteos con el comunismo a tiempo.

Sin embargo el nivel de corrupción es demasiado elevado, de forma que poder avanzar en transformaciones útiles para la sociedad es extremadamente difícil.

Aunque hoy se nos muestren dos cámaras legislativas, y unas elecciones en las que se elige tanto al Parlamento como al Jefe del Estado y de Gobierno, los restos de clientelismo ejercido no solo por las estructuras de castas, o por los señores de tantas y tantas regiones que se unieron en su momento para formar el estado, si no por el hecho de que la mayoría de la población es analfabeta, y consecuentemente extremadamente manipulable y ausente de cualquier posibilidad de crítica.

Hay estadísticas que nos indican que entre la población rural, se cuentan en cerca de doscientos cincuenta mil los suicidios al año. Son cifras difícilmente asumibles, especialmente si se profundiza un poco en la situación de las infraestructuras, en las que el transporte por carretera es un verdadero infierno, el ferrocarril sigue siendo el que dejaron los ingleses, y que no ha sido renovado prácticamente, y que solo en el metro de Mumbai cuenta en tres años más de tres mil quinientos muertos.

Es todo excesivo, de la misma forma que es excesiva la población de este subcontinente que además cuenta con una situación estratégica al ser punto de paso de más del 90% del tráfico marítimo entre Oriente y Occidente.

Quizás entre las esperanzas que aún le quedan a este gigante se cuenten la juventud de su población, aunque siempre es el mismo tópico, y el mismo espejismo, ya que sin una inversión extraordinaria en educación, o en posibilidades para las élites educadas de desarrollar una profesión en condiciones dignas dentro del país, seguirá fomentando la huída hacia occidente de lo mejor da cada generación.

En próximas entregas, quisiera desarrollar la situación geoestratégica, sus roces con China y Pakistan acerca de problemas territoriales que proceden de la época colonial, y que han quedado enquistados, me temo que por décadas.

Como colofón intentaré contar mis experiencias por parte de esa tierra, que desde luego, me dejó una profunda huella, pero muy lejos de la espiritualidad, de los chamanes, del mundo Ayurveda, y en definitiva de la publicidad que nos llega a occidente.

Con pan lo comeremos

 

El camino

Los dibujos sobre los caballeros templarios, nos muestran siempre a dos de ellos montados en un solo caballo.

Por supuesto con su armadura y sus armas al completo, lo que siempre me llevaba a ciertas reflexiones.

La primera lo mal que debía pasarlo el caballo, al trote o como decidiese quien empuñase las riendas, con cerca de doscientos kilos de carne templaria en el lomo, en medio de una batalla. Una pasta en caballos debía costarle a la Orden.

 

“Sigilum militus Xisti reza el lema (Sello de los soldados de Cristo)

 

Luego pensé que siendo tan pocos y tan ricos los tales componentes de la orden del Temple, (caballeros eran unos pocos, sirvientes y soldadesca a su disposición ya era harina de otro costal), debían ser híbridos de escoceses y catalanes de tierra adentro, hábiles en el arte de mantener la bolsa cerrada.

También es obvio, que la tal disposición, en la batalla, no parece que fuese demasiado eficaz, sino todo lo contrario, ya que entre el cansancio del caballo, la falta de maniobrabilidad, y la dificultad de movimientos de los jinetes, los partidos los perdían por cuatro a cero. Y es que para hacerlo medianamente razonable deberían montar un zurdo junto a un diestro por lo menos….en fin.

Pero parece que no es así, que como en tantas cosas de la vida, lo que tenemos delante no es más que un símbolo reflejando la estrecha unión entre los caballeros, que iban en parejas a la batalla, dependiendo el uno del otro, y con la máxima de no rendirse nunca. Victoria o muerte.

Parece ser que estos Caballeros, procedentes de las mejores familias de Europa, vivían en la más absoluta de las austeridades, cosa por otra parte muy útil, si quieres mantener un cuerpo y na mente en condiciones de cumplir la máxima de la orden que no era otra, (oficialmente) que proteger los Santos Lugares en Jerusalén.

Así que, honor, abnegación, austeridad, castidad, (dicen que no podían tocar a una mujer, ni siquiera a su madre o a su hermana), pero dinero, sobre todo dinero, que les llega de las comisiones que cobraban por sus servicios de banca para viajeros. No prestaban con intereses, que eso era pecado, aunque si lo hacían a la casa real francesa, y es lo que al final les acabó costando el pescuezo, que Felipe el Hermoso, era muy suyo.

En este símbolo de los dos soldados montados en el mismo caballo, creo que podemos leer la importancia del hecho de que dos personas, de forma voluntaria sigan el mismo camino, sin importar quién lleve las riendas, que no hay distinciones entre los dos caballeros, no hay jefe, no hay subordinado, hay únicamente un elemento, el caballo, que les permite seguir el camino.

Desde luego no se me está ocurriendo pergeñar un ensayo sobre el Temple, la literatura y los estudios sobre la orden son innumerables, y muchos de ellos incluso de altísima calidad, lo que pretendo únicamente es a la escasa luz de mis conocimientos, reflexionar un poco sobre alguna de las enseñanzas que el Temple, y organizaciones similares hayan podido dejar en nuestras vidas.

Y eso asumiendo que nada ni nadie es perfecto, que estos templarios eran muy brutos que diría Juan Eslava Galán, pero ya fueran ellos, o su fama, descubrimos que fueron grandes arquitectos, con los mensajes simbólicos escondidos entre sus piedras, tanto en las grandes construcciones como Montalbán, Ponferrada, Jerez de los Caballeros, o las más modestas como la Vera Cruz en el camino de Zamarramala o Santa María de Eunate.

También financieros, y cómo no, ligados al gran negocio de la Historia que no es otro que la guerra, llegaron a tener un poder inmenso como organización, tanto desde el punto de vista económico como cultural, eso sí manteniendo la pobreza en todos y cada uno de los miembros de la orden.

Y es que al final es tremendamente importante para las organizaciones humanas el mantener objetivos, disciplina, austeridad, y discreción a toda costa, que con esas claves el poder llega siempre, junto con las envidias, y las consecuentes traiciones.

Nunca he entendido como una organización tan poderosa fue eliminada en na sola noche, de forma coordinada en toda Europa, sin que nadie diese la voz de alarma, o se organizasen defensas a no ser que todo fuese una farsa acordada, se limpiase la orden de elementos no deseados (lucha interna por el poder), y que posteriormente con otros nombres (Calatrava o la Orden de Cristo) hayan sobrevivido los objetivos templarios de forma aún más discreta hasta nuestros días.

Y es que ese caballo que transporta dos jinetes quizás sea uno de los elementos esenciales para realizar ese camino de perfeccionamiento personal, de búsqueda de ese Grial íntimo, con el compañero que estará siempre a tu lado esperando tu ayuda cuando flaquee, y ofreciéndotela cuando seas tú quien la necesita, la verdad es que no lo sé, pero esta Orden de los Pobres Compañeros de Cristo Caballeros del Templo de Salomón, parte de nueve nobles franceses liderados por Hugo de Payns, que poseía estrechas relaciones con Balduino I, con el Patriarca de Jerusalén, con Bernard de Claraval, toma como objetivo proteger el camino que lleva a Jerusalén, y obtiene todas las facilidades para llevar a cabo su tarea de salvaguarda.

