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Lento regreso desde ninguna parte

De repente decides salir de tu tierra por aquello de que el viaje es lo que de verdad abre el espíritu, que lo que importa es el camino, que el a dónde se llega no tiene ningún valor, que esto es el juego de la oca, que si se cae en la muerte, no importa, el ciclo empieza de nuevo.
Lo de siempre, que la posada es la compensación del epicúreo, que en el pozo está Circe, y no siempre apetece salir de él, que hay charcos con ocas, que hay atajos, laberintos, alegrías y tristezas, todo evidentemente en función de nuestras expectativas y en función de lo que nuestro entorno nos depare.
Así que cuando coges la mochila y decides salir hacia no sé dónde para hacer no sé qué, parece, a poco que medites, que entras en el laberinto pero sin el hilo de Ariadna, que uno no es ningún Teseo, ¡diantres!, se te debería empezar a limpiar el alma de tantas y tantas cosas que de alguna forma te tienen apegado a esta maldita rueda de la fortuna y de la que creemos depender.
Pero empiezo a pensar que el viaje ya no existe, que todos estamos viviendo en el mismo entorno indiferentemente del punto geográfico en el que te encuentres, que es lo mismo estar en Mongat, que dicho sea de paso es mi pueblo, que estar en Katmandú, que no lo es, pero como si lo fuese, no dejas de estar abrazado a los detalles que te rodean, que te persiguen de Wi-Fi en Wi-Fi por todo el planeta.
Y es que uno no sabe como quitarse de encima esa cadena maldita que nos hemos colgado al cuello sin padecer un síndrome de abstinencia descomunal, que estar conectado es una forma de estar preso, de estar controlado, vigilado, escudriñado cada segundo de tu vida, y a cambio de que seas únicamente un contacto, un elemento pasivo de la publicidad y el márketing mundial que se compra y se vende a muy bajo precio. Pero tacita a tacita…. .
Y como consecuencia de ello, ya no viajas, vas de un sitio a otro, de déjà vu en déjà vu, y a cada vuelta de cada esquina sabes lo que te vas a encontrar, te lo ha enseñado el folleto turístico de turno, que te lo enseñó la tele aquel día, que el mundo es ya una puñetera balsa de agua contaminada donde la sorpresa, el aprendizaje está manipulado y dirigido por no sé quién, ni para qué. Pero poco importa porque a esta bitácora debe llegar uno llorado, que no estamos para amargar a la peña más de lo necesario.
Así, que a uno, cuando le venga el asunto ese de viajar, lo mejor será hacer un poco de introspección, que me han dicho que en esa zona no hay Wi-Fi, y que siempre puedes descubrir cosas que no estén a la venta en los folletos turísticos. Que en lo demás solo hay manadas de gente dirigidas por páginas de internet iguales, por guías turísticos iguales, o incluso por ti mismo, que no dejas de ser ya otro producto de este siglo veintiuno en donde los reductos en los que aún viven seres humanos son cada vez más escasos.
Y la cosa es que nos han modificado tanto que a lo mejor ya ni siquiera somos eso, seres humanos, que somos otra cosa y aún no nos hemos dado cuenta, porque a lo mejor aún no nos han implantado la sensación de que no sentimos, de que no soñamos como seres humanos sino como elementos controlados por a saber qué o a saber quién. Y si no controlados, al menos dirigidos, que la individualidad ya no está, ya no existe, ya no se lleva.
Y lo que decía, quieres ver la cuna de tu civilización y a lo mejor quieres también intentar sentir el aire que se respira en la colina de la Acrópolis, pero la sensación es de que ya no existe, se ha convertido en parte del gran parque temático que es este mundo, en el que hacerse un auto retrato parece ser lo único importante.
Sé que quedan aún muchos sitios en este mundo en los que simplemente late esta vulgarización de los caminos, ese poco interés de la masa en dejar de serlo, en buscar la individualidad, pero me temo que ese latido no es más que el preludio a su futura inclusión, que las cosas hay que hacerlas de forma escalonada.
Así me parece que va esta historia en la que todos nos subimos a los aviones baratos, con el móvil en ristre, que hay que decir a todo el mundo donde estamos, qué hacemos, qué comemos, qué….qué, nada, que al final están las cosas cada vez más vacías de significados trascendentes, de los que nos permiten ser realmente ser felices si no nos hubiesen implantado que la acumulación es lo único válido, y que debemos estar atados a la posesión de cosas que tienen los demás para que los balances sigan creciendo.
Parece que a la vuelta debemos ser indepes, o no serlo, y defender la posición con la violencia requerida, que los argumentos no tienen valor cuando se ha conseguido que uno a uno, los individuos que forman la masa, no sean capaces de razonar, de analizar, de deducir. Así que si aparece en Alemania un nuevo partido nazi, sea bienvenido, que es lo mismo, que nadie va a analizar nada, y las consecuencias están demasiado lejos.
Votaremos al Barça, votaremos al Bayer de Münich, o nos quedaremos en casa, que al final la cosa nos importa poco uno a uno, si lo analizamos, si lo estudiamos, cosa imposible por otra parte imposible para los pueblos occidentales que ya han sido intelectualmente abducidos.
Todo esto, al final hace que un viaje sea huero, al caminar por las vías que emanan de los teléfonos móviles que han sido llamados “Smart”, cuya traducción incluye “listo”, “astuto”, pícaro al fin y al cabo, y que nadie se llame a engaño, no son inteligentes, quienes lo son, son sus diseñadores, y los imbéciles, nosotros, que hemos puesto nuestras vidas en sus manos.
Con su pan se lo coman

