Por Transcaucasia, Georgia

Le dije a mi compañera de viaje, nada más entrar en Tbilisi, las mágicas palabras “me parece que esta ciudad no me va a gustar nada”.
Me puso como un trapo, con toda la razón, que esas cosas no se dicen, que esas cosas no se hacen, pero tiene uno ciertas tendencias de cabestro mal amaestrado, y a la que me descuido me sale la vena cerril, y no hay quien me ponga freno. Así que allá vamos con la confirmación de mi primera impresión, que antes muerto que perder mi condición de más tozudo que un mulo romo.
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Lo más positivo del pueblo georgiano, es que parece que todo les viene bien, sus vecinos dicen de ellos que son majetes, vamos, que no hay que liarse a tiros con ellos, que no vale la pena.
Tienen su salida al Mar Negro, y no parece importarle a los turcos ni a los rusos, y a los de Azerbayan, me da que hasta les viene bien por aquello de que por algún sitio tienen que sacar el petróleo y el gas, que no todo se lo va a quedar la madre Rusia.
Y ahí están, con algo más de sesenta mil kilómetros cuadrados, con una renta per cápita miserable también, muy parecida a la de sus amigos armenios, con la que intentan sobrevivir de la mejor forma posible.
No escuché grandes cosas de sus recursos mineros, o de su industria, más bien al contrario, que vi desastrosas ruinas industriales, hijas de los planes quinquenales con los que los soviets trataban de producir lo que necesitaban a costa de quemar la tierra, que para eso tenían las Repúblicas Soviéticas a su disposición. Y si había que secar el Mar de Aral, pues se secaba, si por aquí había que levantar plantas químicas para complementar tal o cual explotación, minera o de lo que fuera, no había más que decir que era cosa del politburó, o de Don Stalin, que venía a ser lo mismo.
Yo no sé si el hecho de que Stalin fuera georgiano les ha perjudicado o les ha beneficiado, el caso es que mientras en Armenia, con toda la razón se siguen doliendo del maldito genocidio atribuído a Ataturk, pero realizado con demasiadas connivencias, (kurdos, azerbayanos, rusos, por lo menos), aquí le ponen un museo al mayor asesino del siglo XX, que si hay que hacer caja, se hace.
Te enseñan la casa donde nació, y la cama donde lo fabricaron, un museo completo a mayor gloria de uno de los genocidas más cobardes que ha conocido la Humanidad, eso sí, con ese polvillo que deja el socialismo soviético allá por donde va y que afecta hasta a sus trabajadores, que ponen siempre aquella cara, de “yo hago como si trabajo, y tú haces como si me pagas”
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Pero en Georgia, el tufo a ese socialismo rancio está presente, con todo su polvo y miseria por allá donde vayas. ¡¿qué le vamos a hacer?!, y el visitante ocasional, como yo, no puede por menos que recordar en que se basaba ese sistema.
-Yo hago como si trabajo, y ellos hacen como si me pagaran, y así vamos viviendo.
Aquí el cristianismo está presente, pero las iglesias tienen su iconostasio, y se persignan como los herejes, que diría el padre Pío, pero que al final andan con su autonomía religiosa, que les encanta eso de ser independientes del patriarca ruso, y a mi se me da una higa, por mucho que el guía se esfuerce en comentarme la importancia que tiene para ellos ese sentimiento de ficticia libertad de las garras de Moscú.
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La capital, está en un valle que protege a un río que dicen truchero, así que cuando aparece uno de esos pescados en tu plato, busca una buena excusa para no comerlo, porque algo de veneno llevan esas truchas que tuvieron mejor vida que muerte, ya que a poco que te asomes al cauce, ves las cañerías vertiendo los deshechos de la ciudad, me temo, por el color que tienen no demasiado bien depurados.
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Y si, la ciudad de Tblisi, te enseña su historia, su castillo en la montaña, su catedral y su monasterio, hasta la estatua ecuestre de su fundador, si me apuras, pero las gentes que he visto pasear por sus calles tenían una tristeza en la mirada que no la quiero para mí.
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De esta forma, diré que tampoco quiero ser georgiano, por muchas avenidas amplias que te enseñen, o por mucha arquitectura moderna que hayan intentado poner en solfa los nuevos gobernantes.
Aceptaré que haya una plaza de la libertad, que la presida un San Jorge dorado, que haya un teatro de la ópera en aquello que se dio un día en llamar Avenida Lenin, donde te pueden sorprender con n Giselle, o incluso con una Carmen. Pero todo es triste, hasta el hotel, que no ha podido quitarse el último plan quinquenal de encima.
Los monasterios, las catedrales que te encuentras fuera de la ciudad, en el ámbito rural, aparecen protegidas por buenas murallas, que debían aguantar continuas arremetidas de sarracenos, y de cualquier cosa que se dignase a pasar por aquellos pagos, que al final de lo que se ha tratado siempre es de hacer caja a costa de los tesoros de los otros, y si son de la religión de la competencia, mejor que mejor.
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Para los monumentos religiosos, el paso del comunismo no fue, desde luego, la mejor de las noticias. Se perdieron pinturas, frescos e iconos, se utilizaron edificios casi milenarios para fines civiles, como establos, almacenes, o incluso con fines militares, lo que dejó una huella de barbarie inútil, que tardará mucho tiempo en curarse.
Y sin embargo, la población a pesar de todo, ha seguido con su tradición religiosa hasta el final, que al pobre poco consuelo le queda fuera del que fue llamado opio del pueblo, y que personalmente creo, en caso de que sea así, que mientras sobre la gente caiga el peso de los poderosos, ese opio es necesario.
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No da mucho más de si esta tierra, en la que ciertamente los tomates saben a tomate, y donde se puede comer cordero, y vaca si el bolsillo alcanza, que me temo no es el caso. El problema añadido que tienen es que alguien les ha dicho que saben hacer vino, y lo que les sale, siento decirlo, no tiene calificativo.
Ya que encima de todo, tuvieron, como en Armenia que arrancar cepas porque al Señor Gorbachov, le pareció que podía acabar con el problema de alcoholismo ruso, (el muy inútil), prohibiendo el consumo, y arrancando cepas, a un pueblo que se bebe la colonia, si la pillan en un descuido.
Como a los armenios, les deseo que vivan en paz, ya que la riqueza, me temo, les va a estar negada aún por unas cuantas décadas, pero el pueblo georgiano es fuerte.
Buenas noches, y buena suerte.