El hecho de su discreción, su relación con la construcción de templos, el uso de sistemas de comunicación no descifrables para los mensajes internos, el hecho de la necesidad de una ceremonia de iniciación de los nuevos miembros, el hecho de dejar marcas de cantero en sus construcciones, ha producido, sin duda, que su leyenda y su poder hayan permanecido vivos hasta nuestros días. Aún más el manejo de dinero en un contexto de estar el préstamo con intereses mal visto por la autoridad religiosa, quizás llevo a la Orden a una demolición controlada manteniendo su legado entre otras órdenes religiosas, o en asociaciones civiles que tienen como objetivo los lemas de igualdad, fraternidad, libertad, junto al desarrollo de un camino de perfección personal y una importante carga de filantropía en sus objetivos.

Hay muchos Templos que construir, muchos templos que proteger, muchos caminos que transitar al abrigo de la seguridad económica, física y espiritual, con lo que la antorcha que enciende (o recoge) Hugo de Payns sigue a buen seguro viva, pero de forma discreta.

Y esa discreción junto al poder adquirido, consiguió que el Temple, y muy posiblemente aquellos herederos de sus ideales y sus procedimientos se conformaran como un estado dentro de los estados, una Iglesia dentro de la Iglesia, y sobre todo un faro ideológico con repercusiones decisivas en la historia de la Humanidad.

He dicho

 

Por el Tibet

Llegar al Tibet era uno de esos sueños que uno no puede dejar de cumplir, siempre que tus condiciones vitales lo permitan.
Y a mí me lo permitieron una vez que dejé atrás los valles del Buthan, volví a encharcarme en el valle de Kathmandu, con tiempo apenas de despedirme, no sabía yo que para siempre, de algunos de los espacios monumentales que me subyugaron en su momento, y que el terremoto que nos robó tanta y tanta maravilla, destrozó apenas cinco meses después de aquellos días.
Los chinos me llevaron a través de los Himalayas, que esta vez se mostraron esquivos, hasta un aeropuerto nuevo bastante alejado de Lhasa, que era donde confiaba en pasar unos días, sobre todo para comprender qué estaba pasando ¡más de cincuenta años después de la invasión china!.
Y como estoy muy mayor, no pienso entrar en esas cosas que son las guerras de cifras, la destrucción de culturas autóctonas ancestrales, se lo dejo a más doctos geoestrategas, de forma que solo diré que mi primera impresión fue la del disgusto que siempre me ha producido el choque con la cultura china.
Y es que donde me encontraba, en ese Lhasa mítico, el del Potala, el centro de la meditación budista, el templo de los templos, el “Palacio real”, de alguna forma, donde el poder religioso y el poder político y administrativo del Tibet, todo eso ya no estaba, quiero decir que lo que quedaba era la carcasa, que el espíritu de la cosa había pasado a mejor vida hacía ya demasiado tiempo.
Decir en China que algo se ha occidentalizado parece que suena a cuento “chino”, pero realmente es así, que llegué a un aeropuerto de provincias muy occidental, viajé por autopistas muy occidentales, crucé una frontera muy occidental, cambié yuanes en un cajero muy occidental, vi líneas férreas muy occidentales, y finalmente me metieron en un hotel chino, regido por chinos guarros como solo ellos saben serlo, pero a precios muy occidentales.
Es creo una de las consecuencias del siglo XXI, estamos rodeados de carcasas vacías del espíritu con que fueron construidas, y nosotros seres vacíos visitamos esos espacios sin la más mínima posibilidad de entender absolutamente nada de lo que realmente quiso significar el Potala, o la catedral de Reims, o incluso el Palacio de invierno de San Petesburgo. Hoy no son más que espacios vacíos llenos de turistas haciéndose auto retratos.

Hasta las interminables colas de peregrinos que llegan al Potala creo que llegan por una inercia de siglos, pero sin saber a qué van, quizás a un lugar de poder, quizás en busca de un consuelo espiritual que esperan encontrar entre las paredes, entre las paredes donde nos mezclamos turistas de todo el mundo, chinos que quieren desarrollarse también como turistas de los de móvil con cámara, auto retratos, cuenco de fideos o de arroz y cerveza, y los peregrinos que serpentean por toda la ciudad en colas kilométricas.
Y el Potala, la parte de la carcasa que me dejaron ver, me emocionó, ya que iba predispuesto a ello, no me había puesto aún el sombrero del escéptico ni del agnóstico, que fue creciendo poco a poco durante la visita.
Y es que como en tantos y tantos centros de poder que he visitado, sobre todo cuando se mezclan ambos, el poder religioso y el administrativo, se crea el espacio idóneo para la esclavización del ser humano.
Y junto al Potala el palacio de verano del Dalai Lama, más poder, más lujo, más oro. En fin, la historia del mundo, así que me quedo con la carcasa, recuerdo las historias del cambio de dueño sangriento que tuvieron los tibetanos, los coches occidentales que circulan por sus calles, con poco orden y menos concierto, así que ya que estoy en medio de una ciudad nueva del siglo XXI, pienso que lo mejor es cruzar la calle, visitar un par de templos “carcasa”, que andan por la ciudad, mirar el mercado, ya occidentalizado, y marchar tranquilamente a cenar a una especie de pub regentado por un holandés que vive aquí desde hace más de cuarenta años, y a saber qué tendría en la cabeza cuando se trasladó.
No pasa nada, te tomas tu hamburguesa de yak, una Heineken, pagas con Santa Visa, procuras que no te escupan por la calle mientras vuelves al hotel, y a otra cosa.
Pues no, técnicamente no está prohibida la religión en el Tibet, no pero su peso se ha reducido enormemente, y ha dejado de ser una forma de vida para muchos tibetanos que pasaban a formar parte de las “nóminas” de los monasterios, esos monasterios que hoy son carcasas vacías, repletas de libros, que posiblemente encierren un saber ancestral, que dudo mucho acabe siendo publicado, no apetece, no hay voluntad en el gobierno chino.
Y lo que se ha hecho desde Beigin, al final, es construir otra sociedad sobre la que existía, y no sé si el nuevo régimen occidentalizado, con valores diferentes mejorará la vida de alguien, la verdad es que tampoco me importa demasiado, salvo por el hecho de que ha sido realizado, al parecer derramando demasiada sangre.
Y hay un progreso material evidente. Nuevas gentes, que quizás puedan ser tachadas de invasoras, quizás nuevas hordas de funcionarios, quizás ratios relativos al bienestar de la ciudadanía se hayan mejorado, quizás formas ancestrales de vida estén llamadas a desaparecer. No voy a juzgarlo, veo una realidad que ni me gusta ni me disgusta, no es para mí, no voy a vivir allí, ni siquiera puedo decir honestamente que me importa, pues al final es cosa de individuos, y los pensamientos individuales se forman en función de la educación, o del adoctrinamiento que reciben, y al final la felicidad es cosa de cada uno.
Ellos verán, lo que yo he visto es un país invadido, una ciudad nueva, un palacio que es como tantos y tantos palacios que he visitado por todo el mundo, carcasas del pasado de las que ignoramos los más de los ciudadanos la razón de ser que tuvieron en su momento, ignoramos los símbolos que querían transmitir, ignoramos si esos símbolos estaban para mejorar las vidas de los más o para que los menos conservaran el poder.
sé si hoy son más felices que ayer, no sé más que si hubo una invasión esta fue cruenta, y eso es inaceptable, como lo fue la revolución de Mao, si hablamos de China, pero como lo han sido las invasiones europeas en América, o las otomanas sobre el imperio romano de oriente.
Hablamos de la historia de la Humanidad, y yo no sé qué decir.
Seguiremos en el Tibet, hablando de montañas, que también existen.

