A la salud del Imperio

Hoy seguramente todo el mundo hablará del Señor Trump, así que con su pan se lo coman, que ya los corifeos asalariados expondrán por activa y por pasiva, ora lo que piensen-si algo-, ora lo que les digan que piensen, así que yo me largo por otros derroteros a ver si me divierto algo más.
La barra de Boadas, cuando está más agradable es cuando, a la hora del aperitivo, entre semana, se acercan a por uno del día los jubilatas, que una de dos, o no encontraron sitio en el banco del parque, o ¡qué cojones!, les apetecía un buen lingotazo, que luego ya le explicarían a la parienta, al médico, o al Sursum Corda ese que nadie sabe quién es, pero lo sueltas tan a gusto, y la peña te entiende.
Esta gente, aunque parezca mentira, busca un poco de tranquilidad, o charleta intrascendente, que hasta la mucama les barre de casa, que su presencia compromete la productividad pactada, y por un quítame allá unas décimas, el centil se desvía y te quedas descolgado de la zona noble de la curva de Gauss con lo que ello conlleva.
Un chivatazo a tiempo de la maldita curva a la Excel del plumero y aspiradora, y te encuentras en el grupo estadístico de los pre-jubilables con menos de treinta.
Lo malo de esa hora, es que me quitan el sitio del fondo de la barra, y el de debajo de la escalera nunca me ha gustado, así que me quedo en el centro, flanqueado por un jubilata a mi izquierda, una pareja de británicos que se han creído todo lo que decía la Lonely Planet, y un barman becario.
A mí me gusta recordar al becario, que ya me tomaba los cocktails del día cuando me soplaban 25 pesetas, aquella moneda que se inventó en mi tierra, y que desde que no está, parece que se nos han despertado los sentimientos indepes. Es muy malo quitarles los inventos de la pela a mis conciudadanos, no lo entendemos, y nos ponemos tan conspiranoicos, que nos apetece nombrar conseller al Iker Jiménez para que nos descubra la verdad.
El becario las más de las veces tiene que echar mano de las fichas para acertar con el brebaje que le pides- no todo va a ser el cocktail del día- y ves al muchacho consultando sus protocolos en fichas de cartón, que es mucho más romántico, aunque luego le salga la mezcla tan dignamente que puede pasar la auditoría de la Iso.
La muchacha guiri, que le aprecié un notable acento galés, no tenía el coño para farolillos, no había pizarra con el menú del día, no había happy hour, no te podían poner una pinta con una Ale brewed near Newcastle, así que para no joder a su maromo, se pide un agua con gas, y ¡horror!, no tienen ni Perrier ni San Pellegrino, aigua de Malavella. Tito, es lo que hay.
El muchacho empezaba a tener conciencia del desastre al que le había llevado su confianza en los australianos de la Lonely….(malditos bastardos, debió pensar), y se le puso cara de matar nazis, como el Brad Pitt, por lo menos. Adios siesta con achuchón, que la moza se me está revirando, y el acabó con un Ballantines con mucho hielo, que al menos no le pusieron el sexto de gill, que por estos lares, aunque sus gracias no lo crean, en eso somos generosos.
Es lo malo de los leídos, que van de intelectuales, la lían en plan erudito y acaban con un Ballantines y la moza de morros.
El jubilata del otro flanco se descojonaba.
-Es que todos quieren ser Arthur Miller, o Truman Capote, y para eso se necesita mucho más que intentar tomar una copa en Boadas con la que no va a ser el amor de tu vida, y me temo que ni de una siesta. Lo quieren todo por lo fácil, de inmediato, a la primera, y así todo lo que se consigue es el amor de tu mano derecha. Mala cosa.
El becario tenía que estar seriecito, en su puesto, que al rato el sistema te manda por correo la encuesta de evaluación, y ya sabes, como seas del centil inadecuado apareces luego como candidato a la prejubilación de los de menos de treinta.
Mi Boadas es muy así, ves el mundito a través de un Negroni, de un Jack, o hasta de un Bellini que se piden las damas que no soportan el Cosmopolitan. También puedes hacerlo con un Daiquiri, pero para eso debes llevar la chaqueta de lino crudo, arrugada y un jipijapa, y no hace tiempo, que en Madrid ya ha nevado, y con el AVE, las cosas vuelan muy deprisa.
Escribo esto escuchando a Stan Getz, de cuando se creía que Brasil era el nuevo mundo, que hasta Sinatra camelaba a Jobim para que le dejara cantar sus bossas en inglés. Maravillosos arreglos, húmedos y cálidos como una tarde en Copacabana después de un aguacero….si estuviera en Boadas ahora le pediría un brebaje que sofisticara la cachaza.
Lo dejaré para otra ocasión, que la buena noticia del Trump, asegura que los tabacos de Vuelta Abajo, seguirán llegando a España, bien torcidos, frescos y aromáticos, para disfrutarlos con una buena botella de ese ron añejo de Santiago, que tanto me gusta y que tan poco me regalan.
Ya lo sé, me gustan los sitios incómodos de mi Barcelona-los cómodos también, dicho sea sin acritud- y mi amiga me desrecomendó que no fuera de picoteo a la calle Robadors, por muy molón que me pareciera el bareto, y ya de colarme en el antro de enfrente a pegarme una jartá de bee-boop, mucho menos,
– Que hoy llevas el peluco caro, y la cosa está muy pocha por la zona. Además yo no voy, y a ver quién te defiende.
Uno es muy bien mandao, que luego te suben la prima del seguro de responsabilidad civil, así que olvidé mi intento de emular al gran Pepe Carvalho a su Charo, honesta putarazana con reales asentados, y crucé la Rambla.
El Jamboree, cumple con todo lo que me gusta, y una buena Jam Session a base de San Migueles a morro, da para mucho, sobre todo si los músicos de verdad se dedican a romper cinco o seis notas creadas in situ. Cuatro horas encerrado en la mazmorra que es esa mítica cava, dan para mucho, tanto que se me da una higa si el Imperio se lo carga el Tito Donald, la Tita Hillary, o sus pasteleras madres. Que quién me temo no recuperaran jamás las partes del Paraíso que han perdido, son los habitantes del Imperio, pero como se decía hace unas semanas,¡Haber escogido la muerte!.
Así que tenemos ocho años por delante para hablar de trumpazos, que seguro los habrá, que ya no me acuerdo de la caza de brujas, y haberla la habrá.
Con su pan se lo coman

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