Ilusión

A veces las cosas no son como parecen, y esa es la oportunidad que esperan aquellos que creen en la ilusión de crear realidades de las que valen para todo. Y a eso a veces le llamamos magia, a veces nos permite soñar, y también, a veces nos decepciona.
Pero eso es parte de la´vida, que la pasamos creyendo que es real lo que nos rodea, que es verdad lo que nuestros sentidos nos comunican y lo que nuestro cerebro procesa, pero me temo´que nada hay más lejos de la realidad, de esa realidad que normalmente es esquiva a nuestro entender.
Las lecciones más obvias y enriquecedoras las he recibido de los ilusionistas de escenario empeñados en hacer que nuestra percepción de lo que nos rodea esté tan lejos como se pueda de lo que en realidad está pasando. Mucho, mucho he aprendido de los corta modelos, de los micro magos, y de tantos y tantos profesionales que nos enseñan lecciones que luego no somos capaces de aplicar a nuestra cotidianeidad.
Y es que parece que todo lo que nos rodea es simulado, que está diseñado y presentado para que ese asombro y esa sonrisa que nos provoca el mago en el escenario, se transforme en actuaciones propias, que basadas en la ilusión, produzcan beneicios a terceros, y muy posiblemente perjuicios propios.
Pero no pasa nada, se diseña a poco un nuevo escenario que ilusione o engañe, y ya tenemos la siguiente fase en marcha.
Hoy escuchaba a María Teresa Esteban Bolea hablar sobre lo que significa, según ella, el reto de Corea del Norte a eso que hemos dado en llamar «la comunidad inernacional», y ella pensaba que detrás de todo este follón no hay más que ilusionismo, que al líder coreano le ilusiona ser reconocido como un miembro de la comunidad nuclear, que así le dejan hacer cositas que hoy no puede.
Que a los chinos no les vine nada mal que sus ensayos los haga este pollo, que si no se le echan todos encima, que esto de proliferar armas nucleares es muy feo, y los rusos, ¡ay los rusos!, con sus ilusiones intactas de dar la sensación de un poderío que no sé si tienen, pero que el ilusionismo emitido desde Moscú´hace que veamos lo que unos y otros quieren que veamos. Una ilusión más, es como el mito de la caverna, no vemos siquiera las sombras en el fondo. Solo vemos las ilusiones que han sido implantadas por los ilusionistas.
Y a veces la ilusión es tan fuerte, que parece que es un sueño, como la vida, quizás, como la vida de esos niños que llegaron al Imperio de la mano de sus padres, a soñar con las ilusiones que la generación anterior, y ahora no son nada, o no serán más que un despertar amargo, después de décadas de no ser de donde son ni de donde quieren ser, y en tantas y tantas décadas nadie les ha hecho caso. Tito Trump corta por lo sano, o por lo menos eso cree él, quee a lo mejor no puede, que su deseo es una ilusión, que ve lo que no ve, que alguien le ha dicho que lo que es no es o es de diferente forma.
Y es que las ilusiones deben ser multifacéticas, las ilusiones deben moverse, deben ser inquietas, deben renovarse, van vienen. De hecho no existen.
Como no existe la ilusión de unos patanes cantando Els Segadors, y quitando la bandera de su país del hemiciclo donde se dirimen las ilusiones locales.
¿Qué hemos visto? La ilusión del que propone un juego, que te escamotea la sotica de bastos, la ilusión del Sastrecillo valiente, del matasiete, del que se cree lo que no es, el conejo que asoma las orejas desde el borde de la chistera.
La ilusión de que quizás algunos gobernantes hacen su trabajo, ese trabajo que consiste en apoyar a quienes les han elegido,´a quienes han cedido la administración del poder individual que ostenta cada uno de los ciudadanos a quienes deberían representar.
La ilusión que tenemos todos de entender el juego de manos, que es micromagia, ¿no te das cuenta de lo cerca que está la cámara de televisión. Míralo bien, fija tu atención en esa imagen, en esa secuencia de imágenes, que crees que es la realidad, pero no, es una ilusión, nada existe como lo sentimos.
Al final no hay nada, los sueños de los dreamers, no es más que una ilusión. Nada existe, una palabra en el Congreso o en el Senado´del Imperio, y la ilusión cambia de color. Ya no es San Francisco, es Puebla, es Guadalajara, es lo mismo. Que nada es real, que todo es lo mismo, que nada es, al final el sueño de los soñadores es otra ilusión.
Y en el Parque de la Ciudadela cantaban Els Segadors, con ilusión, con lágrimas los soñadores, con sonrisas veladas los astutos, y la´gente viendo el juego de manos, de las lecciones no aprendidas, de las lecciones olvidadas, aquellas de 1934, o aquellas que empezaban en Ellis Island, vales o no vales para ser parte del Imperio, que necesitaba policías irlandeses, que necesitaba maffiosi italliani, que alguien tenía que vivir el sueño americano, el de los «haigas», el de la brillantina, el de la casita en la urbbanización essa tan mona desde que se ven en primera fila las explosionnes nucleares, con la ilusón de unas gafas de papel coloreado.
Iremos esta noche al autocine, y dejaremos que la película nos ilusione, o los brazos de la amiga, o hasta el helado, la´hamburguesa, el refresco de cola.
La ilusión que empezó en Cork, en Gdanks, en Brindisi acabó en las fábricas de Detroit, en las patrullas de policía de aquí y allá, en los cabs de la Gran Manzana. Los ojos cerrados. Que si empieza la ilusión en Puebla, en San José, en Ponce, hoy quizás el sueño acabe en Siicon Valley, de regreso al sur, con la ilusión de que algo sabes, de que sabes crear cosas, pero no existe la ilusión de que ouedas hacerlo tan al sur.
Y sigue la ilusión de acabar como Companys, abandonado a su suerte por los suyos, con el sueño intacto que nadie conoce , que lo que se vé es micromagia, que el fuego de la caverna nos lo distorsiona todo, pero la ilusión no te llena el estómago, y hoy a lo mejor se han roto ilusiones, y es que alguien, quizás, ha levantado el secreto del ilusionista.
De ilusión, no se vive, por mucho que nos lo digan los magos

La madre del cordero

La madre del cordero, que todo el mundo se niega a reconocer, es la que de verdad mueve los hilos. Puñetera obviedad, pero a veces de lo más obvio se destila la esencia de las cosas.
Y vamos allá, que todo esto viene a cuento de la visión que los paniaguados comentaristas de las emisoras de radio, a través de sus becarios sesentones de este veranillo te sueltan de cualquiera de los conflictos que están apareciendo por el solar patrio estos días.
No pienso ni mencionar nombres de ilustres habladores, ni de las organizaciones que los sustentan, que los que aguantamos somos los ciudadanos, y encima van y se te ofenden, que de pieles finas está el territorio lleno.
En la frontera del Tarajal, a la carrera se cuelan tropecientas personas que están dispuestas a darlo todo para ser encarcelados en Europa. Al parecer, hay cuatro o cinco policías de fronteras, de esos que están especializados en sellar pasaportes que de pronto deben hacer frente a la avalancha.
Sin formación específica, y muy a la española, intentan pararlos casi a empujones, y viene la organización supuestamente humanitaria y los tilda poco menos que de asesinos brutales, que usan técnicas dignas de las satrapías de las que los “invasores” andan huyendo.
Dejando a un lado las alegaciones de los sindicatos policiales, a esos pobres guardias se les va a caer muy posiblemente el pelo, que al Señor Ministro de la cosa Interior, no le revienta las vacaciones ni el Obispo de la Diócesis.
¿Y dónde está la madre del cordero?, aquí hay varias madres, a saber:
Una frontera con Marruecos con un paso de cerca de cuarenta mil personas diarias cruzándolo, simplemente para hacer contrabando, modesto, que lo necesitan los más para la humilde subsistencia que llevan en sus pueblos de origen en los alrededores de Ceuta, requiere algo más que cuatro o cinco guardias a turnos que a saber cómo son y con salarios que no creo que lleguen a los mil euros, trabajando en unas instalaciones casi tercermundistas.
Así que esta madre del cordero, que la alimente quien corresponda.
Que la siguiente se refiere a que el tal paso fronterizo es a la vez la frontera sur de Europa, y algo tendrían que hacer los socios para evitar que esta situación se diese año tras año, pero no es así, y a uno que después de mucho tiempo en este mundo, cuando le hablan de Blancanieves, siempre cree que le hablan de unos polvos para lavar la ropa. Una solución sería, quizás, enviar a todos los que nos llegan con un billete de avión a Bruselas, a Copenhagen, a Estocolmo, a Köln, a Normandie, y listo, que por esos pagos sí que atan los perros con longanizas.
Pero hay más madres del cordero, y es que al parecer al reino alauita, le soltamos una pasta gansa para que estas cosas no sucedan, pero también les deben soltar a una minoría de funcionarios corruptos los transportadores de migrantes.
A saber quién paga más, que el caso es que esa pobre gente, que se ve impelida a viajar por tener en sus lugares de origen vidas que ninguno de nosotros aguantaría más de diez minutos, son los que menos culpa tienen del tinglado siniestro alrededor de todo este asqueroso tráfico.
Y luego están las organizaciones que se dedican a “facilitar” esos tránsitos, y no hay más que ver los precios que se dicen requieren a los que posteriormente serán esclavizados, violados, asesinados, siempre según las informaciones que nos llegan, y a las que nadie al parecer pone coto, que es más fácil dejarles abrir cuentas en Gibraltar, Jersey, Ginebra, o donde sea, que utilizar recursos de occidente para perseguirlos de forma eficaz, que por cierto, se puede, seguro que en esta época de tecnología desbordada, se puede.
Pero sigue habiendo madres del cordero por ahí ocultas, algunas con siglos de existencia, que se remontan a cuando los europeos decidimos repartirnos África, esto pa ti, esto pa mí.
Y cuando la cosa de la soberanía en forma de provincia, de territoire d’outre mer, o cualquier fórmula de mierda que justificase el expolio, nos pareció poco vendible, pues se retira uno del poder ejecutivo, para transformarse en el poder fáctico.
Que a ver si los gabachos van a renunciar a las condiciones comerciales de expolio que mantienen con su Afrique francophone, o los belgas, o los alemanes, o hasta nosotros los iberos, sea en versión española o portuguesa.
Y me dicen las organizaciones humanitarias, que los cinco aduaneros españoles son poco menos que la policía de Idi Amin, que actúan con una ilimitada e inusitada violencia contra los doscientos que se les vienen encima.
Y me pregunto yo, por qué los comentaristas no claman una a una y por su orden con todas las madres del cordero, incluídas las organizaciones humanitarias esas, que sin el tráfico humano del que se quejan no sobrevivirían, que nadie les haría donaciones, ni en las colectas callejeras, ni los países que quieren lavar su cara, ni los bancos que más aún, ni siquiera las grandes compañías, multinacionales que prefieren se hable de lo brutos que son los guardias españoles, y no de los muertos del día de la explotación de Koltán, o del dinero que lavan gracias al comercio de lo que quieran, oro, diamantes, petróleo, Ferraris.
Así que no me mareen unos y otros con estas campañas hueras, que no son más que cortinas de humo para tapar los más innobles comercios que este fenómeno da en el mundo africano.
Así, que propongo, en primer lugar educar a la gente en origen, organizar de forma adecuada el reparto de la riqueza en origen, de nuevo, recordar a los países que toda esta gente atraviesa que está en sus manos evitar que esto ocurra, y si no lo hacen, es por razones económicas, ninguna otra. Ni religiosas, ni políticas, solo económicas para enriquecimiento de unos pocos que además, en demasiados casos, actúan de representantes o delegados de intereses occidentales.
Propongo también las inversiones necesarias para evitar que esto ocurra, pero no hablo de instalaciones aduaneras más sofisticadas o desplazar a la Legión al Tarajal, si no, de nuevo en origen, que no conozco a nadie que de alguna forma haya venido de esas tierras, y que no esté soñando en volver a su amado país de origen, claro que en condiciones dignas.
Así, que por favor, dejen ya de joder con la pelota, manden a esta gente en bussines a Estocolmo, y que les den allí lo necesario para llevar una vida digna, o en Marbella, que aquí también se está bien, aunque ese año muchos de los que están metidos en el negocio, no puedan cambiar el Ferrari.
¡A tomar por culo!