De Kathmandú a Buthan

Cuando uno se sube a las líneas aéreas del Buthan, uno no es consciente del todo de la que le espera.
Yo soy adicto al asiento 2A, desde que he podido pagarlo, claro, y la cosa empieza bien en el aeropuerto medio desvencijado de Kathmandú, que hasta te ponen en una de esas salitas con sillones de gutapercha, en las que te puedes tomar un whisky de garrafón a las siete de la mañana, mientras preparan tu Airbus 319….¡qué pequeño!, piensas, pero todo tiene su explicación.
Monísimo, limpísimo, desayuno a bordo, mientras de nuevo desde la ventanilla acercándome a Paro, vuelvo a ver desfilar al Lothse, al Everest, al Manaslú, el Katchalunga, el Maalú, en Daulaghiri….pues sí señorita, le acepto una copita de champagne, que esto hay que celebrarlo.
Y de pronto, me veo añorando Ranón en día de galerna, o Alvedro en día de niebla….¿pero qué coño hace ese tío que dice pilota el Airbus 319?…
Y es que es uno de los ocho pilotos con licencia para aterrizar en Paro, que tiene que poner el avión casi perpendicular al suelo para pasar entre montañas antes de enfilar la minipista del aeropuerto. Ni en el Cristiano Ronaldo de Madeira es la cosa tan jodida.
Pero has llegado a la Suiza, (guardando las distancias) del Himalaya, un país a 27º de latitud norte, es decir, técnicamente entre los 23º del trópico de cáncer, y los 28º de Tenerife, pero a más de dos mil metros de altitud, y entre montañas.
Esas circunstancias producen un paisaje bellísimo, y su aislamiento físico de la India, de China o de Nepal, han preservado una forma de convivencia aparentemente muy adecuada para el país y sus ciudadanos.
Te confirman que su historia comienza con la llegada de un monje tibetano allá por los albores del siglo XVII, y desde entonces se plantea una dualidad de poderes en el país, entre el religioso y el administrativo. Temporal e intemporal, para ellos, y constato que funciona aún aunque en el siglo XIX, legalmente el sistema quedó abolido.

No son muchos, apenas setecientos mil, y están orgullosos de su país, de sus tradiciones, de una pequeña parte de sus carreteras, (la otra directamente es intransitable), circular por ellas se conoce como el shiatsu buthanes, que juro por los dioses es inolvidable.
Las tradiciones, como su traje de diario, se mantienen, y de hecho estuve para asistir a los festivales de final del monzón. Una maravilla.

Las curiosidades con las que te vas encontrando, y que al final no son más que diferencias culturales, son infinitas, y contaré solo una:
En Thimbu, la capital del reino, están encantados por ser la única capital del mundo que no tiene semáforos.
Las tres razones por las que se rechazaron eran:
-Son feos…..de acuerdo
-Cuestan una pasta…..de acuerdo
-…¡Y es que hay que hacerles caso!.
Los ciudadanos del Buthan, son bilingües, hablan todos inglés y buthanes.
No diré que son todos los ciudadanos exquisitos ex alumnos de Bolonia o de la Sorbona, pero tienen un nivel cultural más que aceptable, y sobre todo, a la hora de indagar un poco en su cultura y sus tradiciones, son capaces de explicarte con mucha coherencia lo que hay detrás de cada paso de danza que se representa en el festival, o el significado que tiene un monasterio para una población aislada entre montañas, cuando hay, por ejemplo, que atender a un enfermo, o ayudar de forma desinteresada a alguna familia que pueda estar en dificultades.
La pobreza no parece estar asentada en el país, al menos yo no encontré mendigos, y debo reconocer, que salvo los coches de la familia real, que por cierto asistían a los recintos donde se celebraban los festivales, todo lo visible era, sobre todo práctico, no lujoso.
Y eso viajando desde Nepal, es mucho decir.
Volviendo a los festivales, que como he dicho se celebran en recintos que admiten hasta veinte o treinta mil personas que pueden pasar el día entero viendo los diferentes grupos de danzantes que se muestran, cada uno con su vestido adecuado a la danza que representan, y cada uno referido a su valle a su pueblo.
En paralelo, los mercados, que tienen sobre todo la oferta de los productos que van a ser utilizados en el invierno, cuando la movilidad se haga difícil o imposible. Así que desde utensilios de cocina, ropa de abrigo, herramientas para el campo, o arreos para las bestias, son los artículos que se ofrecen, independientemente de que en paralelo se ofrezca comida, que hay que pasar el día.
Vas viajando de valle en valle, de Paro a Thimbú, de Thimbú a Punaka, despacio, entre ríos, vegetación frondosa, caminos intransitables, gentes que te miran de la forma más educada posible, pero con cierta curiosidad, que eso de visitantes extranjeros, es algo que no pasa demasiado a menudo.
Los perros, que para mí son un indicativo de la calidad de vida, están, en general, bien alimentados, gordos diría yo. No como en el famélico Nepal, que aquí me da que no se los comen.
Y luego los monasterios, que como todo en esta vida tiene su precio, si como viajero o como turista quieres ver qué es lo que hay, cómo son, o cómo se vive. Habitualmente los encuentras encima de picachos que te cuestan ascensiones en vertical de esas que se hacen a fuerza de piernas, de no menos de cuatrocientos metros, y hasta más de mil que me ha tocado entre subida y bajada, y vuelve a subir.
En general las comunidades como no puede ser de otra manera, viven en meditación pero a su vez son centros de cultura, y de saber, atesorando no solamente tradiciones religiosas que atraen peregrinos, sino conocimientos de medicina, de agricultura, de orfebrería. Centros de meditación donde te pintan tu mandala si se tercia, donde se estudia esa astronomía sin instrumentos de última generación pero de la que se obtienen relaciones interesantes entra las cosas que ocurren en el cielo y las que acontecen en la tierra. “Como abajo es arriba, como arriba es abajo”, principio que se manifiesta en los planos físicos, mentales, y espirituales.


