El rugby es un deporte de rufianes, jugado por caballeros….¿y el fútbol?

Mi relación con el juego del rugby ha sido escasa, pero suficientemente ilustrativa, desde mi superficialidad, claro, para poder hacer unas pocas reflexiones al respecto.
Comenzaré por el principio, aquel torneo insular británico, que obviamente no conocí, y que reunía a las selecciones de Inglaterra, Paìs de Gales, Escocia e Irlanda, “ Las cuatro naciones”.
Mi llegada es mucho más tardía, ya era el cinco naciones, porque se había unido Francia, que jugaba un rato bien a esta cosa de perseguir un pepino por el barro. Ya en este siglo, se unió Italia, y tenemos el seis naciones. Bien.
A lo del hemisferio sur no he llegado, pero lo que he oído, siempre ha sido positivo.
Las transmisiones por televisión española, los sábados por la tarde hicieron que casi empezase a familiarizarme no solo con los casticismos idiomáticos, sino hasta con el reglamento….”avant, ha sido avant”. Touche, melé, placaje, golpe de castigo…..ensayo.
Los tiparracos que jugaban a la tal cosa tenían todos una pinta de lo más innoble, vamos, que te cruzabas con alguno de esos angelitos a la salida del cine, y el apechusque era de los de taquicardia.
Los vetustos estadios británicos, siempre llenos hasta los topes, y con las gradas cantando de esa forma que tan bien les sale a los británicos, desde el God save the queen, hasta When the saints go marching in, o el muy inglés Swing low, Sweet chariot…así que si no te gustaba el espectáculo del barro, siempre tenías un concierto coral de buena calidad para aliviar las penas, que en Dublín te cantaban el Fields of Athenry, o el Cwm Rhonda en Cardiff, sin ir más lejos.
Los documentados locutores de la “tele”, te comentaban un montón de cosas, y ahí empecé a considerar ese juego de una forma muy pero que muy respetuosa.
Estos jugadores, no son profesionales, decía el pollo, este, por ejemplo es dentista, decía señalando a una masa de casi dos metros de alto por dos de ancho, que se hacía los cien metros barro en diez segundos.
Claro, uno cerraba los ojos, imaginaba al armario aquel armado de tenazas dirigiéndose a tu molar, y te arrepentías de no haber pedido los santos sacramentos, los santos óleos, y la bendición apostólica, por lo menos.
Y este otro, arquitecto, y aquel de allí, corredor de bolsa….y así.
Allá por los setenta/ochenta del siglo pasado en España, la cosa, al menos te hacía reflexionar, que por estas tierras estas cosas no se daban.
Claro, esos trenes chocaban, ¡y de qué manera!, y abolladuras de chapa, las que quieras, pero una venda, un trozo de algodón para cubrir la improvisada y no deseada extracción dental, lo solucionaban todo. ¡A jugar!.
Alguno ví salir del campo en camilla, con lágrimas en los ojos….¿de dolor?, ¡No hombre!, de frustración por no poder seguir dándolo todo a su equipo nacional. Nada más fácil que arbitrar a estos tiparracos, que lo único que querían era coger el pepino y salir corriendo como diablos a la línea de ensayo de equipo rival. (Noten que no dije enemigo). Que no están para hacer trampas o ser el más innoble de la clase.
Parece ser que la tradición, imponía que por la noche después del partido, todos esos sacos de testosterona que durante ochenta minutos habían compartido barro, compartiesen mesa y mantel, de gala, por supuesto, con sus parejas, si fuese el caso, para incrementar el nivel de hermanamiento entre los componentes de los equipos.
Porque al final, en estos juegos que provienen del British Empire, se trata de establecer relaciones entre personas que superen el ámbito-excusa, de un partido de rugby, de una jornada de golf, (¿que sería de un club sin el hoyo diecinueve?), o de la actividad que se te ocurra. Es una forma de aceptar un modo de vida, una gran hermandad que está siempre dispuesta a ayudar, y normalmente sin pedir a cambio nada, es decir que te comportes como un caballero honesto. Poco más.
Y por supuesto eres un caballero del rugby, en todo el mundo, toda tu vida.
Mucho más tarde, conocí a uno de estos pollos, a nivel nacional, claro, y ya no jugaba al rugby, juega a golf. Mi amigo Raúl. No mide dos metros, pero tiene ese aspecto que reconocía de las teles transmitiendo los partidos del cinco naciones.