In memoriam de Don Antonio

Puestos a fastidiar, voy y leo en no sé dónde, un comentario, entre real y con mala leche, pero que realmente me ha gustado.
Y me ha gustado, porque trata sobre una de mis aficiones, a las que quizás debería llamar de otra forma, y se trata de la lectura.
Os puedo jurar que he leído mucho en mi vida, lo que evidentemente es poco, ya que me hubiese gustado leer diez o quince veces más, pero como ya comentaba el otro día, soy un niño disperso, que le gusta el vuelo de las moscas, y ver pasar por la calle, mientras me tomo mi cervecita, a las chicas de pollera corta, a los ganapanes encorbatados, o incluso a los seres anodinos, sea dicho y hecho todo en su orden, que estas cosas deben ser así, que con que se muevan ya tienen mi atención.
Y comentaba el pollo de mi lectura matutina cuales eran sus preferencias de estilo, y además el muy puñetero daba sus razones, con mala leche, pero las daba, que es cosa que, últimamente con eso de los ciento cuarenta caracteres, la peña suelta la parida, y te quedas “in albis” acerca de las motivaciones del aserto.
Vamos que el hombre mantenía que su pasión eran las obras cortas, esas en las que el escritor se esmeraba tanto, hacía todo con tanta delicadeza, que el solo hecho de imaginar que un lector se había saltado un párrafo, podría conducirle al suicidio, o a la febril corrección de todo el texto, ya que para el autor sería inconcebible que alguien no dejara de pasar sus ojos por ese trozo de su obra que le llevó días componer, y eran sólo tres o cuatro frases.
Yo recuerdo, en mi loca adolescencia, que pasé por el ejercicio más duro que un chaval puede pasar, y fue tragarme sin despeinarme aquella obra de Mijail Sholojov, “El Don apacible”, con sus cuatro tomos de cuatrocientas páginas, uno de los cuales se dedicaba a la descripción detallada de un batallón del ejército ruso que luchó en una de las guerras en Polonia.
O haberme tragado sin pestañear, la visión de Flaubert sobre el vestido de la señora Bovary, con la lógica consecuencia de la pérdida de algún empaste, que todo tiene sus consecuencias. Don Gustavo era así.
Y ahí sale la mala leche del comentarista de esta mañana, que este tipo de escritores lo hacen al peso, que si le compras “Los Campesinos” a Lazlo Raymond, estas pagando la descripción detallada de los campos de cereales polacos en otoño, o en verano, que a todos, menos al tal don Ladislao y a su editor se nos da una higa. Y si te lo saltas, te aguantas, que lo has comprado, te lo han vendido, han cobrado, y tú te llevas el detalle de las casacas del húsar invadiendo Polonia, los encajes del vestido de la Bovary, o el centeno polaco.
¡Haber escogido la muerte!, que diría mi hija.
Y lleva razón este muchacho, que parece que los éxitos de ventas, se cotizan al peso, que con menos de mil páginas te arrinconan en las editoriales, y no te digo en las estanterías, que los expertos en mercadotecnia, rápidamente te comentan que no se ven, que no son atractivos para el consumidor, que aunque nunca se lean quedan muy aparentes en “mueble” del salón.
Además sé de buena tinta, que para que te den el premio Nobel, salvo honrosas excepciones, o llevas en tu curriculum tochos en donde se describe con todo lujo de detalles y precisión lingüística el escroto del protagonista, en sesenta o setenta páginas como poco, o no te dan ni el Nadal, por decir algo.
Así que le daré la razón al comentarista que me ha dado luz en este asunto, mientras me quitaba la legaña, con paciencia, a la espera del desayuno y mi forzada presencia en el tee del uno.
La tiene, que el secreto de la literatura a lo mejor está en esa novela corta, en ese cuento largo, o en ese cuento exiguo, en, como decía Mozart, no falta ni sobra ninguna nota, majestad.
Así, que a pasear mi tiempo de lectura por esos partos de Juan Rulfo, extenuantes para el escritor, o por esos cuentos de Poe, de Bradbury, de Borges, o de Paz, que me es lo mismo.
Que en esas historias no puedes saltarte una letra, porque la necesitas para tu placer, que Chejov te lo recuerda, y hasta Cervantes te compone su gran obra como suma de cuentos, de aventuras independientes.
Y como las cosas son así, a veces, tendré que pensar en releer esas cartas desde mi molino, que nos dejó Daudet, o repasar los Cuentos de Canterbury, o el mismísimo Decamerón, evitando, siempre caer en las garras de Alessandro Manzoni, que lo de “Promessi Spossi”, parece que se escribió para que los estudiantes de seconda liceo, aprendiesen a sufrir.
En estos últimos meses, alguien que se cree que soy un erudito, me pidió consejo para iniciarse en la literatura, y mi decisión ha sido encaminar a la persona a la novela corta, al cuento, a que se lea el diablo en los infiernos, que se esconde en el Decamerón, que busque cuentos de Las Mil y una Noches, que descubra a Chejov, que sienta lo que hay detrás de esas piezas perfectas de Gogol, que se enamore de la leyendas de Bécquer, o que incluso navegue en esa pieza casi de ensueño que es “Toutes les matins du monde”.
Porque ahí, estoy seguro que descubrirá lo que significa el esfuerzo creador del escritor que quiere transmitir un mensaje a través de una obra de arte, no del pollo “llena páginas” que espera el Nobel, o el Nadal.
Y lo que digo, vale también para la poesía, ese arte que debe transmitir la música de la palabra junto al sentimiento que forzosamente ha de despertar en el lector, y ahí tengo que reconocer en los japoneses con sus Haikos son capaces de llegar a límites de sensibilidad increíbles, pero ¡cómo no!, y para reventar el artículo, diré que el poema que más me ha emocionado, ha sido el de un premio Nobel, que escribió la novela corta más bella que haya jamás leído, Platero y yo, más incluso que Le petit prince, que ya es decir.
Así que acabaremos con esa, para mí joya de la expresión poética, que el calificativo no es importante.
“No le toques más, que así es la rosa”
Brillante sumario de la oda de Horacio
Persicos odi, puer, apparatus,
displicent nexae philyra coronae;
mitte sectari, rosa quo locorum
sera moretur.