Así que visitar Dzong, el monasterio/fortaleza, Tango, como universidad religiosa, o el Nido del Tigre, con vocación eremita, son imprescindibles para intentar rascar la superficie de la cultura de estos valles del Himalaya.
Pasas de valle a valle por puertos de montaña a más de tres mil metros que te hacen preguntarte el famoso ¿qué coño hago yo por aquí?, pero te respondes rápidamente, cuando llegas a Bumthang, por ejemplo, y te ves cruzando en medio de su festival entre hogueras de cuatro o cinco metros corriendo, como hacen ellos, en una especie de ceremonia de purificación, o de fertilidad, o simplemente lúdica, quizás con sentido como nuestras hogueras mediterráneas, o como las brasas de Medinaceli. Pasan con su ritual de tres veces, siempre el tres, vayas donde vayas.

Y tienes el templo en la montaña, el santón rezando por ti, y el trabajo en el valle, el complemento de lo de arriba, con su reflejo abajo. Siempre un mantra, siempre una tradición.
Cambias de valle, y ves que la vida depende del monasterio, que los niños caminan diez kilómetros para ir a la escuela, y tan a gusto, que las enfermedades las curan los monjes, que los ciudadanos son su propia policía y su propia justicia, y así siglos y siglos, con las necesidades de casa, educación, espíritu, y alimento cubiertas, con sencillez, pero con seguridad.

La iconografía y la arquitectura del budismo buthanes, quizás requiera la pluma de alguien más versado, pero a ojos de viajero apresurado, ves construcciones de piedra sencillas pero suficientes para ser acogedoras frente al clima, y defensivas en caso de necesidad, con sus guerreros en piedra y sus leones y dragones guardianes, amplias para recibir a la población en caso de necesidad, prácticas, como todo en esta tierra, (excepto las carreteras, claro).
De la corriente budista, de sus creencias, de sus liturgias, no voy a hablar, ni siquiera de la conveniencia o no de su régimen político. No es mi oficio hoy, pero parecen satisfechos con las primeras y tranquilos con su rey. Ellos sabrán qué es lo más conveniente.

Y como escribí en su momento, no creo que vuelva a esas tierras, pero ir valió la pena.
Habrá que ver qué pasa en el Tibet.

Viaje al Himalaya 2014

Regreso al Himalaya
Hay regiones en el mundo a las que hay que volver, siempre que el cuerpo lo permita, y el Himalaya es una de ellas.
Y eso hice hace tres años, lo hice con el tiempo ese que me fue dado a cambio de más de cuarenta años currando, y quería descubrir más el Nepal tropical en primera instancia, que luego ya tendría tiempo, y lo tuve de entrar en el reino perdido del Butan, y en el Tibet, donde me esperaba el Potala. Pero todo a su tiempo.
Llegar a Kathmandú desde el lujo de Qatar, es como retroceder más de cien años en el tiempo, y siempre que lleguemos lo suficientemente alejados del desastre natural de turno, que fue mi caso, ya que a los pocos meses hubo un terrible terremoto que dejó el país aún con más dificultades para la supervivencia de las que habitualmente deben de soportar.

El Nepal, esa maravillosa tierra tan alejada de nuestra cultura por más que nos empeñemos en acosarlos con los reclamos de la sociedad de consumo, está llena de días de fiesta, y yo llegué en plena fiesta.
Se adoraba de forma especial a Kali por aquellos días, siendo esta divinidad hinduista una de las más controvertidas, desde mi punto de vista del elenco de los dioses indios.
Es Kali, la fuerza de Shiva, destructora de los demonios, ( a mí como Lucifer que soy, no sé lo que me hubiera pasado si me pilla), y tiene una cantidad enorme de facetas, desde la de vencedora del hombre, representado en Shiva), hasta la gran madre universal. Una especie de virgen negra, pero en ese charco, por el momento, no voy a meterme, que me lo mezclan con tradiciones egipcias, cristianas, y a saber donde terminamos.

Para mí, miserable viajero occidental, llegar al templo de Dakshin, para admirar no solo el colorido de la mezcla de gente, sino la devoción de los adoradores de Kali que iban a rendirle tributo, ya me curó del paso por el aeropuerto de Doha, en el que se siente uno tratado como un ser de segunda, ya que no soy más que un maldito infiel.
La gente se agolpa en Nepal de todas las formas posibles, y siempre hay excusas para hacerlo, y esta vez en el templo de Kali, en el día de la adoración y los sacrificios, la plaza del templo era un hervidero humano.
La plaza del templo estaba abarrotada, y por supuesto llena de puestos en los que podías comprar el animal que posteriormente fueses a ofrecer a la diosa.
Y todo según tus posibilidades, desde gallinas a corderos o cabras, que se sacrifican mientras los fieles se presentan ante la diosa de seis brazos.
Huele la sangre vertida de los animales, huelen las especias aromáticas que se queman, huele el sudor de la gente, huele la comida que se preparan las familias para disfrutar del día de la diosa, huelen las heces de los animales, las cloacas abiertas, el barro acumulado, huele en definitiva la vida y a mierda, claro.

Pero el espectáculo, el colorido, la devoción de la gente hace que cualquier pensamiento negativo desaparezca como por ensalmo.
Así que mi chofer me lleva a Manakamana, y me deja al pie de un teleférico de esos que tan bien hacen los suizos, pero que en estas manos te pone un poco nervioso, que seguimos con sacrificios de cabras, aquí a la diosa Bhagwati, una Fátima local, que también según la tradición es una imagen aparecida de forma astral…
Más sacrificios de cabras, todo en ambiente festivo, más sangre de animales, más Nepal. Y sobre todo una ceremonia de presentación de los niños a los dioses, ya que se celebra la ceremonia del “Mundan”, o primer corte de pelo a los niños.
Las tradiciones se parecen en todas partes, es como si hubiese un tronco común a todas ellas. Aquí la diosa se presentó como una niña brillante con un león acompañándola.
Pues muy bien, que seguramente es tan cierto como la historia de Fátima o Lourdes, y un día sabremos qué es lo que de verdad esconden esas apariciones.