Raúl tiene esa pinta innoble que tienen los de su hermandad, el rugby, pero disfruta de todas las virtudes de entrega desinteresada, de nobleza, y de ganas de ayudar, enseñar, y al final portarse como un caballero. No hay nada más agradable que jugar dieciocho hoyos con Raúl, hándicap bajito, y que se desvive, sin molestar, para que durante el recorrido lo hagas lo mejor posible. Y cuando te habla de su paso por el rugby te das cuenta de que está en él, y lo estará por el resto de su vida.
Tuve ocasión a principios de los 90, de asistir en directo a un partido entre Inglaterra y Francia en Twickenham, cerca de Wimbledon, a las afueras de Londres, y puedo asegurar, que allí todos querían ganar a Francia, pero se aplaudió toda aquella jugada bien hecha por los gabachos, el público, estaba de fiesta, con niños en las gradas, y fue un espectáculo deportivo, no una pelea de navajeros dentro y fuera del campo. Respeto al rival, a su himno y a su bandera, soporte coral a los suyos….y a otra cosa.
Si alguien me pregunta si me gusta el fútbol, la verdad es que me costaría responder. Veo partidos por televisión, pero a un campo hace décadas que no asisto, y no se me espera, de veras, no se me espera.
Las diferencias entre ambos juegos, no son mucha desde el punto de vista del esquema de juego. Se juega en campos de parecidas dimensiones, dos equipos, en un caso de once jugadores, y en otro de quince, con árbitros que controlan el juego, mucha gente en las gradas, y la tele de por medio.
Pero en el fútbol, que es un deporte de caballeros, al final, juegan rufianes. La excepción es encontrar caballeros jugando a esto.
No me imagino, después de un partido, una cena de gala entre los contendientes para eliminar los posibles roces que por el forzado contacto físico hayan podido surgir durante la contienda, no entre equipos que sean capaces de llenar estadios como Twickenham, donde se sientan 82.000 anglicanos.
De respeto, ya ni hablamos, se trata de menospreciar al contrario, de humillar sus valores, sus himnos, sus símbolos, y si algo se le desea de corazón al enemigo (aquí si uso la palabra), es que desaparezca. (Con lo que se pierde la posibilidad de aprender de alguien diferente a ti, claro, y de mejorar consecuentemente).
Desgraciadamente no es infrecuente ver a jugadores intentando dañar alevosamente a un contrario, y si le puedes lesionar gravemente, mejor que mejor….es un juego de hombres, te dicen. ¡No!, es una demostración de rufianes.
Los choques con resultados fatales de las aficiones, con cualquier excusa, son de nuevo frecuentes, y lo peor es que consumen recursos de las administraciones públicas que deben asignar policías para intentar evitarlos.
Las declaraciones de directivos, cuerpos técnicos “calentando el partido”, son la mayoría de las veces ignominiosas, y sin justificación posible.
A eso se une la corrupción que va unida a todos los niveles a este juego, para componer un mapa tremendo de su significado.
Como guinda a este pastel, la presencia de las instituciones del Estado, de manera oficial, es algo que además indica la bajeza moral de nuestros (y lo digo a nivel mundial) representantes públicos. Pienso honestamente que las instituciones públicas deberían dar un paso atrás en este semillero de odio que es el fútbol.
Pero como hay montañas muy difíciles de destruir, esta tampoco caerá. Nos quedaremos con algunas ayudas que con los ahorros de gasolina de los Ferraris de los grandes protagonistas llegan al tercer mundo en forma de camiseta de Messi, o de cuatro palos para un campo sobre el vertedero en Somalia. Hay que invertir, que si sale uno bueno de por esos lares, lo fichas por dos perras, y haces el negocio del mes.
Sigamos pues soñando que un día algún valor moral se transmitirá a estos rufianes que juegan al futbol de élite, y que aprovechando su impacto mediático, pueda llegar a la sociedad. Pero lo dudo.
Buenas noches, y buena suerte

6 comentarios sobre “El rugby es un deporte de rufianes, jugado por caballeros….¿y el fútbol?”

  1. Conozco a la gente de rugby, y apechugan a morir… pero son la familia más unida que he visto nunca, gente noble, y defienden unos valores durante toda la vida, fuera y dentro del campo!

    Y lo que comentas del futbol… pues mira, nunca me ha gustado, y me molesta cuando la gente se pelea, dentro y fuera de los campos… y todo ese mundillo oscuro queme asquea.. cuando escucho algo tipo… “mira Casillas y Messi han ido a Somalia con UNA ONG… es que lo dan todo… pues bien, que miren por qué donan y cuanto, que con lo que ganan tener beneficio fiscal de sus donaciones es la pera!

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