simplici myrto nihil allabores
sedulus, curo: neque te ministrum
dedecet myrtus neque me sub arta
uite bibentem.
Y vaya todo esto como homenaje a un gran hombre que nos dejó las más bellas estrofas escritas en el siglo XX, en el ciento veinticinco aniversario del nacimiento de Don Antonio Machado.
Por él.

Vamos a jugar

En casa siempre me han dicho que tengo mucho cuento, y ya se sabe, a uno en casa creen que le conocen, y con esa creencia te sueltan cualquier cosa y se quedan tan anchos.
Mis amigos, los antiguos, que son muy, pero que muy pocos, desgraciadamente para mí, comparten la opinión de la familia, con lo que la cosa empieza a tener cierta consistencia, los nuevos, los que han aparecido en los últimos tres o cuatro años, los tengo aún en fase de deslumbramiento, porque tengo mucho cuento, y aún no se han dado cuenta.
Lo que más me divierte de todas estas cosas, que además son de lo más refrescantes en verano, es que me permiten jugar, con unos y con otros, lo que no está nada mal, que el juego para mí es el aprendizaje de los niños, y en el fondo, aunque el carnet de identidad se empeñe en su grosería, es lo que quiero ser cuando me muera, un niño de un montón de años, con las ganas de aprender intactas, con la vaguería que caracteriza a quienes, como los niños, es casi imposible centrarlos en una sola cosa, que la dispersión es el más excitante de los juegos.
Y en esa dispersión es donde entra lo más divertido del asunto, porque los niños cuando llevamos mucho tiempo en la puñetera tierra, hemos tenido la oportunidad de jugar a muchos juegos diferentes, cosa que a los que siguen la recomendada senda de niñez/adolescencia/juventud/madurez/vejez/sabiduría, no acostumbra a tocarles que al final son capaces de ser los mejores en algo, cosa por cierto que admiro, y me siento absolutamente incapaz de conseguir, que se ha movido una mosca en la esquina de la habitación y dejo de leer a Hegel, por ejemplo, que además, quién me mandaría meterme en esos berenjenales.
Estando en estas cosas cualquiera de los que no me conocen aún del todo, a la que me descuido, los pillo con gesto de admiración, porque les hablo en titulares de muchas cosas, pero a partir de la segunda capa, empiezo a tirar del arte de la discusión si se me pone en plan especialista, y me pongo a disertar sobre Paul Hogan, por ejemplo, y su influencia sobre el desarrollo del wrestling en el sur de California, con lo que me acaban tomando por un Leonardo, como poco.
Esta terrible confesión que estoy haciendo, es para aclarar a la peña que está llegando en los últimos trimestres a mi círculo, que no, que no soy Leonardo, ni mucho menos, que lo mío es mucho más Mr. Chance, aunque no tenga la cara de Peter Sellers.
Y es lo que tenemos los niños sesentones, que no nos gusta hacer daño, que no nos gusta engañar, aunque si es jugando no nos importe que en cualquier momento los mayores se queden despistados, y digan aquello de que “es cosa de niños”, que es lo que dicen los adultos cuando no entienden el juego que les propone un niño.
Y, por favor, que nadie ande jodiendo con eso del síndrome de Peter Pan, que lo de Barrie es otra cosa, que lleva ese filtro calvinista y cabroncete del clasismo británico, al que le encanta por cierto meterse con las castas indias….pero eso es harina de otro costal.
Sí, queridos, como me dijo una vez un británico cuando iba a empezar la cuarta década de mi vida, “chaval”, bueno, de hecho dijo Mr. Rodríguez, que el hombre para eso era muy considerado, “no olvides nunca que el trabajo es un juego, así que juega, y disfruta”.
Ya lo sabía, que es lo que tenemos los niños, incluso al final de la veintena, que no solo el trabajo, la vida es un juego, y debe serlo hasta el final, aunque un día te pongas la levita y otro día el calzón corto.
Y digo esto, digo todo esto, porque a través de estas páginas también juego, juego con vosotros, los que me leéis, los que me usan para vender sus productos en Taiwan y se han equivocado de página, con los que piensan que detrás de este juego hay un erudito, o que la gran desgracia de las letras españolas es que no me haya dedicado a escribir de una puñetera vez el Quijote, pero esta vez bien escrito, que a una sola mano solo se escriben chapuzas, y con Lope de Vega llenando teatros, encima te pones nervioso y pasa lo que pasa.
Y no, estáis leyendo a un niño talludito, que diría mi abuela, que intenta provocaros a cada momento para que el juego continúe, que en caso contrario el niño se amuerma, o le sale la parte sádica, y se dedica a poner petardos en las colas de los perros, y eso, todos sabemos que no está nada bien.
Pero ni en la técnica de la provocación soy un experto, que no quiero serlo en nada, que luego viene alguien y empieza con esa cosa de los protocolos, de la profundización en la técnica de la provocación, y acaba criticándole a uno, y a los niños no se les puede criticar, porque no entendemos ese palabro, como mucho, a los niños de mi generación se les daba un pescozón o se ganaban una bronca monumental seguida de un castigo que iba desde dejarte sin postre, a no llevarte el miércoles al cine de barrio a ver “Horizontes lejanos” y “Cuando ruje la marabunta”, en bonito programa doble de cine de barrio, de esos que se alfombraban con cáscaras de pipas de girasol.
Y como niño disperso, vaya desde aquí mi admiración hacia los que han sido capaces de seguir la escondida senda por donde han ido- los pocos sabios que en el mundo han sido, que todas las opciones son admirables, sobre todo si se realizan con ese convencimiento que va dando el cúmulo de pasos realizado.
Y sigo aprendiendo de otros niños que voy conociendo, de distintas edades claro, que eso de la niñez no es cosa exclusiva de los impúberes como me gustaría haber demostrado hoy, porque el aprendizaje, aunque sea en titulares, como Mr. Chance, es chuli que te cagas, sobre todo si en cualquier momento puedes dispersarte porque el vuelo de una mosca te ha hecho ver la refracción de un rayo de sol en un vaso de agua, y de pronto al ver ese mini arco iris te crees el gran físico del año.
¿Jugamos?