Pero estas vírgenes sirven para todo, que con la conveniente devoción, ofrenda, y dedicación, garantiza una amplia descendencia a los recién casados. Todos contentos.
Mi viaje debía seguir hacia Lumbini, ya que al parecer, la tradición sitúa el nacimiento de Shiddarta en esas tierras, y quería ver el templo, quería ver el árbol de sus meditaciones, y sobre todo el parque que promocionó la UNESCO,
Así que te acercas al templo Maya Devi, y sientes, siempre y cuando tengas la sensibilidad adecuada, la fuerza del lugar donde el Buda Gautamá ve la luz, y aquí seguramente se mezclan los conceptos de nacimiento natural, y nacimiento al conocimiento.
Puedes sentarte debajo de una higuera sagrada, y creer, si te parece adecuado que la madre del Gautamá Shiddarta se apoyó en sus ramas después del parto. No deja de ser una estupidez más del viajero que se transforma de vez en cuando en turista, y busca sensaciones de parque temático. Me disculpo, la iniciación al camino de la luz no requiere sentarse debajo de una higuera, aunque sea la del Gautama Buda.
Vuelves a Kathmandu, temblando en uno de esos aviones nepalíes que son al menos tan peligrosos como las carreteras, pero ves la línea de los Himalayas, uno a uno, recuerdas tu querido Annapurna, allí a la izquierda, el Katchalunga, el Manaslú, el Sagarmata…ya habrá tiempo de saludarlos más de cerca.
Y en esa capital nepalí, que despierta en mí ese sentimiento de amor/odio, vuelvo a pasear por la plaza Durban, o por Patan, y quedarte de nuevo extasiado con los templos, con la gente que se mezcla contigo, turistas de medio mundo, despistados en busca de un gurú, que de todo hay, el pícaro local, el que vende recuerdos turísticos, el que te ofrece pachuli, el que te ofrece a su hermana pequeña, que ya se sabe, todos los turistas solos somos pederastas, o quien detrás de un uniforme se cree aún miembro de una compañía de gurkas al servicio del Imperio Británico, o de su señor feudal, que a saber cuál es por aquí, la casta de cada uno.
Aún me queda tiempo para visitar Kokhara, una de esas poblaciones del valle de Kathmandu, de pasado no exento de cierto esplendor, y de nuevo ciudad engalanada, que al fin y al cabo, los mozones ya se han acabado, y te ofrecen tantos y tantos templos engalanados, plazas con barro y mierda, gente a sus cosas, que desgraciadamente son pocas, si dejamos a un lado la búsqueda de algo para comer.
Otra vez me siento turista, no soy viajero, no soy capaz de interactuar con la gente, no importa, o sí, ¿qué más dá?.
Este Nepal es pobre, es rural, está dominado por clanes, que han destrozado su economía, que antes donde exportaban arroz, hoy deben importarlo, se malvive del turismo, de la explotación de los qataríes que los utilizan de mano de obra esclava para sus estadios del futuro campeonato del mundo de fútbol, de coser para las marcas internacionales de ropa deportiva.
No sé si volveré, pero lo que si sé es que me llevo una huella intensa de mi paso por esta tierra.
Sigo viaje a Buthan, y a lo mejor cuento algo.
Allez!

Paris bien vale una misa

Mucho tiempo que no paseo por Paris, no sé por qué, ya que la última vez que estuve por las orillas del Sena, la cosa no fue mala.
Cierto que no fue una escapada romántica, y tampoco de trabajo, que es lo que parece que reclama Paris, pero no volví satisfecho, ciertamente no.
Había quedado con una pareja de amigos que viven en Suiza, y no les venía mal del todo cenar conmigo en el restaurante del hotel en que acostumbro a alojarme, y es que el bueno de Alain Ducasse me sirve ahora la cena ahí, en el viejo comedor de la Rue Rivoli, y de vez en cuando no me importa fundir la Amex y echar mantequilla a las arterias.
Paris fue Paris, y ahora no sé lo que es, quizás tenga que buscar un hueco para una escapada, que no será de negocios, y que si quiere ser romántica, los condicionamientos son demasiados, que no todo es ir acompañado de hembra placentera, será de colesterol, o de bistrôt del Barrio Latino, por detrás de la Sorbonne, no sé, en cualquier sitio a lo mejor te dan una carne de tercera medio bien condimentada, y con suerte, el patrón ha encontrado un Shiraz de Rhônes medio decente, no lo sabes.
Quizás haya que ir a comprar quesos al Hediard de la Madeleine, o chocolates a Capucines, no lo sé, aunque lo que sí sé es que no me meteré en Bastille por mucho que quieran tentarme con una Carmen, eso no lo haré que uno es un clásico y un sentimental, y La fille du regiment no suena igual que en la Garnier. ¿Qué le vamos a hacer!.
Pero esa última vez Paris me dejó un tufo de sudor de la cola de una atracción de feria (hoy parque temático), y es que la invasión ha llegado a niveles insoportables. Esa masificación turística que tiene cabreados a los ciudadanos de Palma, a los ciudadanos de Barcelona, a los ciudadanos de…hace tiempo que transformó a ese Paris que conocí a mitad del siglo pasado en algo inhabitable para sus ciudadanos, que en la cité solo viven los que no son parisinos, que esos están en los banlieu, que tienen como poco que subirse en la Concorde una buena hora si trabajan de taquillera en el Louvre, o de limpiador en Les Halles, que en el septième no hay quien viva, que es para los árabes a los que sustentamos para llenar el depósito de nuestro utilitario. Solo queda escuchar en la radio del Renault las últimas noticias que nos adoctrinan para poder trasegar sin necesidad de crear otro Dani “el Rojo”, la próxima reforma laboral del Señor Macron.
Bueno, del señor Macron, o de quien sea, que a lo mejor el pobre es solamente el corre, ve, y dile de a saber quién, que duerme ahora en su apartamento de la Avenue Hôche.¿Quién sabe?, que hasta el Paris Saint Germain está en manos de árabes, de infieles, de los que el bueno de Luis IX quería echar de Jerusalén antes de palmarla por unas fiebres allá por Alejandría, o por donde fuera.
Quizás deba hacer como aquella prostituta de Truman Capote, y me quede mirando después del Café au lait en cualquier rincón de la rue Mont Thabor, los diamantes del escaparate de Cartier en Vendôme, no lo sé, como tampoco sé si me iré de tiendas por el Faubourg Saint-Honoré. Probablemente no.
Pero lo que sí sé es que evitaré que las manadas que transportan las compañías de bajo coste, los trenes rápidos que llegan desde media Europa, me pisen y me dejen ese olor a sudor de turista.
Y me temo que no podré saludar a la Victoria de Samotracia, ni siquiera a mi amada Mona Lisa, no lo haré, ni tampoco me acercaré a ver los Degás, los Matisse, los Chagal, ni ese jardín de esculturas del maldito Rodin.
Ya tengo la imagen en mi almario, tomada en su momento, en aquellos momentos en los que te acercabas por Champs Elysées, y podías ver el Novecento de Bertolucci sin que la Brigada político social de Franco anduviese pidiendo carnets a la salida, o el culo de la Schneider, que de todo he visto en Paris, que aquí, las cosas tardaban en llegar.
Y es que ya no está Norma Duval en Pigalle, y en la Place du Tertre, no quepo, no voy a subir a la colina de Montmartre a que me pisotee una turista teutona, por muy bonita que sea la vista desde el Sacré Coeur, no lo haré.
Y a lo mejor la solución es pasear por los Jardines de Louxembourg, aunque no sé si encontraré a los niños jugando con sus veleros en el estanque, y quizás no haya siquiera una mignone con el cochecito del bebé de sus señores con quien pegar la hebra.
Tendría que ponerme a leer Le Monde, o le Canard enchainé, o quizás el Chrlie Hebdo, pero con cuidado, que hoy los pied noirs, ya no son argelinos, que muchos vienen de los banlieus, que saben que les falló la aventura de abandonar sus tierras en Orán, y hoy son otros los árabes que viven la Avenue Klèber. Y es que no se enteraron que los parisinos también habían perdido su ciudad, por lo que se les ha llenado el alma de ese odio a cualquier otro.
No lo sé, no lo sé, quizás vuelva uno de estos días, quizás no, pero si lo hago, intentaré buscar ese Paris escondido que quizás ya no exista, ese Paris que va al teatro a La Comedie, o que pasa horas buscando un libro en los bouquinistes, de esos que no vende Amazon, siempre, claro, que el bouquiniste no haya dejado el negocio de los libros, y ahora venda “souvenirs” para turistas chinos, coreanos, o de Puerto Lápice, por poner un aquel.
Y aunque en ese Quaie de la Tournelle, me lleguen los olores del canetton, y me digan que tengo mi mesa del quinto piso con vistas al ábside de Nôtre Dame, y que tienen un Pomerol de buen año, a lo mejor no soporto el que quizás también se haya transformado en un parque temático, como pasear por Invalides, o bajar desde Trocadero a Les Champs de Marte.
Ya veré, ya veré, y a lo mejor os lo comento, o no, que este es mi territorio, es mi jardín, y por el momento solamente meo yo en él, o al menos es lo que creo.
Por lo demás buscaré en mi discoteca de jazz, ese autumn in Paris, que siempre me ha encantado.
Los americanos para eso son una delicia naïf.
Con su pan se lo coman

