Viva Madrid, que es mi pueblo

 

 

Una de las prerrogativas que tenemos los de Mongat, es que además de ser de allí, podemos ser de todos los pueblos que nos dé la gana. ¡Faltaría más!.

Llevo la mayor parte de mi vida en esta ciudad, y como la mayoría amplísima de madrileños, obviamente no he nacido aquí, ni falta que hace. Es este pueblón manchego, que como bien dice su lema “sobre agua fue construido”, un oasis en un desierto donde llueve menos que en Atacama. Tanto es así, que mis amigos, esos que de vez en cuando vienen de Europa a verme, saben que están sobre Madrid cuando empiezan a ver la tierra roja.

Pero somos tan chulos, que nos duchamos con agua mineral …¿¡Qué!?

Serrat diría aquello de “tiene muchos defectos dice mi madre, y demasiados huesos dice mi padre”. Pues sí, nos sobran rascacielos, cemento, ruido….y encanto.

La gran virtud de esta ciudad, es que se ha portado siempre como aquel Nueva York de Ellis Island. Los brazos abiertos a todos los que han querido venir aquí, nadie ha sido extranjero en esta ciudad, sobre todo si venía de otras tierras de España, o de la Hispania fecunda que diría Rubén Darío. A nadie se le ha pedido que cambie nada de su forma de ser, de sus creencias, de sus sueños, de sus realidades. Nada. Eres bienvenido y punto.

Eso ha permitido a la ciudad enriquecerse desde todos los puntos de vista, porque lo ha adoptado todo sin apropiarse de nada. La ciudad ha tenido siempre para mí un halo de libertad que difícilmente he encontrado en otras ciudades españolas, donde las sociedades están tremendamente estratificadas, en círculos generalmente cerrados.

No voy a disertar sobre las sociedades provincianas de paseíto por la tarde, hasta luego don José, hasta luego doña María…y así cien veces.

O de Casino con vistas a la calle Mayor.

-Don Anselmo, ¿me pasa La Gaceta?,

-Sí, luego seguimos con la partida de ajedrez.

-Claro, después de la siesta.

Como buen pueblón manchego, que es este mi pueblo, ha tenido su zona de guapear, su casino, sus círculos culturales, sus mentideros políticos, todas esas cosas que han sido necesarias en las provincias españolas, desde siempre, aquí a veces envilecida por mor de la Corte, que mucho ha dado, y mucho ha porculizado también, que no hay cenas gratis.

Pasear por Recoletos en calesa, ser del círculo de Bellas Artes, o miembro destacado del casino de Madrid, tuvo su aquel hace más de un siglo, cuando esta era una ciudad montada alrededor de la Corte, y el Gobierno de su Majestad.

Tierra de lances, de guapos, de hijos de algo, sin comida fuera del ministerio o del ejército. Tierra de figurones, y tierra además en donde ser pobre llevaba siempre adosado un plus de dureza.

Echando mano de la literatura, desde Lope a Galdós, desde Quevedo a Valle, o desde Larra a Baroja, vemos que no faltan ejemplos de la dureza de la vida en esta ciudad, si no eras Villamediana, Alba, o el Señor Obispo de la Diócesis. Los barrios intramuros de Lavapiés o Latina, o los extramuros de Vallecas o Carabanchel, por poner un porjimplo, han llevado aparejadas en su historia lo más duro del buscavidas, del obrero sin posibilidades, de la modistilla, de la criada en casa bien, del navajazo por celos, el ladronzuelo, o el botijo en la corrala, y la verbena una o dos veces al año, para pasear el mantón de Manila.

Los de Madrid han soñado siempre con la lotería, con el pelotazo….sí, ya sé, como todo el mundo, pero aquí con un plus añadido, que para algo nuestro patrón se echó a dormir bajo un árbol, mientras un ángel le araba el campo. ¡Bendito San Isidro!, ya nos dirás cómo te lo montaste.

La cosa no era mucho mejor entre los bachilleres, que vivían de su trabajo en el ministerio, pendientes siempre del cambio de gobierno que los dejaba cesantes por un quítame allá ese Canalejas. La vida no ha sido fácil nunca para este pueblón. Los ricos no reparten más que miseria.

-Doña María ¿Cuándo se casa su niña?

-¡Ay!, a ver si cambia el gobierno, y vienen los liberales, que Juanito está cesante de Correos desde que el Rey Felón  los desterró .

La industria aquí no ha existido hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, ha sido el funcionariado y la Corte los que mantenían el entoldado, y con suerte más bien ruin. Tampoco eso daba para mucho más que para unos pocos cientos de miles de habitantes.

Como la Corte ha necesitado  distraerse, que gobernar desde el pabellón de caza ha sido siempre muy cansado, en la ciudad han florecido las bellas artes, vamos que las musas tenían campamento en la Puerta del Sol. La literatura se ha escrito en su mayoría en esta ciudad, por madrileños como yo, de esos que habían nacido en Las Palmas, en Villanueva de Arosa, o en San Sebastián, incluso en Madrid, que lo mismo da. Al final la vida, el pulso de la ciudad y sus gentes quedaba reflejada en las páginas de sus libros, en los ecos de las tertulias del Comercial o del Gijón, en las tablas de sus teatros.