Urbi et Orbe

Mark Zückerberg, el todo poderoso dueño de Caralibro, se nos ha descolgado hoy con una serie de declaraciones interesantes, a raíz del discurso que con motivo de su graduación en Harvard, ofreció “Urbi et 0rbe”, que este tipo de gente habla siempre así.
Le costó al bueno de Mark, según nos cuentan las crónicas, doce añitos eso de terminar la carrera, que estaba el muchacho dedicado en cuerpo y alma a levantar su imperio, y no estaba para broncas de cátedros, digo yo. Sus papás encantados, la sociedad americana casi tanto como la familia, y él supongo que no se habrá apuntado a la cola de los estudiantes que buscan un puesto de becario en algún bufete de campanillas.
Ahora bien, en su discurso ha mencionado algunas cosas, que me han gustado, y que llevo diciendo bastante tiempo, otras desde luego que son suyas, y solo suyas, que no me lo ha copiado todo.
La primera que debo reconocerle, es su mención a que la cantidad de dinero que ha obtenido, le parece obscena, y me consta que va a dejar toda su fortuna a la Fundación que ha creado.
Piensa Mark, que el mundo debe ser más igualitario, en el buen sentido de la palabra, y que para mí, y parece que para él se fundamenta en la igualdad de oportunidades para todos, es decir, que todo el mundo pueda tener la mejor educación, y eso forzosamente no quiere decir que vaya todo el mundo a Harvard, sino aquellos que realmente tengan los méritos personales para conseguirlo.
No sé si está planteando la gratuidad de la institución para los alumnos, de forma que la financiación llegue por otras vías, que realmente los alumnos son en casi todos los casos los únicos que no pueden pagar los costes del aprendizaje.
Plantea que la educación debería ser algo “personalizado”, y lleva razón, todos somos diferentes, y de la misma forma que tendemos a buscar soluciones a las enfermedades, o a las compras de bragas que se ajusten lo máximo posible al objetivo que se plantee, por qué no hacerlo con la educación.
No tardaremos mucho en ver impresoras 3D en el Corte Inglés, imprimiendo tu camisa o tus gayumbos siguiendo las instrucciones que tu ADN y su expresión fenotípica haya calculado un algoritmo, que tendrá en cuenta tus alergias y lo que espera tu entorno acerca de tu aspecto externo.(La búsqueda desesperada del «me gusta» de la manada)
La educación, que desgraciadamente ha ido perdiendo a pasos agigantados en todo el mundo (quizás con la excepción china) calidad y eficacia, parte de la idea de que todos somos iguales (falso), y el objetivo que demasiadas veces se reduce al trámite administrativo de haber superado unos protocolos, y el tipo de adoctrinamiento que debe insertarse en el cerebro de los estudiantes, no son desde luego una metan aceptable.
La consecuencia, es ir obteniendo cada vez más poblaciones homogéneas, poco formadas, bien adoctrinadas, que hace la vida más fácil a cualquier cadena de producción a la hora de plantear los productos que deben salir al mercado.
Las tecnologías que hoy tenemos disponibles son perfectamente capaces de diseñar sistemas de educación personalizados, nunca la misma materia para los cuarenta alumnos de la clase, cada uno tiene sus capacidades, sus intereses, sus deficiencias, y sus virtudes.
Y eso lo conocen perfectamente las compañías de gran consumo..(y no tan grande), que son capaces de decir con precisión apechuscante, qué vas a comprar mañana no ya como consecuencia de la conducta del grupo, sino con tu posición dentro de la manada. Pero sin embargo el conocimiento que tenemos de nosotros mismos, no es tan profundo como el que pueda tener sobre nosotros el director de márketing de la multinacional de turno, y en eso jugamos con absoluta desventaja.
Así, que amigo Mark, ¡uuupppss! ¡que no tengo Caralibro!, estoy de acuerdo en tu campaña de personalizar la educación, aunque no sé cómo se integrará el factor humano del educador en todo eso. No sé si podremos unirnos sentimentalmente a nuestro maestro, que quizás sea un elemento holográfico. Pero todo se andará.
Parece que en esto de la igualdad, mencionó algo que es realmente importante, y es la pérdida de talento que sufre el mundo por la falta de medios económicos individuales en la mayoría de los casos.
Y es que lleva razón, la falta de un colchón económico provoca que la mayoría de los seres humanos deban utilizar sus capacidades para la supervivencia, quedando relegada la creatividad a aquellas personas que tienen recursos suficientes.
Y es cierto que la cantidad de talento que a cada momento desaparece por el sumidero es insoportable.
Esto entronca con la famosa renta básica de la que cada vez se habla más cuando se empiezan a considerar las consecuencias de la aparición de la Inteligencia Artificial de forma importante en la robótica, en los mercados de trabajo.
Reconozco humildemente mi incapacidad de poder determinar si una renta básica que garantizase de por vida a todos los seres humanos un bienestar aceptable, sería la solución. Lo ignoro, porque mi bienestar es diferente del suyo, señor lector, y no te digo nada si eres bosquimano, o de la Isla de Java, que nuestro concepto de bienestar depende del adoctrinamiento que hemos recibido en nuestras épocas de formación, y si seguimos las ideas de Mark, que me gustan, y tenemos una educación personalizada mi bienestar básico deberá ser personal, y además su coste será consecuencia directa.
No es fácil enfrentarse a los retos que la nueva sociedad nos va lanzando, sobre todo cuando las primeras consecuencias que ha tenido esta nueva era sobre la Humanidad ha sido una desviación de rentas desmesurada hacia capas de la población muy selectas, con el consiguiente cabreo general, que garantizo reventará por algún sitio, de forma cruenta o incruenta, pero reventará.
Que quisiera recordarle a Mark, que el acceso que él tuvo a una educación en Harvard, se debió a que ya estaba entre los elegibles posibles, cosa que mi amigo de dieciocho años que cose ropa deportiva en Katmandú a un dólar la hora para los de Columbia o North Face, nunca pudo serlo.
Ni las niñas mejicanas a las que su madre pone a la venta sus virginidades a los trece o catorce años, para que un narcotraficante o un blanco rico del norte opulento, las viole por mil o dos mil dólares. No, esas tampoco serán elegibles para al menos intentar algo en Yale, en Stanford, en Oxford, en Bocconi, en Tübingen en…..
A lo mejor en los proyectos de la Fundación del bueno de Mark, estas cosas se tienen en cuenta, que siempre que un mil millonario se mete en estos líos de las fundaciones me suena a lo mismo. No voy a pagar impuestos, y como soy lo suficientemente soberbio y rico, decido yo las políticas de inversión, que los representantes políticos de los ciudadanos no lo saben hacer.
Con su pan se lo coman