La mare d’els ous

La mare d’els ous
Que viene a ser lo de la madre del cordero pero en catalán, que mientras no me pidan un impuesto especial por usar el idioma a mi antojo, ya disimularán sus gracias, pero pienso seguir haciéndolo.
Y es que de nuevo, los voceros matinales, paniaguados a saber de quién, se me ponen estupendos cuando se dan cuenta de lo fácil que es encontrar al malo de la película en verano, cuando están los ricos por aquí conmigo jugando al golf en La Cerdanya.
Y es que dentro de unos días, los del circuito, que yo llamo, de las vacaciones de la burguesía catalana, se va a dar de bruces con el problema del aeropuerto de Barcelona.
El circuito es primero pasar unos días en Cadaqués, o en S’a Tuna, que eso de tener el barquito parado todo el año, no puede ser.
Pasas por el festival de Perelada, que siempre da mucho de sí, o el de Cap Roig, que es más chic, y luego unos días al Pirineu, que unos se me vienen hacia aquí, hacia la Cerdanya, otros un poquito más allá, hacia el Urgell, y otros en La Vall de Nuria, que es donde tiene la “caseta” el que fue molt Honorable maestro Joda.
Luego, claro, els nens, tienen que conocer mundo, y el Corte Inglés se los lleva a San a Tomar por Culo, que la Montse, la de los Folch, va a flipar cuando se lo cuente.
Y aquí lo de la mare d’els ous, que hay colas en el Prat, que a ver si no vais a coger el avión, que tendremos que madrugar una hora más, que no sé si me dará tiempo a darme bien el rimmel, que a lo mejor se me olvidan los condones en la caseta de La Cerdanya, y a ver cómo me lo monto con la población indígena.
Un agobio, un sin vivir, y todo por esos malditos trabajadores, que lo quieren todo, en vez de besar por donde pisa papá, que les dá de comer.
Pes sí, por aquí el consenso es que habría que fusilar a unos pocos, y ya verías como lo arreglaba esto, que ya sabéis lo que hizo el bisa cuando montó los somatenes en Barcelona, se cargó al Noi del Sucre, y lo de la Canadiense acabó en Fuerzas Eléctricas de Catalunya, que es cómo debía haber sido desde el principio.
Que a los obreros hay que saber tratarlos, y ya sabes, a la que te descuidas se gastan la semanada en el Barrio Chino, yendo a putas. ¡Qué asco!.
Y para estos que veo tan puestecitos a los piés del Cadí, la mare d’els ous son los obrerotes, tan ordinariotes, que les das ¡mil euros!, y les parece poco.
Pero claro, els nens van a perder el avión de las vacaciones, y mendo stress los pobrecillos, con lo buenos que son, y verse así sometidos, Habrá que decirles a esos de EULEN, que lo arreglen como sea, y que a mí no me hablen de dineros, que ya hago bastante votando a los de Convergencia cada cuatro años religiosamente.
-¿A que CiU ya no existe?, bueno yo siempre hago lo que dice mi confesor, y seguro que si el Durán se ha cansado ya, a alguien habrá dejado, que es de una familia muy seria y responsable.
Así, que lo arregle la Generalitat, y que no espere a eso de la independencia, que los billetes de los niños son para el martes, y a ver qué va a pasar, que nosotros somos de los que menos dineros tenemos en Andorra.
Pero es que el conceller Indepe, tiene trofeo de golf el miércoles, y quiere el muy desnucasapos, que le bajen el hádicap, así que, por favor, no agobien, que uno no es la Cifuentes, y eso de las vacaciones es sagrado.
Y ahí andamos, regateando más que Romario, (iba a decir Neymar, pero no me parece oportuno ahora), que unos pocos más en los controles, que doscientos chufos más al mes. ¡Venga chavales!, que si pongo de aquí, que si quito de allí.
Y el comentarista, insistiendo que los malditos currantes no pueden exigir el dineral al mes que esperan ganar, muy por debajo, por cierto del salario mínimo que se cobra, sin ir más lejos en Francia.
Así que buscamos la mare d’els ous en la desviación moral de los trabajadores, bueno, que por pedir que no quede, que además están consiguiendo a fuerza de imágenes de colas interminables hacerle un feo a mi Dolça Catalunya, patria del meu cor, cuando estamos en campaña internacional con eso del referéndum. ¡Qué va a pensar Jimmy Carter de todos nosotros!.
La mare d’els ous es quizás la malvada campaña de Madrit (ens roba), para desprestigiar a nuestra tierra, sí , sí seguro que ahí está parte del asunto, que les pedimos que lo arreglen, y dicen que andan mirando a ver si suben angulas por el Urumea, que por los del ministerio, ya les pueden ir dando, y como sugerencia, ya que tienen a todos los barceloneses en las colas, les pueden intentar convencer, para que si hay referéndum, les voten con un si bien grandote, que tienen diputados más que de sobras.
Pero miren ustedes, que a pesar de que todo esto es lo que unos y otros andan diciendo, para mí, la mare d’els ous, está más lejos, está en los pliegos del concurso que en su día sacó la administración del estado para privatizar un servicio, el de la seguridad en los aeropuertos que debería estar cubierto por las fuerzas de seguridad del estado, en concreto por aquellos que han tenido siempre la responsabilidad de cuidar por la seguridad en los caminos, La Guardia Civil.
Pero claro, externalizamos el servicio, supongo que amparados por la ley, y al ciudadano no le cachea alguien a quien le has dado el derecho constitucional de llevar armas, sino un obrero que no sabemos quién es ni qué preparación tiene, ni siquiera si tiene el estatus de “autoridad”.
Y al privatizar, el político funcionario, que quiere prontito sacar a bolsa a AENA, y ganarse unos durillos, que esto de la actividad política es muy inseguro, te saca un concurso público en el que dado el límite de precio de los pliegos, fuerza al concursante a poner salarios ridículos en la oferta, a diseñar el servicio con un número de personas por debajo de lo necesario, y que es que luego tiene que quedar también algo de dinero por si hay que hacer alguna aportación transparente al partido en el poder.
Creo honestamente que deberían hacerse públicos, señores periodistas, señores tertulianos, las condiciones en las que se publicaron los concursos, y determinar el margen que quedaba para salarios, si era suficiente o no, si el número de empleados era suficiente, o no, y al analizar la oferta de EULEN, determinar si fue una oferta pactada o no, si fue temeraria, en los términos que marca la ley, o no.
Y si todo es guay, super legal, y estupendo, no sé a qué coño está esperando el Estado, que aún es mayoritario en el accionariado de AENA, en denunciar el concurso, y pasar al siguiente concursante, que el ciudadano paga una pasta por usar los aeropuertos, o mucho mejor, dejarse de externalizaciones sospechosas, y dejar al Benemérto Instituto que cumpla, como siempre con su misión´
Con su pan se lo coman

¡De turismo!