Porque a los de Mongat que tenemos a Madrid como nuestro pueblo, nos gusta el teatro como a un tonto una tiza. Los viejos corrales de comedias aguantan en este pueblón generaciones y generaciones, de forma que el mismo Lope encontraría en la plaza de Santa Ana el camerino de la Calderona, caminando desde su casa con los ojos vendados. Como siempre.

Cuando llegó el siglo XX, y las cosas empezaron a ser muy peludas para esta España que lleva cuatro siglos desmoronándose, Madrid se dio cuenta que había que hacer algo. Aparecieron obreros en una tierra que no había visto una industria en su vida fuera de la Corte.

Pero con el vaina de Alfonso XIII, después de desangrar las arcas reales con las guerras en Marruecos, a favor de generalotes y contratistas corruptos, se encontró con un Primo en el poder, y él, a poco, con una marca en el culo del zapato agujereado de un madrileño, que mire usted por donde se nos había hecho socialista.

Lo que sigue es conocido, la ciudad se arrasa en la guerra, un madrileño de Ferrol del Caudillo se sienta en el trono y se dedica a machacar españoles durante cuarenta años.

Nos quedamos sin opiniones, sin guapos, (salvo el Jarabo, claro, y algún torerillo fornicador), sin teatro….peero empezaron a llegar gentes de toda España, donde las cosas estaban más que duras. El campo se vació, llegó la provincia de Jaén casi entera, media Murcia, Asturias, Galicia, de todas partes.

Y nadie dijo nada más que ¡Bienvenidos!, y la ciudad diluyó sus hijos de algo, a sus funcionarios, a sus militares, y se llenó de gentes que querían trabajar, que querían algo mejor para las generaciones que les debían suceder, y aquí estamos, con el vaso medio lleno, viviendo como se puede, pero con una libertad en cuanto a que haces lo que quieres, que para sí la quisieran en muchos sitios del mundo, incluidas las tierras de España.

Se consiguió lo impensable, la ciudad se industrializó, tarde y no demasiado bien, pero fue casi suficiente. Los madrileños, hasta los de provincias, aprendimos incluso de política, pero en horas libres, y preferimos hablar de futbol, del sexo de la Ángeles (Merkel, claro), de una peli, de la penúltima serie de televisión….o claro, del madrileño de Galicia que ahora vive en la Moncloa, pero de política casi nunca.

Como decía antes, tenemos cemento y árboles, que por cierto, últimamente se nos caen a la que nos descuidamos, una alcaldesa que se empeña en barrer la casa, en el sentido más literal de la palabra, y ganas de vivir, a pesar de los pesares.

Una cañita y una tapa nos devuelven la sonrisa, aunque cueste llegar a fin de mes.

Nos asamos en verano, y salen sabañones en invierno, pero puedo echar un padrenuestro en la mezquita de la M-30, y si se tira al suelo, mirando a la Meca un pollo en la Almudena, todo lo que haré será procurar no tropezar con él.

Vive y deja morir, que diría Jaume Bonet, podría ser un lema de esa ciudad, que a fuerza de no tener identidad, ha conseguido una de las más bellas que conozco.

Me voy a dar una vuelta por el Retiro, me tomaré un bocata de japuta o de calamares en Atocha, que a media mañana entra gusa. Luego un aperitivo en la terraza del Círculo, para rematar con un cocidito en Lhardy, un madrileño de Montbèliard, hijo de suizos, fue su fundador, por cierto.

Y después de la siesta, parecerá que el día está hecho, un ratito a la tertulia donde sea, y a otra cosa, que para salir de copas por la noche, no estoy yo hoy.

Buenas noches, y buena suerte

 

 

6 comentarios sobre “Viva Madrid, que es mi pueblo”

  1. ¡Hasta al mismísimo demonio le hacemos un hueco en el Retiro (y una estatua) si decide caer por Madrid!
    No le preguntamos de dónde viene, ni si tiene 8 apellidos vascos o catalanes.
    ¡Y me encanta!
    ¡Viva Madriz!

  2. Gracias por esta fantástica descripción de Madrid. El distrito de Chamberí recibió el nombre de las acampadas de los franceses allá por 1802 y acuñaron el nombre de mi pueblo que es Madrid por extensión y que es enorme en sus formas, calles, plazas,gentes y actividades.
    Me gustaría subrayar, hoy que está de actualidad, los madrileños sentimos con pena el espectáculo secesionista catalán pues estoy seguro que en una gran mayoría somos gente abierta, pues no somos el estado, ni participamos de las transferencias de irpf ni nos forramos a costa de… por lo tanto nos cuesta asimilar que se hable de «los de madrid» de manera inclusiva peyorativa; es por ello que al leer esta descripción no puedo si no pensar en el refrán que dice «nunca llueve a gusto de todos».

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