Los libritos

Doña Carmena nos ha sorprendido a todos, que nos acaba de decir desde su puesto de concejal eventual, (con el paro que hay, y acaparando curro) de la cosa de la cultura madrileña, que se va a gastar unas perras de los contribuyentes de esta Villa y Corte en regalar libros a los niños que nazcan en Madrid, durante no sé cuánto tiempo.
¡Ay! Doña Carmena, que porque las damas no cumplen años, que si no diría que usted chochea, porque jamás se me ocurriría pensar que es usted una inepta, que no lo es, o que es usted dueña de una editorial que va a suministrar los tales libritos.
Pero no, lo más probable es que ni chochee, ni ande usted en los otros supuestos, aunque quién sabe, porque estoy seguro que con su demostrada inteligencia preclara, habrá advertido que en primer lugar, los niños recién nacidos, eso del leer no les viene de momento.
Sí, ya sé, que todo se andará, que tarde o temprano el angelote será más o menos letrado, y si los planes de educación del gobierno que sea no la pifian como siempre, incluso es posible, si el texto no es demasiado complejo que hasta pueda entender algo. No lo sé Doña Carmena, no lo sé, que largo nos lo fía usted, eso sí, pagando de mi bolsillo por adelantado.
No recuerdo haber leído qué libro se va a presentar a los neonatos, y mucho menos en qué idioma estará escrito, que a lo mejor a los chinos se les pondrá un ejemplar de I Ching, y así por etnias, nacionalidades, idiomas, sensibilidades, y todas esas mandangas que hay que tener en cuenta hoy cuando se emprende una tan loable iniciativa como la suya, Doña Carmena.
Imagino que no se le ocurrirá a usted regalar a los tiernos infantes, no sé, un ejemplar del Ars amandi ovidiano, que a lo mejor sale la moralina y recomienda que no se lea eso, que puede esconder la materia remota del pecado contra el sexto, que aunque nuestra alcaldía nos haya salido laica, a la hora de rasgarse las vestiduras, seguro que sale el meapilas de turno, al que le han informado del tal pecado. Y eso porque no nos metemos con una colección completa de “La sonrisa vertical”, de “La perla”, o incluso del “Caballero audaz” que por serlo, puede ser más castizo.
A lo mejor nos vendría bien que usted regalase un compendio de la obra de Aranguren, que algo de ética lleva dentro, pero ¡quiá!, que lo mismo ni usted lo ha leído.
No sé qué decirle, Doña Carmena de mi alma, que no soy quien para decirle qué debe usted hacer con las perras extras que se mete usted en el bolsillo con eso de la “hora”, que es más ilegal que el Maduro, o los radares que saltan a treinta y dos kilómetros por hora, y te soplan cien chuflos, si pagas deprisita y doscientos si remoloneas e intentas la vía judicial.
No Doña Carmena, no me parece bien que se meta usted en esos cenagales, que una dama debe llevar zapatos de salón y no debe pisar más que alfombras de la Real Fábrica, ya que si regala usted El Quijote, los papás acabaran poniendo hoja a hoja el tal ejemplar en el clavito útil de “al fondo a mano derecha”, y si se lía usted con libros electrónicos, ni le cuento la que puede usted armar, como no haga un concurso público bien hecho.
Además, me da la sensación que usted no me lee de los periódicos más que la publicidad del Ayuntamiento, que pago yo mismo, como su salario, que si lo hiciera, se habría apercibido, que para los pollos que andan ahora rompiendo el cascarón, se han diseñado unos microsoportes electrónicos, que te los implantan en la garibola, y de pronto te has leído, y puedes citar de memoria, la biblia en arameo.
Así que andar ahora regalando libritos, que pueden ofender a credos, etnias, e incluso circunstancias, me parece penoso ¡Qúe quieres que te diga Carmenita de mis entretela!.
Pero no sabemos cuáles son los autores por los que Doña Carmena se ha decantado para salir en el informativo local de las cuatro de la tarde, a costa de la panda de imbéciles que apechugamos con los impuestos locales, así que lo mismo les suelta una de Agatha Christie, por aquello del suspense.
Y que no, que no, que los niños que nacen en Madrid no son todavía madrileños, que para ser del foro, hay que querer serlo, que no se es porque le pongan a uno las obras completas de Mesonero Romanos, ni siquiera las de Galdós.
Pero eso sí, que bien ha dado usted en el telediario, y que cara de imbéciles se nos ha puesto a los que vamos a financiar su gracieta, que es la segunda pifia que nos ofrece usted con la tal concejalía, que me han dicho que la edil que calentó la silla que hoy recibe su excelentísima posadera, con dificultad podía leer más de dos líneas. Claro que yo no me lo creo, que esas gentes votadas por el pueblo, y botadas, con razón asumo, por usted, deben ser muy leídas, que la cultureta les viene de oficio.
Sé de buena tinta, que no se ha planteado usted regalarles una copia facsímil del Voinich, porque le saldría por una pasta gansa, cosa por cierto me temo que le trae al pairo, pero el resultado sería el mismo que si les pone usted el Platero, que ni lo van a leer, ni lo van a entender, y al menos esa oposición canalla de la derechona despechada no podrá acusar a su excelencia de haber insinuado que los neonatos están condenados a ser unos burros, que con las modas populistas que nos trae la neopolítica asnal, cualquiera sabe.
En fin Doña Carmena, que la veo a usted decidiendo entre el Corán y la Biblia, entre Pérez y Pérez y Ortega y Gasset, que si el niño ha nacido aquí porque le pilló a madre el retortijón en unas vacaciones, y es de los del Puigdemont, mejor tenga usted preparada una edición facsímil de Terra Baixa, por lo menos, que si no se le van a echar encima los de Esquerra, que con los vascos, si cumple, siempre puede usted tirar de Baroja, que al final el buen vascón nos regaló algo bien madrileño, que fue “La lucha por la vida”.
No sé qué dirá la Espe de todo esto, pero prepárese.
Con su pan se lo coma

