Como Siberia o Laponia

Recuerdo hace años, alguien, turolense de pro, seguro, estableció aquella frase dolorosa, aquel grito de ¡Teruel también existe!.

Aunque, en origen, fue una reivindicación para disponer de un tren digno, hoy la cosa parece que recoge toda una serie de reivindicaciones relacionadas con la vida de las gentes y las dificultades con que se encuentran al habitar en tierras despobladas.

Por estas tierras ahora se habla de la Laponia española, y es que la densidad de población anda por debajo de las tierras donde viven los esquimales, menos de tres habitantes por kilómetro cuadrado.

Cierto que no es solo Teruel, que si añadimos al pastel Soria, nos encontramos con densidades provinciales de ocho y medio y nueve habitantes por kilómetro cuadrado. Consecuentemente el estado tiene olvidadas a estas tierras porque están deshabitadas, y siguen perdiendo población porque al estar deshabitadas los servicios estatales no cubren las necesidades de la gente. Peliaguda la cosa, porque tampoco nadie va a invertir en áreas que no tienen población, mal futuro.

Y viene todo esto a colación, porque el otro día escuchaba, no sé en dónde, que los extremeños están también aburridos, que parece que el tren no les llega ni con recomendación, y no puede ser, porque además pagan más impuestos que nadie en España, junto con los catalanes, y se sienten como puta que además paga la cama. Un verdadero desastre.

Que en su caso no es la Laponia española, es la Siberia española, una mancomunidad de once municipios, con capital en Talarrubias, y con una densidad de población de 7,55 habitantes por kilómetro cuadrado, según un censo de dos mil ocho, que si consigo ver el actual, me da que me caigo del susto.

Que mirando la página de RENFE, el tren tarda en hacer los escasos cuatrocientos kilómetros de Madrid a Badajoz seis horas el de la mañana y cinco y cuarto el viejo talgo de por la tarde. Setenta chufos ida y vuelta, que te arrancan del bolsillo por la aventura. Te tiene que gustar mucho el tren, o Badajoz.

Y dice el extremeño, y el turolense, y el zamorano, y el soriano….pago una pasta en impuestos, y no existo, no existo siquiera para los informativos de la tele pública, apenas salimos cuando enseñan los mapas del tiempo, y es que todos empiezan con el problema catalán, con el asunto de la Comunidad de Madrid, y de nosotros nadie se acuerda, no existimos.

Ni soy demógrafo, ni entiendo demasiado de estas cosas, pero me parece que estamos considerando seriamente en este país cerrar toda la península, a excepción del País Vasco, la franja costera mediterránea, y la Comunidad de Madrid, y me temo que es algo que no podemos permitirnos de ninguna manera, aunque no sé quién le va a poner el cascabel al gato.

Paseando por tierras zamoranas y vallisoletanas estos días, ví que se vendían cantidades de casas en ciudades como Toro, Zamora, Urueña, y según me decía mi amigo, nadie las compra.

Y lo entiendo, que el hecho de que no nazcan niños, el hecho de que los jóvenes si quieren trabajo deban abandonar esas tierras, es muy real a la par que doloroso, y la tendencia parece que es irreversible, desgraciadamente, ya que nos empeñamos en atraer a la gente a los grandes núcleos de población, donde nos seguimos hacinando a lomos de la especulación que lo consume todo.

Vosotros, queridos amigos, que seguro tenéis influencias en las esferas del poder patrio, quizás podáis hacer llegar esta reflexión a quien manda y gobierna, que seguro hará algo, aunque no lleve aparejado el tres por ciento, y ni siquiera el voto que le puede dar el silloncito y el coche oficial, pero aunque sea por sus ancestros, que no sé qué coño pasa, que somos todos de pueblo, y todos vivimos en la capital, lo nuestro es una especie de rechazo a nuestra cuna.

Cosas de los tiempos serán y acabaremos como en los comics de Batman y Superman, viviendo en esas megalópolis que tanto nos gustan y a las que nos atraen cada vez más y en las que nos morimos de contaminación, de estrés, o de lo que sea, antes de tiempo.

La desarticulación, ya nos decía Ortega y Gasset, de España es un proceso de desintegración que avanza en riguroso orden desde la periferia hasta el centro.

Buscaba la causa en la pérdida de las últimas posesiones de ultramar, y marcaba el acento en el efecto de los regionalismos y los separatismos en la rotura de la cohesión nacional.

También se quejaba de la falta de una clase dirigente ilustrada que pudiese enfocar el problema de una forma eficaz.

Pensamiento, este de Ortega, con una validez hoy en día, (salvo el tema de las posesiones de ultramar), enorme.

Desgraciadamente, no está en mi mano encontrar la solución a este drama, ni siquiera enunciar bien el problema, salvo lo que ven mis ojos cuando paseo por esas 22 provincias del centro peninsular, que constituyen el páramo yermo del país.

Recuerdo hace más de veinte años, viajando con un inglés de pueblo bastante bruto, entre Madrid y Valencia, el comentario que tuve que escuchar.

-Llevamos más de cien kilómetros sin ver un pueblo. ¿No vive nadie aquí?.

-Pues no, me temo, mientras a lo lejos veía el torreón de Alarcón, en medio de la tierra baldía, en estas tierras hay poca gente.

Y menos que habrá si todo sigue así.

Pero como estamos en San Isidro, creo que lo más inteligente es salir a dar una vuelta a contar los frailes, y a ver si me cruzo con un Felipe o mejor una Mari Pepa, de esos de cuando Madrid era un pueblucho, en donde como en la Laponia española vivían cuatro gatos, de esos que subían los muros de la ciudad cuando les atacaban los moros.

Disfrutad del día, si podéis, en baño de multitud, o en la soledad del páramo.

In bocca il lupo