Nos encanta cabrearnos, y es que además no lo están poniendo fácil, ¡qué digo fácil, facilongo!, que a lo mejor es por esas cosas del calentamiento global, que nos pone la piel muy fina, y al oso (Ursus maritimo), del zoo de Budapest, le hace abrazarse a un cubito de hielo de su tamaño.
Y todo esto, porque en algún momento del siglo pasado, alguien debió cabrear a los dioses, y estos nos concedieron el deseo de poder hacer turismo, es más, de que los turistas viniesen a visitarnos, y no supo establecer con cuidado la letra pequeña del deseo, que para los dioses es un contrato.
Yo soy un nostálgico, de los de verdad, del tipo Don Guido mayorzón, que me encanta hablar de las tradiciones, y repintar los blasones, que mi querido hermano Antoñito, para eso era muy fino.
Y claro, echo de menos viajar como lo hacían los ricachones en los albores del siglo pasado, cuando llegaban a Estambul después de haber desayunado con una copa de Clos du Mesnil (luego le pusieron el Krug delante, y ahora se lo beben los infieles) en el coche restaurante, antes de que les recibiera en la estación esa, que está cerca de Emimonu, los coches de caballos que les llevarían al hotel por las cercanías de la torre Gálata, al Pera Palace.
O de aquellos otros que se subían en un barco precioso, de esos que llevaban un par de ruedas a cada lado y a remontar el Nilo hacia Luxor y Assuan. Obviamente tras haber dormido en el Oberoi, y asistido a una espectacular representación de Aída junto a las pirámides, cerradas para aquellos turistas, y rendir viaje con una fiesta de bienvenida en el Old Cataratas (hoy un Puto Sofitel).
Y luego a pasar el verano en Baden-Baden, o acercarse a Bayeruth que para ellos siempre había una buena entrada, que los Ciclos del Anillo, había que verlos.
Parte del verano, claro, que a la hora de la playa, ni siquiera era necesario ir a Cannes o a Saint Tropez, ni mucho menos a Cap Ferrat, con quedarse en la villa de la Promenade des Anglais era suficiente.
Una pena, que a Paris no se iba de turismo, se iba de escapada romántica, a cenar en Maxims y a fornicar a la Rue Rivoli, a la Place Vendome o si no se necesitaba discrección a casa de Pepe, que era embajador y un cielo.
A Roma se iba a rezar, que es lo que mandan los cánones, y a que las notas de sociedad del periódico local, te sacasen con tu chaqué más fino, y la más bella mantilla en la cabeza de ella, que luego te servía para procesionar detrás del Nazareno de turno, aunque eso es ya harina de otro costal.
A Venecia iban los escritores alemanes de relumbrón, a morirse de asco o de cólera, y a Florencia, ¡ay! a Florencia.
Fin de año en Viena, a la suite del Imperial, y al concierto de los Strauss en el Musikverein, para sentarse al lado de los Spencer, que solo se duermen cuando lo de la marcha Radetzky, que son muy suyos.
Y así una a una, a Londres ibas al Covent Garden, y al té del Ritz, que habías quedado con los Stewart, que son un encanto, y de paso comprabas o vendías algo, pero sin exagerar, que ibas al té, no al negocio. Y si te invitaban a una batida de zorros, o a un partido de golf por Windsor, echabas el día a perros, y a otra cosa.
Nuestro sur hispano quedaba para Merimeé, luego para Hemingway, y esa fue una peligrosa señal que no supimos leer, y al final, para las suecas de mi adolescencia, que nos dijeron habían venido a desvirgar Juanillos, y como siempre, de lo dicho, nada.
Luego quedaba lo exótico, que había que ver el Taj Mahal, que había que cazar todo lo que se moviese por tierras keniatas, o a que en lunfardo, algún pibe, en el viejo almacén le tocara el culo a tu santa con la excusa de enseñarle unos pasos del bailongo innoble.
Ya no era turismo, pero el viaje a Nueva York, para discutir con los Morgan, los Roquefeller, los Vanderbilt, de nuevas operaciones financieras, era lo que se llamaba desplazamientos laborales, y de eso no vamos a habalar ahora
Y alguien diría, que todos los principios son difíciles, y no, lo que está siendo difícil es trasegar el lío que se ha montado con eso de facilitar los desplazamientos de todo el mundo a todo el mundo….que no esté en guerra, claro, o que no estándolo se pongan plastas en las fronteras.
Así que en España, nos inventamos Benidorm, llevamos a las parejas de recién casados a Palma, para que en Europa viesen lo bonitas que eran las cuevas del Drach, le sacamos brillo a Gaudí y al modernismo en mi pueblo, se organizaron Festivales en Venecia, en Cannes, carreras de coches en Montecarlo, paseamos a Audrey Hepburn y a Gregory Peck en Vespa y con pañuelito en vez de casco por la Fontana de Trevi, John Wayne enseñándonos el mundo de la caza en aquella cutre historia de Hatari, y claro, pasó lo que pasó.
Que de pronto en Estambul, se habla más inglés que turco, que al bazar hay que entrar cogiendo número en la puerta, que Topkapi, desde lo de la Mercouri, (y siendo ella griega), hay que entrar haciendo cola.
Que en la Quinta Avenida te encuantras a Jordi y a Marta, eso si, a la salida del Roquefeller center, que las cosas tienen sus límites, que los leones del Serenguetti, los crían en Zimbawe, y hablan cuatro o cinco idiomas, y todo el mundo a vender lo que tiene a quien viene y no entiende ni los precios, ni las costumbres, ni el idioma. Hay que hacer el agosto, y si te descuidas los once meses restantes de la misma tacada, que una vez puestos…
Y hoy, parece que el dueño del restaurante de la vía degli Schiavonni, el taxista del Prat, o el joyero de la judería de Palma, se cabrean como monas, porque tienen más clientes de los que necesitan, que ese tipejo de Ryannair, los vomita en su calle a razon de dos mil la hora, y para la lata que dan, poco dinero dejan, y además alquilan por dos noches el piso de la vecina del quinto, y uno se despista por la mañana y no ve a su vecinita de siempre haciéndose el moño.
Y es que todo el mundo quiere ser viajero, que el mundo se ha transformado en un parque temático, y los cristianos viven al lado del tunel de la risa, o del terror.
Además con esto de las nuevas tech., de la globalidad y de las cuatro perras por ir de aquí para allá, hemos decidido todos viajar, y no lo estamos haciendo, por mucho que El Corte Inglés nos venda los pasajes, lo que hacemos es desplazarnos para subirnos en esa nueva montaña rusa que se llama Tour Eiffel, que se llama Sagrada familia, que se llama…su pastelera madre, que nadie nos dijo que el viaje no es llegar, que el viaje está en el camino, como en el juego de la Oca, al que tanto jugamos, y al que tan poco comprendemos. Que cuando llegas, no hay nada, bueno, si, hay un nuevo comienzo de partida.
Pero claro, es que si el viaje consiste en llegar al puesto de control de seguridad del aeropuerto del Prat, ese turismo canalla de hoy ha hecho de todos nosotros mitad peregrinos, mitad penitentes de Semana Santa.
Buen viaje