Cartas desde mi molino

Por una de esas cosas de la vida, hoy ha caído de nuevo en mis manos un ejemplar de “Lettres de mon Moulin” un precioso libro de cuentos de Alphonse Daudet.
No me voy a poner en plan Wilkipedia, ni de broma, solo recordar por encima que Daudet era un escritor provenzal que escribió este texto con veintimuchos años, y que de alguna forma significó poner en la literatura, hacia la mitad del siglo XIX, la Provenza francesa, que es una de las tierras más bellas del mundo.
Algo he paseado por allí, no tanto como se merece, y mucho menos de lo que me hubiese gustado, así que tampoco puedo entrar en detalles de lo que esos pequeños pueblos ofrecen al viajero y mucho menos al residente.
Sin embargo, releer ahora alguno de sus cuentos, no solo me retrotrae a cuando de adolescente con el bozo incipiente, mi profesor del instituto, Don Ildefonso Grande, intentaba que me entrara la lengua de Molière en el cabezo, si no a los momentos que tantas y tantas veces han significado un placer inmenso al sumergirme en sus páginas.
Los cuentos de las cartas desde mi molino, son casi para niños, y están sobre todo construidos sobre los campos de lavandas provenzales, sobre los caminos que seguramente Daudet siguió entre pueblo y pueblo, para visitar a un amigo, o para ir a una de esas fiestas que siempre tienen un elemento (como no podía ser de otra forma), pagano.
Quiero recordar la historia de Blanchette, la cabrita blanca del buen Monsieur Seguin, que valiente peleó con el lobo toda la noche, hasta que el lobo se la comió, como a todas las cabras del buen Monsieur Seguin….pero lo bonito del cuento es que nos recuerda cierta trashumancia, como en nuestra Soria, a donde llegaban los ganados cuando el calor apretaba en las tierras extremeñas. Aquí los ganados dejaban la Provenza y escapaban hacia los Alpes, esos que estaban allí cerca protegiéndolos y con hierba que llegaba hasta el vientre de las bestias. El cuento al final tiene algo de cutre, y es intentar decir que la libertad, al final, conduce a la muerte, que las ansias de los jóvenes de cortar sus cuerdas, o de saltar por la ventana, difícilmente acaban en la libertad soñada. Siempre hay un lobo acechando.
O cuando el buen subprefecto, que iba de gira, e intentaba hacer un bonito discurso….y no le salía.—Mosieurs et cheres administrés….que el olor de las flores de primavera que entraban en carruaje de la subprefectura, no le dejaban pensar. Daudet nos lleva hasta un bosque donde al final el subprefecto, en vez de preparar discursos, hacía versos.
Son una tras otra las pequeñas historias como la de aquel buen M. Martin, el cura de Cucugnan, que estaba desesperado porque ningún feligrés iba a su parroquia, y como los hace volver al rebaño. El bueno de Daudet, usa ese cuento para contarnos un poco y por encima los defectos de sus paisanos, sus oficios…sus miedos.
Y así historia tras historia, que hasta los papas de Avignon aparecen por ahí junto a los ejemplos de rencor eclesiástico de la mula del Papa, que guardó su venganza en forma de coz, más de siete años. No te fíes de ese provenzal, que es más vengativo que la mula del Papa, nos recuerda Daudet.
Hasta la llegada de la tecnología en forma de molino de vapor, tiene cabida en sus páginas, y el efecto desolador que produce, no solo en las gentes, sino en el paisaje, pero también despierta esa solidaridad que a M. Cornille le devuelve la ilusión por vivir que le habían robado los nuevos tiempos.
Pues sí, bonitos recuerdos, como digo, no solo de aquellos años en los que desde el Juan de Austria, el instituto donde intentaban desasnarme, mi bozo casi pasa a bigote, si no de esa tierra provenzal, la del poeta Frèdèric Mistral que quiso recuperar la lengua local, y darle una literatura que la hiciese universal.
No sé muy bien, que movió a este hombre a reivindicar no solo una lengua sino la búsqueda de un cierto estatus de independencia a La Provenza, pero sus estudios lingüísticos y sobre todo su poema Mireille, le llevaron a la obtención del premio Nobel en 1904, junto a nuestro Echegaray.
Claramente el bueno de Mistral, con ese bello apellido de viento, o de tren, que de todo hay, no consiguió demasiado en el empeño de hacer del provenzal un lenguaje literario, y mucho menos una forma de independencia de su amada Provenza, todo lo que quedó de él, además de su obra, poco conocida fuera de círculos especializados, es una estatua en Arlès en donde a lo mejor una vez se hayan desahogado los pájaros, y pasado la mopa los de la limpieza municipal, alguien lee su nombre y busca a ver de quién hablamos, y que hizo.
Habrá que pensar un poco en qué es lo que queda de aquellas sociedades rurales y si queréis románticas que a duras penas podían sacar adelante los pequeños pueblos de la rica Provenza, esa que huele para mí a lavanda. Hoy queda poco, o nada, que las gentes que lo habitan no piensan si la cabra se escapó buscando la libertad, o si al molino del tal M. Cornille, le llevaban grano a moler, ni siquiera que una lengua tan bella como la de oc, no haya conseguido sobrevivir en la gran literatura, que parece que muere con la Mireille de Mistral.
Hoy están los vencedores del maquinismo, viviendo en aquellas casas como las que pintaba Van Gogh, desde su cuarto en Arles, y tratando de entender para qué sirvió que el subprefecto dejara de escribir discursos para escribir versos, o que el bueno de M. Cornille, muriese con su molino.
Seguramente estarán tratando de comprender, qué hacen ahora en una tierra que no pudo desarrollar su lengua, sus tradiciones, y que quedó como ese decorado de cartón piedra para que el jubilado parisino, que fue allí a buscar no sé qué, se crea que los tomates del mercado de Arlés o de la tienda de Aix, o hasta de Cucugnan, entre Narbonne y Perpignan, salieron de las plantas hace unas horas.
Nos van quedando los decorados de nuestros paisajes, como quedarán los decorados que al final de los tiempos se habrán comido los grandes robots o los ingenios depredadores de cualquier invento que traiga a la humanidad el deseo de sacar el trimestre adelante, y seremos más o menos felices.
Pero los olores de lavanda que tiñó de sangre y amor enfermo Patrick Suskind, seguirán mientras los fabricantes de esencias químicas lo permitan.
Le bon Dieu vous la donne

La sociedad líquida, Homenaje a Zygmunt Bauman

La muerte de Zygmunt Bauman, el creador del concepto de la sociedad líquida, seguramente hará que su obra sea un poco más conocida, aunque desgraciadamente, me temo, que fuera de los intelectuales que están familiarizados con los temas sociológicos, poco impacto han tenido sus ideas.
Su concepto preferido, o su idea, que ya parte del final del siglo pasado es el de la sociedad líquida. Es nuestra sociedad en la que los valores que hemos considerado sólidos, se han licuado, y entre ellos la clase media, que empezó a formarse poco a poco al final de la segunda guerra mundial.
Y lleva razón Bauman, se nos han licuado entre las manos demasiados valores, demasiadas instituciones, demasiadas creencias, que al final no han sido sustituidas adecuadamente.
Hemos licuado el concepto del trabajo, ese pilar sólido de nuestra sociedad, nadie puede ya enraizarse con el cimiento firme que siempre supuso el trabajo. Hoy es un elemento líquido, que puede llegar y desaparecer en segundos, y eso es algo que licua otro pilar que siempre fue rocoso en nuestra sociedad, y hablo de la familia.
Hoy es líquido ese concepto, que además ha sufrido una sustitución en buena parte de sus valores por las redes sociales, que aprovechando nuestro tribalismo congénito, ha sustituido los miembros del grupo familiar, por amigos de los que si me gustas te lo digo, y si no me gustas te bloqueo. Las redes no dejan de ser la gran trampa que nos ofrece el ¿progreso?, para hacernos a nosotros más líquidos, más vulnerables a cualquier influjo que sea conveniente para inflar la mochila de poder que necesita la nueva humanidad.
Descubro en las páginas de los periódicos de hoy, la licuefacción que empieza por Japón….del sexo. Hay, según El Confidencial, un auge de lo que llaman hombres herbívoros, que viven sin sexo, ni ganas de buscarlo.
La sustitución se la da la prostitución sin contacto físico, solo con compañía, o el uso de fetiches con reproducciones de las partes íntimas de actrices famosas, con total garantía, que garantizan el éxito de la práctica onanita.
Pero es la crisis la que ha llevado a los japoneses a estos andurrios, que el hombre tradicional japonés, machistorro él como pocos en el orbe, ve que no puede mantener a una esposa, que es lo que espera de él la sociedad tradicional, o lo que es peor, que ella trabaje o gane más que él. Sus salarios se han licuado, que diría Bauman, y con ellos sus vidas, su sexo. El dato que da El Confidencial es tremendo. El 69% de los hombres, y el 59% de las mujeres no tienen pareja… o que el 40% de los menores de 34 años son vírgenes. Es la sociedad licuada, que lleva a la longevidad y a la destrucción. (Los salarios en Japón tras la crisis han caído entre el 50%, y el 33%).
Es líquido el concepto que hemos tenido de las instituciones que rigen nuestras vidas, aparentemente surgidas de nuestra voluntad, que nos dicen que estamos en democracia. Empezamos cada vez más a menudo a indignarnos con las indignidades de nuestros prohombres, que por cierto son cotidianas. Ninguna de nuestras instituciones, ninguna, representa hoy en día un pilar de nuestra sociedad. Todas, absolutamente todas las instituciones, en todas partes del mundo se están licuando, están perdiendo cohesión, no son fiables para resistir el peso de nuestra confianza.
La reacción del descontento, matiza Bauman, con los movimientos de indignados o incluso de los movimientos que tienden a licuar aquello que se construyó durante décadas, no está ofreciendo alternativas viables por el momento, y no hay más que ver a la Premier Británica sin un plan para hacer algo sólido de la salida del Reino de su anclaje en Europa, o las baladronadas que se van escuchando al otro lado del Atlántico en boca del que será el próximo Presidente Americano, o nuestros ejemplos europeos, de los Beppe Grillo, de nuestros Podemos….que están dispuestos a licuar lo existente, pero no son capaces de crear estructuras sólidas en las que basar el futuro de la sociedad en la que viven.
Por favor leed a Bauman, leed a este hombre que nos dice con una clarividencia extrema, que el fruto de nuestro desencanto, cuando queremos materializarlo en algo sólido que implique un cambio, se nos licua, se nos licua siempre, sin excepción.
No sé, si incluso el fulgurante desarrollo tecnológico en el que estamos inmersos, nos está dando las herramientas para la creación de estructuras sociales en las que apoyarse, pero me temo que no, me temo, que se están licuando las existentes, quizás porque ciertamente ya no eran de utilidad, pero no están siendo sustituidas convenientemente, según mi modesto punto de vista.
Pensemos en estos tiempos que se nos vienen encima, en las cosas que se nos han licuado, en las cosas que todos y cada uno de nosotros de forma individual, creíamos sólidas y se han licuado, y sobre todo pensemos en las razones que han concluido en ese resultado.
Pensemos qué hemos hecho, o qué hemos dejado de hacer, e intentemos crear algo que sustituya al los líquidos de las redes sociales, a los líquidos en los que la confianza en nuestros gobernantes se nos han transformado, en lo líquido que se nos ha transformado la solidez de un banco o del consejo de un notario. ¿Qué nos ha llevado hasta ahí?, ¿Qué ha ocurrido para que la corrupción se haya llevado por delante tantas y tantas cosas sólidas? ¿Qué podemos hacer para recuperar de nuevo la solidez que nuestra naturaleza humana necesita para sobrevivir?.
Muchas veces creo que de hecho, hemos descubierto nuestro error, al constatar que nuestras élites que parecían solidas, de hecho eran, son líquidas, y estamos en una especie de Revolución Francesa, en la que el primer objetivo es cortar la cabeza del Rey y a sus nobles, y luego, tras habernos destrozado entre nosotros, buscaremos o encontraremos al Emperador Napoleón, que nos traerá la guerra, y a un rey vulgar de su misma familia.
Como afirma el profesor Eduardo Fernández Luiña, nuestra licuefacción, que proviene de una crisis real, aumento del desempleo, el terrorismo, las quiebras empresariales, la corrupción generalizada, la globalización o la desigualdad, asociada al aumento de la pobreza en nuestro orbe occidental, abre la puerta como un nuevo nicho de mercado al populismo, que resume en un relato maniqueo y simplista….líquido, nuestros problemas sin ofrecer ninguna solución, ninguna estructura sólida.
Descanse en paz Zygmunt Bauman.
Con su pan se lo coman

