El preludio del Te Deum

Jean-Marie Charpentier, músico favorito de Molière, jamás se hubiera imaginado que el preludio de su Te Deum, al final, sirviera para lo que sirvió. A lo mejor no le hubiera importado, ´que si se usaba su música en el teatro, o en manifestaciones religiosas, con gran aprecio por otra parte, por qué no iba a encabezar la entradilla de Eurovisión.
Ni al divino sordo que el final de su última sinfonía, (lo de la décima no me lo creo), sirviera para lo que está sirviendo, para que todos la cantásemos, en alemán obviamente con el permiso de Mike Ríos, henchido nuestro corazón de fervor europeo, y con una lágrima de emoción en los ojos al ver alzarse el pabellón azul con un montón de estrellas hasta cotas más elevadas que la niebla sobre el Waterloo bridge.
El otro día hablaba de los días D, y hoy toca esa especie de homenaje al, según el punto de vista greco-británico, moribundo proyecto que nació casi como yo, hace sesenta y seis años, de la mano de Schumann y Monet.
Y no hablamos más que de nuestra Europa, esa que no hace más que lanzar deseos que acostumbran tras muchos años en quedar en agua de borrajas. Deseos de unión entre todos los estados, deseos de prosperidad para todos los ciudadanos, deseos de representar un papel importante entre las potencias del mundo, tanto en plano económico, como en el geoestratégico, para que no nos falte de nada.
Pero tras estos sesenta y seis años, lo que se ha conseguido es que no se haya podido evitar una invasión en la antigua Checoeslovaquia, como tampoco se pudo evitar una invasión de Hungría, ni una guerra en toda regla en los Balcanes al deshacerse la antigua Yugoeslavia, cuando murió el dictador Tito.
Cierto que los dos primeros ejemplos son muy tendenciosos, que la cosa andaba aún en mantillas, y no se podía decir ni pío a los rusos que tenían más escopetas,y que siguen hoy celebrando la derrota nazi con toda gallardía, y razón no les falta.
Lo de Yugoeslavia, ya es otra cosa, ahí dejamos los europeos que se matasen tan ricamente mientras solucionaban el carajal de independencias, etnias, lenguas, salidas al mar, problemas norte-sur, religiones, que ya nos salió mal cuando lo de Sarajevo y el Archiduque Francisco Fernando, así que dejamos una guerra en territorio europeo, que podíamos haber parado, durante una década, dejando un panorama de nacionalismos aún por resolver, con el problema de Kosovo y su medio independencia ni siquiera reconocida por todos los miembros de nuestra vieja Europa.
Monet, Schuman, Adenauer, estos padres de Europa, lo primero que quisieron hacer fue evitar los enfrentamientos por el carbón y el acero, que entre Francia y Alemania eran endémicos. La CECA, en su acrónimo castellano fue el primer intento, con un matiz claramente económico, del que no voy a ocultar su conveniencia, ya que los problemas pocas veces surgen por orgullo, es siempre por dinero.
No voy a contar la historia, que todo el mundo la conoce, y yo no soy el Espasa, pero si que quiero reflexionar un poco acerca de este engendro sobre el que cabalgamos y llamamos Europa.
Si no olvidamos que en esta idea subyace sobre todo una unión comercial, ya que la negativa en 1953 de crear una unión política y una unión de defensa, aún están presentes en la estructura actual de la Unión Europea.
Al final el tratado de Roma lo firman Alemania, Francia, Italia y el Benelux, en el 56, y gota a gota hasta hoy.
Tras estos movimientos, hoy lo que tenemos es una estructura muy poco democrática, en la que los ciudadanos no nos sentimos representados, y que parece está tomando vida propia a lomos de una burocracia que parece nos ha quitado a los ciudadanos buena parte de nuestra soberanía para cederla a los grupos de presión de las multinacionales.
Por mi profesión, he tenido bastantes veces que enfrentarme a las normativas que tratan de regular cada vez más aspectos de nuestra vida, a través de leyes que deben ir implantándose en los países miembros a su tiempo y por su orden, y debo reconocer que representan la quintaesencia de la burocracia. Pero me temo que esa burocracia ha tomado vida propia, y es difícil de evitar.
Fue lamentable ayer, escuchar lo que ocurrió en el Parlamento griego, cuando el Primer Ministro, tuvo que someter al pueblo griego a recortes en las futuras pensiones de más del 30%, y subir los impuestos de bebidas, carburantes, e incluso el I.V.A. que les anda ya por el 24%. Y eso a cambio de un nuevo préstamo, que hará funcionar la rueda de la degradación griega más deprisa.
La misma pregunta que posiblemente se estén haciendo hoy ese 40% que quieren dejar de pertenecer a esta Unión, me la hago yo hoy mismo, y es la de que quién me representa en Europa, quién representa mis intereses, y me cuesta encontrar una respuesta.
Si yo fuera, por ejemplo lituano, y tuviera un problema en, digamos, China, debería confiar en la embajada lituana, no en la europea, que no existe, cosa que no le pasaría a un tejano, o a un ciudadano de Maine.
Por otro lado, tras fracasar la elaboración de una Constitución Europea, nos damos un tratado, el de Lisboa de 2007, que no se ratifica hasta 2009, en el que se sigue insistiendo en el poder de los burócratas de Bruselas en detrimento del poder local, seguimos sin una representación del poder europeo a nivel de cancillerías, que preferimos las de nuestra tribu, seguimos sin ejército europeo, que es más cómodo que la OTAN nos saque las castañas del fuego, y por si las moscas, ya están los ejércitos franceses e ingleses, que sin ser nada del otro mundo comparando con las grandes potencias mundiales, mantienen la ilusión de grandeur e imperio.
La Unión Europea, al final, tampoco es económica de verdad, ya que buena parte de los socios, no han querido dejar su economía en manos del Euro, no tenemos los impuestos unificados, no tenemos los servicios unificados, que depende donde vivas, tienes una sanidad, o una educación o una cobertura social que nada tiene que ver con la del socio de al lado.
Y eso que en el tal tratado de Lisboa, se desarrollan como competencias compartidas cosas como la cohesión económica, social y territorial, que a poco que miremos, nos damos cuenta de que no funciona ni un poco.
También se indica que queda en manos de los burócratas bruselienses, la política comercial y los acuerdos comerciales en estas competencias.
La forma de llevar a cabo las negociaciones del TTIP famoso, te hacen pensar que los estados hemos perdido el poder, y lo que es peor, los ciudadanos también lo hemos perdido, cualquier posibilidad de decisión sobre partes importantísimas de nuestra vida. Esto ya no es una democracia, entendida como el gobierno de los más.
Quizás deberíamos preguntarnos, si todos somos europeos, las razones por las que se fijan salarios mínimos interprofesionales con cuantías diferentes según los estados, o sistemas de sanidad, pensiones, o lo que quieras, que no estén regulados para todos los ciudadanos.
A los sesenta y seis años del inicio de este camino, seguimos siendo un grupo de tribus, más o menos civilizadas, gobernadas por instituciones que si vienen torcidas nada podrán contra los ejércitos chinos, yanquis o rusos, sin ir más lejos. Que no tienen políticas sociales comunes, y cuyas normas, las que afectan directamente al bienestar de los ciudadanos, no están hechas bajo el prisma de la igualdad entre todos.
Que suene el Te Deum y el Himno a la alegría, que yo seguiré sin sentir que soy europeo, y que cuando sube la bandera azul con estrellitas me viene a la cabeza una playa más o menos limpia, un buen hotel y un restaurante caro, donde a lo mejor se come bien.
Buenas noches, y buena suerte

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