De Santa Clara a Fleet Street

Santa Clara arriba, Santa Clara abajo, y en verano algunos ṕor San Torcuato, y los más por el paseo.
Así pasa la vida en provincias y no tan provincias, que a la que te descuidas, aparece una calle Mayor y un paseo, una excusa para no quedarse en casa, una excusa para ver a los amigos, para ver a los y las quincenas empezando a preparar entre risitas nerviosas los líos que seguramente constituirán el más de su vida.
Pues sí, el Espolón te espera, o el Paseo Zorrilla, que es lo mismo, el caso es salir por la tarde, a que te vean, a ver tú lo que puedas, a matar el rato, a estirar las piernas, que lo que no se va en llantos se va en suspiros.
Esta tarde tenía yo unos asuntillos que arreglar, ya se sabe, cosas de esas que ni siquiera por Internet se pueden resolver, y me he venido, tranquilo, hasta Complutum, que no es Burgos, que no es Zamora, ni siquiera León, pero es ciudad antigua, y tiene calle Mayor, esa Santa Clara complutense, al lado de Madrid, que desde que perdió su Paseo de Recoletos para pasear, ya no es ciudad castellana.
Y eso que Doña Carmena de mis entretelas por mucho que se empeñe en cerrar Recoletos y el Prado los domingos, no le bajan a pasear ni los petimetres ni los quincenos, un desastre.
Porque estas cosas Señá Carmena son como el rosario, hay que rezarlo todos los días, que sin costumbre, lo que se baja al Paseo son los perroflautas, los ciclistas, y esos que se creen que están anunciando una victoria en batalla, solo porque se ponen una camisetilla exigua con el dorsalillo en precario equilibrio.
A mi Prim diecisiete, batallón de infantería que diría mi abuelo, porque de lo que se trata es de salir al paseo, y si este Madrid quiere ser London, pues con su pan se lo coma, que me acerco a la bella Alcalá, y recuerdo cuando paseaba por Santa Clara tan pichi.
Lo que ya no tengo tan claro es si esto del Brexit va a cambiar nuestras más arraigadas costumbres, que uno se va a Londres, en pleno mes de May, y se da cuenta que el problema que tienen esos britones es que son unos descreídos, y como no tienen eso de Santa Clara arriba, Santa Clara abajo, se lían con diez de hilo. Y es que estas cosas de los políticos son muy malas, como están acostumbrados a trampear hasta en el solitario, creen que el 50,01% de los votantes son suficientes para dar la patada a décadas de trabajo, en el aquel de ser europeos.
Y es lo que han hecho estos pollos que caminan por la izquierda, sin darse cuenta de que ya no van a poder ser el Caballo de Troya que sus primos del otro lado del Atlántico tenían en la vieja Europa.
Estos británicos tendrían que aprender a pasear por Santa Clara, que sé de buena tinta que cuando pasean, lo hacen por el campo….de golf, claro, y ahí ni ves, ni te ven, y lo que es peor no te mira Chuchita, ni Chuchita tiene a mano un Borjamari para echarle una sonrisita de las no sé sí, pero ni de broma lo que quieres.
Cosas de quincenos, y por lo demás, ya ni se puede comprar uno un bombín en condiciones, que en Fleet Street, parece que ni el Times está a gusto, que la gente no encuentra bancos del paseo para leer tranquilamente la tercera de opinión del tabloide asabanado.
Eso sí, los homeless, es decir los sin casa, que no los encuentras en Santa Clara a la hora del paseo, te hacen tropezar en Charing Cross, o se acurrucan cerca de Picadilly, no lejos del té de las cinco en el Ritz. Una pena, que no tienen pinta de emigrantes de esos que no quieren que entren por el Canal de la Mancha, ni siquiera por los controles automáticos de Heatrow, que parece que son las víctimas de la industria del acero de las tierras del norte, o mineros del carbón galeses. ¿Quién sabe?, que uno no está para hacer preguntas sociológicas en plan Ejército de Salvación, que antes se te degradaba un paisano por que se te hacía borrachuzo por unas calabazas de Niní, pero hoy a seis libras la pinta, te arruinas y no te emborrachas.
Son las cosas de estos descreídos, que ya se lo digo yo a ustedes, que tenían que haber sido un poco menos pragmáticos, y con la costumbre de tanta revolución industrial haber aprendido que el ser humano está para algo más que alimentarse de sus despojos.
Paseas por Londres, y no hay londinenses, además lo que te atropella son hordas de turistas, no como yo que soy un visitante, y además ni soy coreano, ni siquiera un enviado del INSERSO, porque ni los londinenses ni los turistas pasean, corren como pollos sin cabeza, que hay que entrar en el museo de las joyas de la corona, en la Nueva Tate, que hay que gastarse un sueldo en pisar los ladrillos donde Diana Spencer se vendió a la corona británica.
Por eso, hoy en la Calle Mayor de Alcalá de Henares, me daré el lujo de trincarme un par de cervezas, unos pinchos, y además me costará mucho menos que una London Pride en ese pub tan mono del Strand.
Que aquí casi no te hablan en italiano de Turín, ni tampoco inglés de ese de andar por casa, vamos de el de “may I have a pint of bitter”, que por aquí nuestros pobres son personas dignas que trabajan, que sudan y sufren para llegar a fin de mes, que la vida es dura pero aquí somos dignos, tenemos nuestra calle Mayor y aún no hemos transformado en un parque temático las calles por donde paseó Cervantes, que por el puente de Westminster, o en el Tower Bridge, no cabe ni un alma, claro que a nadie le importa, que en cualquier momento ponen un torno en las calles para que pongas la perra si quieres pasar por Fleet, por Carnaby , o ir a gastar tus perras a Petticoat o a Camden. Todo por su Graciosa Majestad, aburrida, y cursi como un repollo con sombrero y lazo rosa. Yo me quedo con mi paseo por la Calle Mayor, por Santa Clara, por el Espolón, o por el Sardinero, que hay menos turistas, y si te cruzas con alguien que no sea local, seguro que es un respetuosos visitante.
Le bon Dieu vous la donne