El señor pesquisidor

Andaba esta mañana paseando por el Retiro madrileño, oyendo en mi cacharrito electrónico a Canales y a Callejo, que andaban de cháchara sobre los libros prohibidos, las censuras, y todas esas cosas, que con tanta maestría comentan en su programa de La Brújula de la Escóbula.

En estas, uno de ellos mencionó la figura de los pesquisidores, diciendo literalmente que en la España del XVI había mucho desocupado que se dedicaba a buscar en los libros que aparecían, no solo textos heréticos, sino posibles intenciones ocultas del escritor, que pudieran llevar al Señor Inquisidor.

La historia de tapar las opiniones que el poder ha considerado contrarias a sus intereses, ha continuado hasta nuestros días, adaptando sus formas a las tecnologías disponibles y a las parcelas de poder que se sintieran atacadas.

En el siglo XVI, los grandes poderes eran la iglesia, la monarquía, y la nobleza, que estaban bastante bien imbricados. El pueblo, que estaba, pero no existía, era una simple herramienta en poder de esas fuerzas que dominaban y poseían el estado. (como hoy, vaya)

Es evidente, que la difusión de ideas fuera de control, eran algo tremendamente peligroso, y que debía ser combatido, utilizando a los pesquisidores que buscaron intenciones judaizantes, o que fueran contra la doctrina de la iglesia, o que pudieran socavar el poder de los reyes y la nobleza.

Era esto tan importante, que España se desangró durante siglos, en guerras de religión contra buena parte de Europa, aunque bien habían intereses económicos y de dominación territorial.

Comentaban en esta charla, los listados interminables de textos que se prohibieron completos y los que parcialmente se prohibieron. No voy a entrar en ello, ya que la lista es interminable y llega hasta nuestros días, en aspectos que no nos podemos ni imaginar, y en ámbitos que creemos exentos de estas acciones.

Estos pesquisidores de libros, de ideas, de herejías, eran importantes, no diré que piezas fundamentales, pero importantes para mantener esa estructura de poderes imbricados de iglesia, monarquía, y nobleza.

Claro, que siempre hay poder que preservar, y pesquisidores que contratar o utilizar.

Las formas de difusión de ideas hoy, parecen imparables, teniendo a nuestra disposición los libros, los medios de comunicación, y las redes sociales.

Pero si miramos con cuidado, veremos que los pesquisidores, hoy se han multiplicado en función del nuevo abanico, y actúan uno a uno y por su orden.

Antes el pesquisidor te señalaba, la justicia actuaba, tu idea no se publicaba, y cuidadín, cuidadín, para la próxima intentona. Ahí se acababa todo, las otras posibilidades no existían, ya que los medios de comunicación eran romances de ciego, el púlpito, los corrales de comedia y la charla del mercado o la taberna, que eran muy controlables y poco daño podían producir.

Hoy, en la llamada sociedad de la información, los pesquisidores pueden estar sentados en el consejo editorial que bloquea un libro «molesto», y si se le escapa, algún pesquisidor, oficial, o no levantará la voz, y actuará la, llamemos, pesquisa oficial. Esta bloqueará la idea, vía educadores, vía judicial, o vía económica, si alguien se diese por ofendido. Hay versiones más bestias, como, por ejemplo, que el muftí de turno emita una fatwa y vas listo.

Emitir ideas por los medios de comunicación de masas, es imposible cundo sean consideradas por los pesquisidores de las compañías contrarios a sus intereses.

El bloqueo, por tanto es muy fácil, ya que en general, se posicionan casi todos, a la derecha o a la izquierda, contrarios o a favor de tal o cual creencia religiosa, a favor de unos países u otros, y si alguno de estos medios, por lo que sea, molesta demasiado al poder, se elimina, y a otra cosa.

Ejemplos los hay en España, y en el mundo que nos rodea, tantos tantos, que se tornan incontables, (ved el informe de la profesión periodística 2013 de la asociación de la prensa de Madrid), y si queréis analizar y descubrir cuales han desaparecido por inútiles, y cuántos por no ser «convenientes», pues hacedlo.

Por fín, las redes sociales, en las que hay un pesquisidor casi detrás de cada uno de los mensajes que se cruzan los participantes. Los de Caralibro, los de Silbador, controlarán la conveniencia de nuestros mensajes, de nuestras ideas, y las forzarán a ir por el camino que sea considerado adecuado y correcto por el poder.

Jamás a estas plataformas se les ocurrirá ser la vía de transmisión de la transgresión, o de la idea revolucionaria. Se juegan demasiado.

¡Ah! y si se escapa algo, tenemos a los pesquisidores de las policías, los centros de espionaje (inteligencia les llaman), para asegurarse que nada se filtra, o casi nada.

Como colofón, diremos, que al final, como siempre, lo que se nos niega es el conocimiento apócrifo, la realidad de lo que ocurre a nuestro alrededor, en definitiva aquello que de verdad nos pueda hacer libres. Esa verdad, ese conocimiento, ha estado siempre en las bibliotecas de los reyes, en las escribanías de los conventos y en los palacios de la nobleza. Hoy, en sus correspondientes.

Buenas noches y buena suerte.