¡Que inventen ellos!

A pesar de que anoche ya me dormí con las primeras noticias de la masacre de Manchester, y que hoy he desayunado con la constatación de la barbarie perpetrada contra niños, no me apetece volver a replantearme las cosas, que por otra parte no han cambiado, que se me vinieron cuando Niza, cuando Charlie, cuando el puente del Tamesis, cuando el mercado alemán, Bruselas….ya está visto, ya está comentado, ya nos lo sabemos. Seguimos en guerra, esa guerra cruel que sirve a demasiados intereses que no son los míos, que no son los de ustedes, aunque luego paguemos las facturas en sangre o en dinero.
Una vez dicho esto, quisiera comentar unas declaraciones de Pierre Moscovici, actual comisario europeo de asuntos económicos y financieros, fiscalidad y aduanas.
Y es que el señor Moscovici, francés él, socialista él, se queja del Reino de España, en cuanto al nivel de paro que tenemos, en cuanto a la precariedad del trabajo que se ofrece a nuestra ciudadanía, y nos insta a que solucionemos el problema.
Problema que por cierto hemos creado nosotros solitos, ya que al mirar las cifras de nuestro paro la primera cosa que se constata, es la baja formación de la ciudadanía, y ya decíamos hace cuarenta años, sí cuarenta, que este país iba directo a convertirse en la fuente de camareros para Europa.
Y ahí estamos, que al final las reducciones constantes de las inversiones en investigación, y no es de ahora, que el famoso “¡que inventen ellos!” ya aparece en una carta de Unamuno a Ortega el 30 de mayo de 1906..(yo me siento profundamente antieuropeo. ¿Qué ellos inventan cosas?, invéntenlas).
Posteriormente en el Pórtico del templo, a Don Miguel, no se le ocurre más que poner en boca de uno de sus personajes:
“Inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones. Pues confío y espero que estarás convencido, como yo lo estoy, de que la luz eléctrica alumbra aquí, tan bien como allí donde se inventó.
-Acaso mejor.
Contesta el otro personaje.
Le hemos hecho caso a Unamuno, y hemos conseguido que no tengamos universidades de prestigio en ninguna disciplina, que nuestra investigación científica esté a un nivel que no se corresponde ni con nuestra potencia en el mundo, ni mucho menos con nuestra historia.
Y el señor Moscovici, nos lo recuerda de alguna forma, eso sí con toda la retranca del político socialista gabacho, al que ya nadie va a seguir, que los socialistas franceses están de liquidación por derribo.
Y creo que además le encanta soltar una bofetada sin mano al vecino del sur, que para eso está.
Pero lleva razón, que con la excepción de aquella institución que se llamó libre y de enseñanza, aquí, eso de educar a nivel alto, ha sido siempre, y bien digo, siempre, algo que ha aterrorizado al poder, que va en nuestros genes, vaya.
A nuestro Marianico se le va un color y se le viene otro cuando oye a Moscovici, que para opositar a Registrador te vale cualquier universidad cutre y mucha memoria, de esa que cualquier animal puede desarrollar con entrenamiento.
Y es que en un país donde las estructuras del poder, siguen estando ligadas infinitamente más de lo que nos podamos imaginar a las oligarquías de terratenientes fruto de las conquistas que inició Don Pelayo, no se necesita formar a la plebe, que lo que interesa es tenerla muerta de hambre en la plaza del pueblo, para cuando venga el señorito a repartir jornales.
Y esa oligarquía no necesita que aquí la cultura sea protagonista, que a la gente culta no se le adoctrina fácilmente, cuesta un montón que trasiegue ruedas de molino. Para esta gente con posibles, el formarse en las mejores universidades del mundo, es algo que está a su alcance.
Nos han dejado pues con el ¡que inventen ellos! que ese vasco castellanizado utilizó de ariete contra el universal Ortega, en una de aquellas polémicas que duraban años.
Y hoy, aquí estamos, en un país de jornaleros, que vive del trapicheo, que tiene a un tercio de su población en eso que se da en llamar umbral de la pobreza, o riesgo de exclusión social.
Pero también estamos en un país que tiene el cuarenta y pico por ciento de personas con baja o muy baja educación o lo que es lo mismo baja o muy baja cualificación profesional. Cosa que, ahora sí, se ha ido consiguiendo en las últimas décadas actuando los dos partidos políticos que nos han gobernado en una sinergia diabólica que tenía el mismo objetivo.
Se ha educado a los ciudadanos dando a la espalda al mérito y sacrificio por un lado, que para aprobar basta ser analfabeto, y cuanto más mejor, y por otra parte se intenta desviar el dinero disponible a favorecer escuelas a las que los más desfavorecidos no tienen acceso.
Posteriormente en la Universidad, no diré que las cátedras pasen de padres a hijos…(conozco alguna de herencia de tres generaciones en una universidad de las antiguas de esta tierra), pero la estructura hace que no haya dinero para la investigación en prácticamente ninguna disciplina, ya sea científica, técnica o de humanidades.
Con lo que nos quedamos con fábricas de títulos inútiles, con contenidos más inútiles todavía, que dan al aprendiz la sensación de que el poseer una cualificación certificada por alguna de esas fábricas, es algo importante.
Y no, que muchas veces sigo pensando que la creación de universidades de las últimas tres o cuatro décadas, ha servido solamente para realizar obras civiles, con las consiguientes comisiones a los partidos políticos. Que veo demasiados universitarios sin posibilidad de encontrar trabajo, y haciendo ricas a las farmacéuticas comprando ansiolíticos, antidepresivos, que con casi la mitad sentados en la plaza del pueblo esperando al capataz para un jornal, no me extraña.
He leído que el consumo entre los jóvenes españoles de ese tipo de sustancias dobla en demasiados casos a muchos de los países de nuestro entorno.
Y como estas cosas no se arreglan en un par de días, hay estructura para rato, que nadie sueñe que este paro miserable que tenemos, que este déficit de cultura que nos atenaza, se va a curar mañana. En cualquier caso la razón más importante es que el poder no quiere, no quiere de ninguna de las maneras. Tiene demasiado que perder.
Al final ganó Unamuno y perdió Ortega. Que aunque estemos técnicamente dentro de la Unión Europea, estamos para servir los vasos de sangría a los borrachos que nos mandan nuestros socios, y con el aviso de que los tratemos bien que en caso contrario se largan a las playas de Túnez o a las costas turcas, que los atentados te sacuden en cualquier parte.
Y yo con estos pelos.

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